Por Montxo Urraburu
Todos los 31 de diciembre , se cumplen año tras año , los tópicos característicos. En realidad el fin de año solo sirve para que te suban una larga lista de servicios, unas veces justificados y las mas, porque sí. Pero quizás lo peor de todo, aunque a veces resulte enternecedor, son esos “buenos deseos” que la gente te lanza, desde la acera de enfrente, o desde una tertulia televisiva, para que se cumplan todos tus sueños en ese año que llega. Ahí es nada 12 meses, 365 días ininterrumpidos de felicidad. ¡Qué atrevidos! Disponer así del futuro sabiendo que no somos dueños del tiempo, sino que sucede a la inversa. Es esta la diferencia de última noche del año con la Nochebuena, pues en aquella, limitamos el deseo venturoso para una sola jornada.
Al cambiar el calendario es cuando, de verdad, valoramos la hoja de servicios que hemos añadido a nuestro “currículo vita e “. Y, como siempre, tendremos días en los que miraremos al futuro y días en los que no apartaremos la vista del pasado. Días en los que creeremos volar y días en los que apenas podremos despegar. Días que comienzan a las ocho de la mañana con una reconfortante ducha y días que finalizaran a la misma hora con un horrible olor a bar. Días en los que sabremos cómo somos y días en los que nos costara encontrarnos. Habrá también, días laborables – los más – y días festivos – los menos – por lo que debiéramos pensar , como invertir esa situación.
Enero, es un mes de vientos favorables a los sermones descafeinados, las dietas vegetarianas y los ejercicios de conciencia sobre lo que no debiéramos haber hecho y lo que hicimos. Lo que necesitara´ la mayoría por estos días serán cosas más útiles. Le harán falta trucos para llegar a fin de mes tras el vaciado de bolsillos, remedios contra los problemas digestivos y lo que creas que debas añadir a las exigencias de tu cuerpo. Recuerda, también, que cualquiera puede hacerse con una cámara que te inmortalice comiendo, bebiendo, bailando, copulando, o muriéndote en la mesa de operaciones.
Para finalizar, el consejo es sencillo: cuando vayas al retrete, actúa como si estuvieses presidiendo un pleno en el Senado. Luce la mejor de tus sonrisas en la parada del autobús No te metas el dedo el dedo en la nariz cuando esperes el semáforo verde. De no hacerlo así, el día menos pensado podrías acabar con tu reputación mostrando una instantánea que te ponga en evidencia. Y, como no quiero que me puedas odiar, no te preguntare por los regalos de los Reyes Magos que ni son Reyes ni Magos.