Por Mikel Pulgarín, Periodista y Consultor de Comunicación
Este inicio de siglo y de milenio está siendo rico en presagios y premoniciones. Desde hace tiempo el género humano no había reunido tantas supersticiones, ritos mágicos y supercherías como en este primer tramo de la centuria. Todos quieren conjurar un futuro, más o menos próximo, que se presenta a todas luces oscuro. En la era de la digitalización y del metaverso, la sinrazón y la ignorancia campan a sus anchas. Centenares de años para arrojar un haz de luminosidad sobre el mundo, y apenas unas décadas para regresar a las tinieblas. Nuestra especie siempre ha sido así: dos pasos adelante y uno atrás; y eso en el mejor de los casos.
Brujas, santeros, adivinadores de lo venidero, mediadores con el más allá, videntes, iluminados, negacionistas, conspiranoicos, agentes especializados en expedientes X, naturistas rijosos, ojeadores del iris, visionarios del todo, médicos alternativos, periodistas del corazón y del pulmón, inventores de noticias falsas, internautas intrépidos, piratas informáticos, gurús del aforismo, políticos de fortuna, gastrónomos de postín o propagandistas feroces han hecho de este tiempo su momento, de esta época su lugar.
Algunos han convertido la alarma y la aprensión, tan abundantes en estos días, en su caldo de cultivo. No en vano el miedo es el padre de la credulidad, y ésta es a su vez la antesala de la superstición, es decir, una puerta abierta a la magia, término que -por cierto- poco o nada tiene que ver con lo que practica el famoso David Cooperfield. Otros aprovechan la incertidumbre, la frustración y el deseo desbordado; juegan con la ilusión y los sueños; roban la inocencia y la buena voluntad; prostituyen valores que han precisado siglos de conquista; negocian con mercancías caducas; y todo en aras del espectáculo, del mercado y de un porvenir que se apoya en pies de barro, que deambula por una cuerda floja que nadie sabe dónde se sujeta.
El miedo recorre el mundo en los inicios de este siglo. Probablemente, desde que concluyeran los períodos más oscuros de nuestra historia, el temor al futuro no había proliferado tanto como ahora entre los integrantes de la especie humana. Siglos y milenios atrás, los aborígenes del planeta apenas contaban con herramientas que les ayudaran a descifrar algunos de los grandes enigmas que, luego, ante los ojos de la Ciencia, resultaron ser perogrulladas galopantes. En estos momentos, con el Conocimiento más amplio que jamás pudo nadie imaginar de nuestra parte, nos vemos tan incapaces como aquellos antepasados para poner freno a las nuevas zozobras que, sin duda, siguen formando parte de los mismos presagios y de las mismas premoniciones. Y es que el género humano es como es: dos pasos adelante y uno atrás; y eso en el mejor de los casos.