Por Juan José Tamayo vía Religión Digital
«En plena época de fundamentalismos y de secularización … viene produciéndose un despertar de la mística, que constituye, a mi juicio, una de las principales respuestas a los fundamentalismos religiosos, junto con el diálogo interreligioso e intercultural»
«Estamos viviendo una época fecunda en investigaciones sobre el fenómeno místico en las tres religiones monoteístas: el sufismo en el islam, las diferentes tendencias de la mística judía y las distintas tradiciones místicas en el cristianismo»
«Hay consenso entre los investigadores de las diferentes disciplinas sobre el fenómeno religioso en que la experiencia que mejor y más auténticamente expresa la vivencia religiosa es la mística, valorada por creyentes y no creyentes»
«Los místicos y las místicas aparecen, a los ojos de la gente, como personas excéntricas, pacatas, conformistas, integradas en el sistema. Sin embargo, su vida se encarga de falsar esa imagen. En realidad, se comportan con gran libertad de espíritu y con un acusado sentido crítico»
«Son personas desinstaladas, con frecuencia comprometidas en la reforma de las instituciones religiosas y con capacidad de desestabilizar el sistema, tanto religioso como político»
El excelente y muy documentado artículo de José Manuel Vidal sobre el padre franciscano Francisco Javier Garrido, apartado “de todo ejercicio ministerial o pastoral” por “falso misticismo y solicitación en confesión”, me ha dado pie a la siguiente reflexión sobre el actual despertar de la mística y la nueva imagen de las personas místicas que quiero compartir con las lectoras y los lectores de RD. Me parece un buen tema para abrir el nuevo año.
En plena época de fundamentalismos y de secularización, de increencia generalizada y de indigencia religiosa, en plena crisis de las instituciones religiosas, bajo el impacto de los nuevos movimientos religiosos y del imperio de la razón instrumental, viene produciéndose un despertar de la mística, que constituye, a mi juicio, una de las principales respuestas a los fundamentalismos religiosos, junto con el diálogo interreligioso e intercultural. Un despertar que se produce en dos campos: el de los estudios e investigaciones sobre el fenómeno místico y el de la experiencia mística en todas las religiones y en la vivencias humanas profundas.
Estamos viviendo una época fecunda en investigaciones sobre el fenómeno místico en las tres religiones monoteístas: el sufismo en el islam, las diferentes tendencias de la mística judía y las distintas tradicionesmísticas en el cristianismo. Dichas investigaciones se llevan a cabo de manera no confesional ni apologética, y desde las distintas disciplinas que estudian el fenómeno religioso: la historia de las religiones, la filosofía y la fenomenología de la religión, la antropología cultural, la literatura, la estética, la psiquiatría y otras.
Hay consenso entre los investigadores de las diferentes disciplinas sobre el fenómeno religioso en que la experiencia que mejor y más auténticamente expresa la vivencia religiosa es la mística, valorada por creyentes y no creyentes.
En los estudios sobre el fenómeno místico se ha producido un cambio de escenario. Hoy no es solo ni principalmente la teología la que se ocupa de dicho fenómeno. Esta, más bien, tiende a ignorarla con cierta frecuencia. Son de manera preferente las diferentes ciencias humanas y de las religiones las que investigan sobre él en sus aspectos antropológico-sociales y le conceden especial importancia en nuestra cultura. Ha cambiado también la perspectiva de los estudios que tienen una orientación crítica y laica. Ambos cambios dan como resultado una modificación sustancial en la concepción de la mística y en la imagen de las personas místicas.
La mística ha sido presentada como un fenómeno pre-lógico, pre-racional e incluso anti-intelectual y anti-racional, como si se moviera solo en la esfera puramente emocional. Sin embargo, los más recientes estudios interdisciplinares parecen desmentirlo, y las experiencias religiosas profundas muestran que la mística compagina el intelecto y la afectividad, la razón y la sensibilidad, la experiencia y la reflexión, la facultad de pensar y la de amar.
