Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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Ciudadanía participativa. ¿Educamos para participar?

No seré yo quien cuestione el modelo capitalista basado en el consumismo a ultranza, y lo que conlleva de deterioro del medio ambiente, del entorno natural, de generación de residuos incontrolados, y todo lo que se dejaremos de huella ecológica en nuestro territorio.

Pero siento la necesidad de reflexionar sobre cómo el consumismo afecta a la ideología de las personas, a su visión individualista de la supervivencia, con insatisfacción constante y su falta de compromiso con el bien común. Esa visión hedonista que, además de individualista, sostiene que las necesidades deben ser satisfechas de forma inmediata, y tan materialista que, centrada en el poseer, está conllevando que las personas se valoren más por lo que tienen que por lo que son y la relación que mantienen con la comunidad.

Hablar de democracia, para mejorar las condiciones de vida de la mayoría y de las minorías tratadas de modo específico y adaptado a su realidad, hablar de cohesión social, sentimiento de ciudadanía, de comunidad, de corresponsabilidad, se convierte en puro idealismo. Y más cuando se manosean estas  palabras en el marco de debates políticos que son puras guerras partidistas, competiciones de poder.

Fomentar la democracia participativa es un gran reto con el que no se puede jugar, porque no se puede defraudar, ya que nos jugamos la confianza en las instituciones públicas. Fomentar la conciencia ciudadana para dar respuesta a los problemas y necesidades de largo alcance, con perspectiva inclusiva y no excluyente, exige respetar unos principios que son intocables.

  • Transparencia. Estar informados/as sin reservas. Temo decir que poco estamos avanzando las instituciones en la aplicación del derecho de acceso a la información pública, el silencio administrativo y la búsqueda de argumentos para denegar el acceso se usan con demasiada frecuencia. La información es poder, y no hay ciudadanía empoderada sin información, aunque a veces ésta sea compleja y precise modos de hacerla más comprensible y más aplicable, aunque a veces ésta no sea la que más interese a alguna de las partes, aunque a veces ésta encierre alguna gestión pública poco eficiente… Veracidad y accesibilidad.
  • Comunicación. Contar con canales efectivos de comunicación y consulta. El medio es el mensaje, ¿verdad? No sirven las formas habituales de convocatoria de reuniones participativas, sin métodos cocreativos, colaborativos, y que ayuden realmente a conciliar y a la toma de buenas decisiones. No sirven las consultas sin información previa, sin escuchar las voces discordantes, sin debate conjunto, sin actitud de aprendizaje y acuerdo.
  • Responsabilidad. Hay que identificar bien a las personas que tomarán las decisiones, tras el proceso participativo, y deberán asumir las que les correspondan.
  • Diversidad. Reconocer que existen diferencias, y ello no nos enfrenta, y ellas no disminuyen el valor de las personas con los que no compartimos visión.
  • Respeto a disentir. Derecho a pensar diferente y con actitud de apertura a opciones diferentes, y a cambiar de opinión en el transcurrir de un proceso colaborativo constructivo.
  • Integración. Sin exclusiones de ningún tipo, con actitud de construir consensos y mostrar divergencias.

Y a ello hay que empezar desde abajo, con nuestros niños y niñas, desde las familias, las escuelas, los barrios, las ciudades educadoras…

La Convención de los Derechos de los niños y niñas, les reconoce su derecho a expresar su opinión, a recibir y dar información, y su libertad de pensamiento, conciencia y religión, y su libertad de asociación. Pero hay que aprender a reconocer y promover que se pueda ejercer este derecho.

Hay que ir apostando por iniciativas como “La Ciudad de las niñas y los niños”, creada por Francesco Tonucci, que busca, según sus propias palabras: hacer frente a la situación de crisis que vive la ciudad moderna, que fue creada bajo las necesidades de un sólo tipo de ciudadano; el adulto, hombre, trabajador y motorizado. Una ciudad cuyo espacio público no es el escenario de encuentro y disfrute para las personas sino el escenario de graves problemas de tráfico vehicular, congestión, inseguridad y contaminación. El Proyecto propone escuchar a los niños, pedirles su perspectiva, oír sus denuncias y propuestas y permitir que la política pública se impregne de la singularidad y potencia del pensamiento de los niños, el mismo que lamentablemente los adultos ya no recordamos. En Euskadi, siguiendo esa filosofía existe HaurEkin – Red Vasca de Ciudades y Municipios con la Infancia, que es un proyecto político que apuesta por incorporar el parámetro niña o niño a la política local. Una propuesta que tiene como finalidad transformar nuestras relaciones, recursos y espacios comunes, restaurando condiciones de confianza y autonomía, participación y salud en nuestros pueblos y ciudades

Los Ayuntamientos están uniéndose también a la red de ciudades educadoras (ya más de 500 en el mundo y 8 son de Euskadi). “La Ciudad Educadora vive en un proceso permanente que tiene como finalidad la construcción de comunidad y de una ciudadanía libre, responsable y solidaria, capaz de convivir en la diferencia, de solucionar pacíficamente sus conflictos y trabajar por “el bien común”. Una ciudadanía consciente de los retos que la humanidad afronta actualmente y con conocimientos y habilidades que les permiten hacerse corresponsables de la búsqueda de soluciones que exige el momento histórico que vivimos”.

Éstos, son buenos ejemplos de cómo construir herramientas y canales que contribuyan a fomentar la participación ciudadana activa. Sin embargo, resulta imprescindible para que su funcionamiento sea realmente activo y constructivo, que se den las condiciones para aprender a participar.

Debemos desde la infancia aprender a

  • A conocer, aprovechando las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida
  • A hacer, desarrollando competencias que nos capaciten como personas y seres sociales y socialmente responsables
  • A vivir en comunidad, desarrollando las capacidades de escucha y comprensión y para la resolución de los conflictos, respetando los valores esenciales de una comunidad
  • A ser, con capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal

Ello se aprende desde la educación emocional que capacite para la vida y mediante el desarrollo integral de la persona. Las emociones deben ser motivadoras que induzcan a la flexibilidad, a la curiosidad, al interés por lo nuevo, a la comunicación efectiva y a la toma de decisiones conscientes. Existen muchas herramientas para el aprendizaje experiencial de competencias para colaborar y cooperar, cocrear, experimentar, innovar… generando ambientes positivos de aprendizaje donde cada mediador refuerza el interés de cada persona en su crecimiento como ser social preocupado y ocupado por el bien común.

Escuelas, instituciones públicas, organizaciones cívicas… tienen que contribuir a ello, y los partidos políticos tienen que emplearse a fondo en el desarrollo de estas competencias entre sus miembros y líderes, y entre los que de ellos resulten nombrados cargos públicos. El tiempo pasa y la vida se va, y necesitamos otra cultura democrática más comprometida, participativa e íntegra, en este mundo que es cada vez más complejo e incierto.

Koldobike Uriarte Ruiz de Eguino