Imaginad que imaginamos, y que nada de nada sabemos, cuando aparecen en el televisor, las monjas excomulgadas de la localidad burgalesa.
Que no nos hemos formado ningún juicio, y que carecemos de datos. Que tampoco nos abordan los piratas del prejuicio.
Tan solo planteo un ejercicio, que sin tomar de ninguna manera a mofa el asunto, sin desprestigiar personas ni criterios, trata de aportar una visión bajo diferente prisma, que, erradicada en la fantasía, también pudiera albergar esporas de realidad.
Pinto el lienzo con palabras desde la imagen, esa que, enmarcada en pequeño y austero habitáculo, contiene media docena de mujeres, portando hábito, amplia sonrisa, ojos chisporroteantes y determinación.
Y realizando un salto hacia el infinito y sin red, mis neuronas empatizan inmediatamente con ese tufo a libertad que desprenden.
Se enrocan tozudas y profundizan en la trayectoria, llegando osadas, a un pensamiento que pudiera tornarse desolador ¿y si esta fuera la primera vez en toda su vida que se sintieran libres? ¿y si al fin lo hubieran conseguido?
Tal vez mi caleidoscopio esté roto, pero me aporta cristales de alguna de ellas, a la que engañaron, al infundirle que seguir y servir a Dios, fuera su único camino. Y de alguna otra, cuya falta de posibles en la familia condicionara su acceso a la militancia religiosa.
Las veo a todas con oportunidades perdidas, sueños negados, silencios infundidos. Siendo y haciendo lo que les es mandado, no lo elegido. Subordinadas y no liderando. Renunciado a capacidades, mutiladas en tantísimas partes de su mente, cuerpo y sentimiento.
Soy consciente de la deriva de mis neuronas a partir de un crisol, que ha convertido mi reflexión en una oda a la libertad, prescindiendo de otros naipes de la baraja como bondad, justicia o verdad.
Tal vez mis neuronas estén tremendamente equivocadas, o quizá, en la madeja de las excomulgadas, haya un hilo del que, tirando, nos llevaría a concluir que no es un enfoque tan ebrio o descabellado.
Sea como fuere, mirar desde insospechados ángulos siempre enriquece y hasta esclarece, en algunas ocasiones.
Y si no, que se lo pregunten a alienistas o a detectives, de sagas y series.
Es allí, donde todo aparece como más evidente, donde se halla, la insondable oscuridad.
Cristina Maruri