En 2023, según la Federación Internacional de Periodistas, 94 periodistas han sido asesinados
Por Ana Lee Urrutia.
Cierra los ojos y se acuerda de la mujer que conoció mientras cubría la guerra de Etiopía el año pasado, aquella joven de 28 años que fue violada por cuatro militares. Se la imagina como la conoció, postrada en la cama sin poder moverse y llorando de dolor, la habían dejado totalmente destrozada por dentro. También le viene a la mente el llanto del hombre que vio en Marruecos, aquel que perdió a su hija y a su mujer en un terremoto. Y cómo olvidar al hombre de Ucrania que, con una herida en la cabeza por un bombardeo, recogía los escombros de su casa junto a su hermano. Ximena Borrazás, fotoperiodista de guerra freelance, abre los ojos y mira a su psicóloga, sabe que es el momento perfecto para descargar toda esa carga emocional que lleva dentro y todo lo que le atormenta.
La joven decidió ir al psicólogo cuando cubrió el terremoto de Marruecos del año pasado. En ese momento se dio cuenta de que necesitaba ayuda psicológica si quería continuar con su profesión, ya que para ayudar a los demás, primero necesita estar bien ella. “Estuve horas caminando sobre pedazos de ladrillos y bloques sin saber si abajo había gente viva o muerta, si alguien estaba intentando gritar y no podía. Luego estuvimos buscando unas seis horas a una chica de 15 años, pensábamos que estaba viva, pero no. Peté emocionalmente, no pude parar de llorar. Al día siguiente regresé a España”, revela la periodista. Además, reconoce que durante ese año se le juntaron muchos proyectos: “También fue un poco acumulación de muchas cosas porque en enero estuve en Ucrania, en febrero embarqué en alta mar en el Mediterráneo Central, en mayo Etiopía, en agosto embarqué otra vez y en septiembre fui al terremoto en Marruecos”.
Como ella, miles de profesionales de la comunicación ponen en riesgo su vida y su salud mental para dar voz a aquellas personas que están silenciadas. Cubren informaciones desde los lugares más peligrosos sin importar el estrés postraumático que puedan a llegar a sufrir.
“Esta profesión o esta rama del periodismo llegó sola, no la busqué. Desde el primer momento en el que cubrí una zona de guerra supe que ese era el camino que yo quería hacer, porque me conmueve como persona, porque me llena, porque me siento útil y porque considero que es importante estar ahí para contarlo”, explica Borrazás, que a pesar de que cada viaje la deja un poco más rota mentalmente, se siente peor cuando no está cubriendo ese tipo de situaciones.
El psicólogo Gonzalo Jiménez explica que una persona que tiene estrés postraumático experimenta un estado de hiperalerta constante, ya que estará hipervigilante, como si la amenaza estuviera presente en cualquier momento, aunque ya no se encuentre en un territorio peligroso. También sufre imágenes intrusivas, los llamados flashbacks, y una alteración emocional, pues puede estar irritado, tener ansiedad o bajones en su estado de ánimo.
“He tenido pesadillas de salir corriendo, de escuchar el camión de la basura y pensar que están bombardeando e irme al refugio, y cuando ya estoy en la puerta me doy cuenta de que estoy en España, que estoy en mi casa”, confiesa Edgar Gutiérrez, fotoperiodista de guerra. “Cuando estoy allí no me afecta tanto como cuando vuelvo. Allí sí que me centro mucho, intento ser profesional, intento realizar mi trabajo de la mejor manera posible, no digo que no me afecte, sino que no soy tan consciente hasta que no llego a casa o cuando ya ha pasado esa vorágine de acción en la que te ves sumido”, relata.
El profesional de la salud mental aconseja que es necesario desarrollar una capacidad de autobservación y autoevaluación durante el desarrollo de su oficio: “Si estamos solo con el foco puesto en el entorno, en la noticia, pues estamos desconectados de nosotros mismos, aunque esto durante un tiempo puede ser necesario para no estar viviendo todo con alta intensidad, pero cada cierto tiempo es importante saber cómo estamos y en función de eso tomar alguna medida”.
Volver a casa en ocasiones es más duro que estar en zonas peligrosas, ya que al regresar se dan cuenta realmente de todo lo que han experimentado e incluso se sienten frustrados por ver que los demás no dan la importancia que ellos le dan a esas situaciones. “Me ha tocado entrevistar a niñas de nueve años que han sido violadas en masa, a mujeres violadas, torturadas, una niña apuñalada. En Etiopía, en menos de un año, 1.400 personas han muerto de hambre. Para mí es duro estar ahí y tener esa impotencia de que no se esté hablando de eso”, confiesa la fotoperiodista.
