Supongo que es humano empezar cabizbajos el nuevo curso escolar, tras haber disfrutado de nuestros necesitados y merecidos días de descanso.
Mucho queda por delante para que se abran de nuevo las compuertas y podamos salir hacia pastos y montes, libres bajo el sol (y por favor que no se moleste nadie).
Mi reflexión de hoy trata sobre lo que indica el titular, aunque quisiera abordarlo desde otra perspectiva, y me explico.
En los últimos tiempos vivimos en una espiral de turismofobia, ese acérrimo sentimiento hacia la invasión, mediante hordas de personas no foráneas, que, como la marabunta, inundan nuestras ciudades, calles, comercios y parques. Y lo cierto es que doy la razón, en parte, a dicha aversión, porque todo tiene unos límites y no es menos cierto, que a menudo y en muchos puntos se sobrepasan.
Pero el caso es que me pregunto si estamos libres de tirar esa primera piedra, y lo hago, porque quién de nosotros puede decir, que no ha sido y es turista en similares condiciones a las que solemos tan incisivamente criticar. No ha formado ni forma parte de esa marabunta.
No soy partidaria de ser criticona pero sí de practicar la autocrítica, y tal vez hayamos de caer en la cuenta, de que, por precio, moda, o por un sentido de pertenencia o gregario, nosotros, en muchas ocasiones, engrosamos esas hordas y marabuntas en otros países y ciudades que no son los nuestros.
Es fácil quitarse la espina de la responsabilidad aludiendo a que la mayoría disfrutamos de un mismo tiempo de descanso, y deseamos disfrutarlo de manera parecida, pero eso no es excusa suficiente, porque el planeta es tremendamente extenso y diverso, y hay territorio para que podamos repartirnos de manera más sostenible.
Pero no lo hacemos. No trato de cargar tintas, sino dedicar unos minutos a la reflexión, a la esperanza. Tal vez, al planificar nuestras próximas vacaciones, entren en nuestro abanico de posibilidades, otros destinos, así como fórmulas de viaje alternativo, que supongan no contribuir a lo que tanto criticamos. Segura estoy de que el descubrimiento será enriquecedor y, altamente gratificante.
Cristina Maruri