Por Yazmina Vargas Veleda
El día 4 de marzo se celebra el Día Mundial contra la Obesidad, una fecha que históricamente se ha centrado en crear conciencia sobre los riesgos para la salud asociados con el exceso de peso. Sin embargo, en los últimos años, ha surgido una importante reivindicación para cambiar el enfoque de esta conmemoración. En lugar de centrarse únicamente en la condición física de las personas gordas, se está haciendo hincapié en el impacto emocional, social y psicológico de la gordofobia. Es por eso por lo que, cada vez más personas, están reconociendo el 4 de marzo como el Día contra la Gordofobia, una fecha para reflexionar sobre la discriminación y los prejuicios que enfrentan las personas gordas en nuestra sociedad.
Por eso en un día como hoy es crucial resaltar la influencia que ejercen los medios de comunicación y las redes sociales en la perpetuación de estereotipos y prejuicios hacia las personas gordas. El discurso mediático sobre la gordura juega un papel importante en la formación de la percepción pública, creando y reforzando estereotipos negativos que contribuyen a la gordofobia y perpetúan la discriminación y el prejuicio.
Es esencial ser conscientes de los términos utilizados al hablar sobre la gordura y las personas gordas, así como de la forma en que se aborda este tema. A menudo, se recurre a términos como «obesidad» y «sobrepeso», los cuales, lejos de reflejar la realidad, son estigmatizantes y están cargados de prejuicios. Estas palabras, utilizadas para evitar términos más directos como «gordura» o «gorda», están arraigadas en creencias populares que refuerzan la gordofobia.
La asociación automática de la palabra “obesidad” con la enfermedad es errónea y dañina. Según la OMS, la gordura es un factor de riesgo, no una enfermedad en sí misma. Equipararla automáticamente con la enfermedad es injusto y fomenta una percepción distorsionada de las personas gordas. Esta estigmatización conlleva graves consecuencias, como la violencia y el rechazo en entornos médicos, donde las personas gordas pueden ser maltratadas y recibir un trato discriminatorio. Enfrentándose, además, a juicios y odio en espacios públicos y virtuales, mientras que otros factores de riesgo, como el tabaco y el alcohol, no generan el mismo rechazo.
El término «sobrepeso» también conlleva estigmatización, al asumir que las personas gordas tienen una alimentación deficiente y son sedentarias. Sin embargo, la gordura es un fenómeno multifactorial, y la alimentación no siempre es el único factor determinante. Este estigma puede llevar a la ocultación de trastornos alimenticios, como la anorexia y la bulimia, entre personas gordas, que no son reconocidos ni tratados adecuadamente debido a la asociación de estas enfermedades con un tipo de cuerpo específico. Diagnosticar trastornos alimenticios en personas gordas puede ser un desafío debido a los estereotipos arraigados en torno a la apariencia física. Existe una tendencia errónea a asociar los trastornos alimenticios únicamente con cuerpos delgados, lo que puede llevar a que los síntomas en personas gordas pasen desapercibidos o sean minimizados. Esta percepción sesgada se traduce en una atención médica deficiente y una falta de reconocimiento de los trastornos alimenticios entre las personas gordas.
Además, la presión social para perder peso puede hacer que los médicos pasen por alto los signos de un trastorno alimenticio, asumiendo erróneamente que la pérdida de peso es siempre un indicador de una alimentación más saludable en lugar de un posible síntoma de un trastorno subyacente. Esta falta de diagnóstico adecuado y atención médica puede tener consecuencias devastadoras para la salud física y mental de las personas gordas, perpetuando aún más la discriminación y la marginación en el ámbito sanitario. Es crucial sensibilizar y educar a los profesionales de la salud sobre la diversidad de cuerpos y los síntomas de los trastornos alimenticios en personas gordas para garantizar una atención médica equitativa y sensible. Y que los medios de comunicación hagan eco de esta problemática.
Es fundamental reconocer que el uso de términos como «gordura» y «gorda» no es ofensivo en sí mismo, es más, ha resultado peor el uso de eufemismos y supuestos sinónimos. Lo que es ofensivo es dar por hecho que son personas enfermas, que comen mal, que son sedentarias y culpabilizarlas por tener un cuerpo gordo o decir que la gordofobia es una excusa de las personas gordas para no adelgazar. Por eso, hay que entender que el verdadero daño proviene de la estigmatización y la culpabilización asociados a las personas gordas, que conlleva graves consecuencias físicas y mentales y pueden sufrir discriminación tanto en el ámbito médico como en la esfera pública.
De hecho, la gordofobia en entornos sanitarios, por ejemplo, puede llevar a personas gordas a evitar la atención médica debido a la violencia que enfrentan, lo que pone en peligro su salud. Redacté un reportaje para Hordago sobre la gordofobia donde las personas entrevistadas afirmaban que sus experiencias en el médico eran negativas y, por eso, no acudían o retrasaban todo lo posible acudir al centro médico, porque solían asociar cualquiera de sus dolencias a la gordura como primera opción y no se pensaba en otros diagnósticos o se realizaban las mismas pruebas que con las personas delgadas. Por tanto, es urgente que los medios colaboren en la erradicación de la gordofobia al hablar de ella y señalar sus manifestaciones y consecuencias, porque la gordofobia daña y, en última instancia, mata.
