Hay una cruz con más de cien años entorno a la que han sembrado un jardín que cuenta su historia. La cruz perteneció a un panteón del viejo cementerio de Güemes (Cantabria). Un albañil se la llevó con él, permaneciendo durante más de cincuenta años durmiendo en un almacén de su casa, hasta que la entregó al albergue de peregrinos, que decidieron plantarla entre los árboles.
Julio Flor / Güemes
Hace tres años pasó por el albergue un grupo de cinco peregrinos camino de Santiago: un italiano, una chica suiza, otra alemana, un joven francés y una joven norteamericana. Se habían conocido en la etapa anterior de Laredo, pero el grupo se compactó en Güemes.
El año pasado, Maru, la norteamericana de origen portorriqueño, envió un correo pidiendo al cura obrero Ernesto Bustio una oración por Julia, la joven suiza, desaparecida aquel 1 de mayo de 2014. Al día siguiente llegó al albergue un segundo correo: había aparecido su bicicleta junto a un lago. Tres días más tarde se confirmarían los temores de sus amigos diseminados por la Tierra, el cuerpo de Julia, de 22 años, apareció sin vida flotando en el lago.
Maru quería que se recordara a Julia en Güemes. Envió un dinero para plantar un jardín. Fue cuando Ernesto pensó en agrupar unas plantas entorno a la silenciosa cruz. Unos meses después, en agosto de 2014, Maru volvió al albergue para transmitir, junto al jardín de la cruz, a los peregrinos y la gente del albergue el homenaje diario que hemos de hacer a la amistad con los otros. Aquella tarde de agosto muchos se emocionaron cantando en la ermita el poema ‘Palabras para Julia’, de Goytisolo, que musicara Paco Ibáñez.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Es curioso que una semana antes había viajado a Güemes el chico francés con un montón de conchas recogidas en la playa de Berria (Santoña), para dejarlas en homenaje y recuerdo de su amiga Julia.
Y ahora empieza la parte bella de esta historia real.
A principios de este año, en otro correo, Maru les comunicó que estaba embarazada de una niña y que le gustaría bautizar a la pequeña en el albergue. Un tiempo después llegaría toda la comitiva desde EEUU y Alemania -de donde es originario el padre de la niña- para dirigirse en romería hasta el jardín de la cruz, donde Maru hizo a su querida amiga la ofrenda de la niña, de nombre Maya Julia.
«Julia Keller, te llevo siempre en mi camino»
El próximo verano, desde Suiza vendrá la familia de Julia, quedándose durante un mes en el albergue, como hospitalera, la hermana pequeña de Julia.
¡Cómo se trenzan los caminos de la vida! Hay desazón y desesperanza, pero tenemos remedio como humanidad mientras haya calorcito humano. De qué manera de una tragedia puede nacer la inspiración. Y de una vieja cruz de un cementerio desaparecido tanta vida!