Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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MENTIRA Y MORAL                                 

M.Urraburu

Por lo que se ve, instituciones y personas hacen lo contrario de lo que dicen.

Algunos  artistas que critican al gobierno viven de subvenciones, los sindicalistas que defienden el valor del trabajo son profesionales del absentismo y más cosas,  el cura que predica la castidad tiene amantes, el gestor que aboga por la austeridad salarial gana tres millones de euros al año, el político que dice luchar contra la corrupción acepta sobornos, la derecha gobierna como si fuese de izquierdas  después de que la izquierda haya gobernado como si fuera de derechas. Sabemos, y hemos denunciado más de una vez que, el ser humano, en su afán de convivir en sociedad, necesita de los demás para medirse y situarse en un escalafón social. El refinamiento del ser humano y la convivencia con los demás le conduce a utilizar formulas, mentiras establecidas, que todos consideramos normas de buena conducta al esconder, sin embargo, una forma de comportamiento. La mentira nos saca del atolladero en más de una ocasión.

Esta confusión no se produce por casualidad. Todos somos espectadores del simulacro donde la verdad  llega a ser un momento dialectico de la mentira. Hablamos de que tenemos derechos, libertad de expresión, que elegimos a nuestros gobernantes, que la Justicia es igual para todos… Pero sabemos que son cosas, que poco tienen que ver con el día a día. Como que, todos tenemos derecho al trabajo cuando tenemos millones de parados, que los tribunales son justos cuando se indulta a los banqueros  y otras gentes de mal vivir, o que los impuestos se pagan equitativamente cuando los grandes patrimonios se refugian en paraísos fiscales.

Esta confusión no se produce por casualidad. Tiene que ver con la moral de nuestra sociedad, en la que llevamos décadas de telebasura, exaltación de la especulación y desprecio al esfuerzo. No es la crisis la que ha creado esta situación sino la mentira interesada y permanente. Estamos viviendo una gran encrucijada. Nos esperan importantes sacrificios y repartirlos equitativamente si el gobierno es capaz, de verdad, de asumir el reto. Pero servirá de muy poco si nuestra sociedad no cambia su escala de valores, si no terminamos con la impunidad de los poderosos y no paga quien se ha lucrado arruinándonos a todos.

No fue esto lo que nos enseñaron, lo que aprendimos. ¿Qué o quienes nos han cambiado?. ¿A quién o a quienes les interesa que seamos así?. La mentira se hace no solo con palabras, también con silencios. Lo que necesitamos es ejemplaridad, empezando por los que nos gobiernan. O por los que desde el pulpito  nos aconsejan “ hacer lo que yo diga y no lo que yo haga”.