Además, los medios y las redes sociales deben ser conscientes de la promoción de estándares de belleza poco realistas, que glorifican la delgadez y estigmatizan la gordura, y que esa representación sesgada y el constante bombardeo de mensajes negativos sobre el peso y la apariencia corporal puede llevar a problemas de autoestima, de insatisfacción corporal, ansiedad, depresión, trastornos alimenticios y otros problemas de salud mental. La presión para cumplir con los estándares de belleza poco realistas impuestos por la sociedad puede generar una profunda sensación de vergüenza y autodesprecio en las personas gordas, exacerbando aún más su sufrimiento. La publicidad agresiva de dietas y procedimientos para cambiar el cuerpo perpetúa una mentalidad de «adelgazar a cualquier costo», ignorando los riesgos para la salud y reforzando la idea de que el valor de las personas está determinado por su peso.
Los medios de comunicación, el estudiantado y profesorado de Periodismo tienen una responsabilidad ética en la forma en que retratan y hablan sobre las personas gordas. Es esencial evitar el sensacionalismo y la estigmatización, y promover mensajes de inclusión, aceptación y diversidad corporal. La creación de pautas específicas sobre cómo abordar la diversidad corporal en los libros de estilo de los medios puede ser un primer paso importante hacia un discurso más equitativo y sensible, igual que existen para otros temas sensibles como la violencia machista o el suicidio.
Por tanto, es fundamental promover la representación inclusiva de cuerpos en los medios, desafiando así los estereotipos y fomentando la aceptación y la autoestima independientemente del peso. Esto permitirá avanzar hacia una sociedad más equitativa y sensible, donde la gordofobia ya no tenga cabida, al presentar una diversidad de cuerpos en sus contenidos y alentar una relación positiva con el propio cuerpo.
Como parte de esta lucha, es importante también señalar cómo la gordofobia afecta de manera desproporcionada a ciertos grupos, como las mujeres, las personas LGBTQ+, las personas racializadas, entre otros. De hecho, estos colectivos enfrentan una carga aún mayor cuando se trata de los estándares de belleza. Para las mujeres, en particular, la presión para cumplir con los ideales de belleza impuestos por la sociedad es abrumadora. La misoginia y la gordofobia se entrelazan, resultando en un doble estándar en el que las mujeres gordas son juzgadas con mayor severidad que los hombres gordos. Además, las personas LGBTQ+ a menudo enfrentan una doble discriminación, ya que esta comunidad también impone estándares de belleza estrechos y excluyentes.
Por otro lado, las personas racializadas experimentan la intersección de la gordofobia con el racismo, lo que puede exacerbar aún más la discriminación y el acoso que enfrentan. En un mundo donde la representación en los medios de comunicación y la publicidad sigue siendo dominada por los estándares de belleza occidentales y eurocéntricos, es fundamental reconocer y abordar estas intersecciones para combatir eficazmente la gordofobia y promover la inclusión y la igualdad para todas las personas. La interseccionalidad de la gordofobia con otras formas de discriminación y opresión amplifica aún más su impacto negativo en la vida de las personas gordas. La inclusión de esta perspectiva en nuestro discurso y acción es imprescindible para abordar de manera efectiva la gordofobia en todas sus manifestaciones.
Es más, la educación sobre la diversidad corporal en los centros educativos, la promoción de una atención médica basada en la salud y no en el peso, hacer una promoción de la autoaceptación y la autoestima independientemente del peso para desarrollar una relación positiva con nuestros cuerpos son acciones concretas que pueden ayudar a combatir la gordofobia. Igual que lograr que todas las personas, sin importar sus cuerpos, se sientan representadas y no juzgadas ni insultadas en los contenidos ofrecidos por los medios. Y, por último, escribir sobre la desconexión entre salud y peso, porque una persona puede ser y estar saludable en diferentes tamaños. Es decir, el peso no es un indicador preciso de la salud y eso debe quedar claro, de esta manera, los medios colaborarán en promover una atención médica basada en la salud y no en el peso, ya que vivimos en una sociedad pesocentrista.
En conclusión, es necesario un cambio de paradigma en la forma en que se aborda la gordofobia en los medios y en la sociedad en general. Sobran las opiniones basadas en prejuicios y falta empatía y entendimiento. Es nuestro deber, tanto como periodistas como personas, crear conciencia sobre los problemas de la gordofobia y trabajar juntos para erradicarla de nuestras comunidades y de nuestro imaginario colectivo.
El combate contra la gordofobia, pues, no se trata solo de cambiar la forma en que hablamos sobre el peso o la apariencia física, sino de construir una sociedad más inclusiva, respetuosa y empática. Los medios de comunicación, las instituciones educativas y cada uno de nosotros tenemos un papel importante que desempeñar en este proceso. Debemos comprometernos a desafiar los estereotipos, promover la aceptación de la diversidad corporal y abogar por políticas y prácticas que fomenten la inclusión en todos los aspectos de la vida. Al hacerlo, no solo estaremos defendiendo los derechos de las personas gordas, sino también contribuyendo a la creación de un mundo más justo y equitativo para todos.