Los especialistas en la literatura mística coinciden en afirmar que las raíces de la subjetividad moderna europea se encuentran en el movimiento místico, ya que es a través de él como se llega al fondo de la propia esencia de cada ser humano. La experiencia mística torna al ser humano libre y autónomo. La mística femenina constituye un cuestionamiento de lo que la sociedad imponía a las mujeres y proporciona a estas un espacio de libertad que no encontraban ni en las estructuras jerárquico-patriarcales de la Iglesia institucional ni en las instituciones políticas. La unión directa con Dios autorizaba a las mujeres a actuar de forma atípica, por encima de las normas establecidas. Se oponían así al patriarcado religioso y político, exponiéndose a la acusación de degeneradas porque no cumplían lo establecido para su género.
La filósofa María Zambrano considera la experiencia mística como experiencia antropológica fundamental.
Si otrora se ponía el acento en el carácter ahistórico, desencarnado, puramente celeste y angelical de la mística, hoy se subraya su dimensión histórica. La mística tiene mucho de sueño y se mueve en el mundo de la imaginación, es verdad, pero el sueño y la imaginación están cargados de utopía. Y, como dice Walter Benjamin, la utopía “forma parte de la historia”, se ubica en el corazón mismo de la historia, mas no para acomodarse a los ritmos que impone el orden establecido, sino para subvertirlo desde sus cimientos, no para quedarse a ras de suelo, sino para ir a la profundidad y, como dijera el mismo Walter Benjamin, pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.
A la mística se la ha acusado de huir de la realidad como de la quema y de recluirse en la soledad y la pasividad de la contemplación por miedo a mancharse las manos con la acción. Pero eso es desmentido por los propios místicos y místicas como la carmelita descalza Christine Kauffmann, para quien la mística, en el cristianismo, “es el dinamismo interno de toda actividad solidaria y creativa del cristiano. Crea personas de incansable entrega a los demás, de capacidad de transformación de las relaciones entre las personas, ya que hace vivir al sujeto en consciente y operativa comunicación con la fuente misma de la vida: Dios”.
Los místicos y las místicas aparecen, a los ojos de la gente, como personas excéntricas, pacatas, conformistas, integradas en el sistema. Sin embargo, su vida se encarga de falsar esa imagen. En realidad, se comportan con gran libertad de espíritu y con un acusado sentido crítico. Son personas desinstaladas, con frecuencia comprometidas en la reforma de las instituciones religiosas y con capacidad de desestabilizar el sistema, tanto religioso como político.
Por eso resultan la mayoría de las veces incómodas para el poder que no puede controlarlas y son sospechosas de heterodoxia, rebeldía y dudosa moralidad. Ello explica que sean sometidas a todo tipo de controles de ortodoxia por parte de los inquisidores, de control de fidelidad institucional por parte de los gobernantes y de control de integridad moral por parte de los cancerberos de la moralidad, y, en el pasado, sometidas a juicios sumarísimos, que desembocaron en torturas, condenas e incluso ejecuciones. Uno de los casos más emblemáticos de dichas ejecuciones fue el de la beguina Margarita Porete, autora del influyente libro Espejo de las almas simples. El libro y la autora fueron quemadas en la hoguera.
Las personas místicas supieron armonizar de manera coherente la reivindicación de la libertad esencial del alma, una reivindicación pensada, vivida y expresada en lengua vulgar, y la práctica de la pobreza. Ello constituía un desafío en toda regla a la institución eclesiástica, que imponía el pensamiento dogmático y mantenía una alianza con todos los poderes; político, económico y militar. Algunas personas místicas llegaron a afirmar la igualdad ontológica del alma con Dios, extremo que los tribunales de la Inquisición calificaron de herético.
Termino recordando a algunas de las más relevantes personalidades místicas del cristianismo y del islam. Del cristianismo: Hildegarda de Bingen, el Maestro Eckhart, Hadewijch de Amberes, Matilde de Magdeburgo, Beatriz de Nazaret, Margarita Porete, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Angelus Silesius, Miguel de Molinos, Thomas Merton, Ernesto Cardenal; del islam: Rabia al-Adawiyya, al-Hallay, , Rumi, Ibn Masarra, Ibn Arabi y sus maestras Shamds Umm al-Fuqarâ y Mûnah Fâtimah bint b. al-Muthanna.