Además, al vivir todas esas situaciones extremas, algunos de los que vuelven a su casa se sienten indiferentes ante los problemas del “primer mundo”, ya que no les parece suficientemente duro para darles mucha importancia. El joven fotoperiodista confiesa que al llegar a Navarra las preocupaciones del lugar le parecen banales y no los siente reales. Por su parte, Borrazás se siente como un “zombi” en Barcelona, ya que cuando camina por sus calles y ve a la gente de copas, siente desprecio ante esas situaciones y le cuesta mucho volver a adaptarse.
Ambos sienten que no muchas personas entenderán ni comprenderán su situación, ya que hasta que no lo experimentas es muy difícil comprender la dureza. Jiménez destaca que el círculo cercano de los corresponsales deben otorgarles validez, es decir, que otras personas le den el reconocimiento de que la experiencia que ha vivido realmente ha sido difícil. Además, es importante trabajar por normalizar la vida e integrar esas vivencias a la vida diaria.
Su vida a cambio de información
Ser periodista en zonas de guerra es muy peligroso, tanto que pueden llegar a ser detenidos, secuestrados o en el peor de los casos asesinados. Borrazás y Gutiérrez han experimentado en más de una ocasión la sensación de sentir que no iban a volver a casa. Sin embargo, eso no les ha detenido para seguir haciendo su trabajo.
Edgar Gutiérrez ha vivido varias escenas arriesgadas, pero hay una experiencia que se ha quedado clavada en su memoria. En 2022, en Ucrania, consiguió entrar en la parte de inteligencia de una de las contraofensivas del ejército ucraniano. Sin embargo, sus planes se torcieron cuando los rusos localizaron la posición desde donde estaban haciendo el contraataque, empezaron a bombardear la zona y cuando salieron huyendo en coche casi pisan una mina con una de las ruedas: “Yo vi la mina y dije: ‘estoy muerto aquí’ y para mí ese momento fue una de esas veces que dices: ‘he llegado hasta aquí, he agotado todos los boletos”.
Por su parte, Ximena Borrazás se acuerda de una situación que vivió también en Ucrania. La joven estuvo cubriendo la zona de Jersón, una ciudad que el año pasado recibía unos “42 impactos de artillería por día”. Un día tuvo que ir corriendo a su “refugio”, que era un sótano de una casa normal, y escuchó como una bomba volaba por encima del techo de la vivienda. Finalmente, impactó a 100 metros de su posición. “En ese momento no sé si me puse a pensar en que puede que no sobreviviese, simplemente sentí miedo y ya está”, confiesa.
En 2023, según un informe anual de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), 94 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación han sido asesinados durante el ejercicio de su oficio. Además, FIP ha resaltado que Ucrania es el territorio más peligroso para la prensa en Europa.
Durante lo que va de este año, según Reporteros Sin Fronteras (RSF), 49 periodistas han sido asesinados. También se han reportado 165 casos de periodistas que han sido secuestrados o están desaparecidos. Asimismo, la misma fuente indica que 700 periodistas están actualmente encarcelados, enfrentando condiciones extremas por ejercer su labor informativa.
El presidente de RPS España, Alfonso Bauluz, ha contado qué es lo que hacen para ayudar a un periodista cuando es detenido por realizar su trabajo: “Tratamos de activar los canales políticos y los canales ciudadanos para que haya una presión pública y una presión política diplomática sobre esos países. Algunas veces funciona y otras veces no. Nosotros no podemos ir a liberar reclusos. Nosotros denunciamos, señalamos y protestamos”.
Mujeres en territorios de hombres
Dar voz a este tipo de noticias es complicado, pero se incrementa un poco más si eres mujer. A lo largo de los años ha aumentado el número de periodistas mujeres que cubren estas informaciones y que demuestran sus capacidades en este tipo de situaciones. “No creo que sea un problema en el sentido de que quedes excluida, pero sí que es verdad que tienes que demostrar el doble que eres válida. Además, primero se te mide por si estás buena o si tienes buen cuerpo y no por si eres una profesional que está ahí para trabajar”, revela la corresponsal de guerra.
Sin embargo, la joven uruguaya ha conseguido darle la vuelta y tener varias ventajas frente a sus compañeros: “El mundo militar, al ser un mundo tan machista, donde predominan hombres, si tú eres mujer, se van a abrir distinto a que si eres hombre. Entonces creo que tienes que tener la capacidad para darle la vuelta a esa desventaja y usarla a tu favor para obtener la información que estás buscando”.
Además, Ximena Borrazás reconoce que se necesitan muchas más mujeres en este ámbito de la profesión, que aunque habrá personas que desanimen a las jóvenes a no seguir este camino por miedo a los problemas, a veces es necesario arriesgarse y luchar por lo que uno quiere: “Aliento a todas las mujeres a que lo hagan, porque creo que necesitamos mujeres en este rubro, las mujeres enfocan los conflictos de una manera distinta, con ojos distintos”.