Por Isidro Elezgarai, Presidente de UNICEF Comité País Vasco
Desde el 11 de diciembre de 1946. Desde la ayuda a corto plazo durante los conflictos armados, las catástrofes naturales y las crisis humanitarias, hasta los programas de supervivencia y desarrollo a medio y largo plazo. Ahí ha estado UNICEF. Ayudando a crear sistemas de salud y bienestar resilientes en todo el planeta. Educando en la equidad. Recuperando a los niños y niñas del trabajo infantil, del matrimonio infantil y de la ablación. Promoviendo entornos más sanos y más seguros para los niños y niñas y sus familias, erradicando enfermedades, prestando servicios esenciales e impartiendo educación y conocimientos.
Desgraciadamente, 75 años después de que se creara UNICEF, nos encontramos ante una crisis de los derechos de la infancia y la adolescencia. En la actualidad, el mundo se enfrenta a la pandemia de la COVID-19, que ha puesto sobre la mesa un panorama de desigualdades que ya estaba, pero que ha mostrado la punta del iceberg, afectando sobre todo a las familias más vulnerables; el cambio climático, los obstáculos generalizados a nivel social y económico y el aumento de la pobreza y la desigualdad. Son problemas que nos afectan a todas las personas, pero los niños y las niñas sufren, como siempre, las peores consecuencias.
Aun así, pensamos que tenemos una puerta llena de oportunidades para poder cambiar esta realidad. Tenemos la oportunidad de conseguir cerrar UNICEF. Eso significaría que, 75 años después, no haríamos falta. Eso significaría que todos los derechos recogidos en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), nuestra brújula de trabajo y el tratado internacional de derechos humanos más ratificado de la historia, ya estarían cumplidos, en cada rincón del mundo.
Mientras eso sucede, seguiremos trabajando duro en cuatro ámbitos principales: la vacunación para todos los niños y niñas; de cada dos vacunas que se ponen en el mundo a los menores de 5 años, una la pone UNICEF; mientras proseguimos en la distribución de la vacuna contra la COVID-19 a través del mecanismo COVAX, desde UNICEF también continuamos colaborando con los gobiernos y el sector privado para asegurar que las vacunas lleguen a toda la infancia y adolescencia. Tampoco queremos dejar de lado el trabajo en innovación en la educación: porque los derechos también existen en el entorno digital. En tercer lugar, consideramos clave invertir en salud mental para todos los niños y niñas, ya que se calcula que más de 1 de cada 7 adolescentes de entre 10 y 19 años en el mundo tiene una enfermedad de salud mental diagnosticada. Y por último, abordar la crisis climática, porque el cambio climático no espera. Y para conseguir estas cuatro prioridades tenemos la mejor hoja de ruta: la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Si hay algo que tienen en común todos los niños y niñas del mundo, sin excepción, son sus derechos. Esa es nuestra pasión: los derechos de la infancia y la adolescencia, a favor de los cuales seguiremos trabajando con una fuerza imparable en favor del cambio en la vida de cada niño, cada niña, cada adolescente. Sin dejar a nadie atrás.