Por Julen Rekondo vía DEIA
Tras la invasión militar de Ucrania por parte del ejército ruso y las declaraciones de Putin, se ha calificado a este de paranoico, de un nuevo Hitler, de querer recuperar el orgullo de la gran Rusia y no sé cuántas cosas más. La lista de declaraciones que ha hecho Putin no tiene desperdicio, desde acusar al Gobierno democrático de Ucrania de «drogadictos y pronazis», cuando su presidente, Volodímir Zelenski, es judío, así como afirmar que Rusia es un «poderoso Estado nuclear» y que puede utilizar las armas nucleares, hasta anunciar el pasado domingo la puesta en estado de máxima alerta de las fuerzas nucleares del país. Aunque habrá que ver en los próximos días si la amenaza de poner a Europa bajo la amenaza de una guerra nuclear, obedece a una forma de intimidación más. Numerosos analistas alertan que recurrir a la guerra nuclear llevaría al suicidio colectivo, incluida Rusia.
En mi opinión, Putin ha actuado de forma bastante consecuente con sus planteamientos belicistas, teniendo un acuerdo con China, cuyo primer botón de muestra es la firma de la empresa rusa Gazprom de un contrato de 30 años para suministrar gas natural a la empresa china CNPC a partir de un nuevo gasoducto que conectará el Extremo Oriente ruso con el noreste de China, y sabedor de la debilidad de la Unión Europea, y que la OTAN no va a intervenir militarmente. Por otra parte, ¿las sanciones aprobadas por la UE y por EE.UU. contra Rusia servirán para frenar a Putin? ¿Qué ha sucedido en países como Irán y Corea del Norte, a quienes se les aplicó sanciones incluso superiores, incluida la expulsión del sistema Swit, el llamado DNI bancario? Según parece siguen con sus programas nucleares, entre otras cuestiones.
Una cuestión importante a reseñar es que en Rusia no hay una oposición parlamentaria al ser una dictadura, y la sociedad civil organizada tiene muchos problemas por la persecución que ejerce el régimen de Putin sobre ella, más allá de la valentía de diversos sectores, aunque hoy por hoy minoritarios, que tanto hacen y que se juegan la vida. Los 5.000 manifestantes detenidos estos días son motivo de esperanza en cuanto a la existencia de un sector que no traga al dictador Putin.
¿Qué ha hecho Putin hasta ahora? Desde que llegó a la presidencia Putin en el año 2000, su política exterior se ha hecho cada vez más expansionista. Recordemos la guerra de Chechenia, que se inició en 1994 y que bajo Putin se desarrolló la segunda contienda en la década de los 2000 hasta que consiguió situar en el poder a personas afines a sus intereses; la invasión de Osetia del Sur y Abjasia, en 2008, que son oficialmente parte de Georgia, pero que tienen gobiernos separados no reconocidos por la mayoría de los países, salvo por Moscú; la anexión de la península ucraniana de Crimea en 2014; la intervención militar en la guerra de Siria que empezó en 2011; y ahora, la invasión de Ucrania.
Una cuestión importante a señalar en esta coyuntura es la falta de una política energética común de la UE. Por mucho que se haya hablado en los últimos tiempos de una transición energética verde, la cuestión es que en la actualidad cada estado funciona a su aire, y nos encontramos con una fuerte dependencia energética de Europa respecto a Rusia. En este sentido, hoy más que nunca, es necesaria una transición ecológica y energética en Europa.
Rusia, hoy en día, es el segundo mayor productor de gas tras EE.UU. pero tiene bajo tierra las mayores reservas de todo el planeta. Su cliente por excelencia ha sido siempre Europa, aunque ahora China puede ser otro gran aliado de Moscú.
¿Y qué papel juega Ucrania en todo ello? Sin duda, Rusia quiere seguir teniendo un papel muy relevante en Europa y que sus ganancias económicas producto de sus exportaciones de gas sigan en un punto álgido. Así, se han construido distintos gasoductos para inyectar el gas a la dependiente Europa, y Ucrania es la principal vía de tránsito del gas hacia Europa. Por sus tierras pasan el gas que suministra Rusia a media Europa, entre ellos los países del Este, los balcánicos, y Alemania, Suiza y Austria, principalmente. A pesar de que, en 2015, tras la primera crisis de gas con Ucrania, la Unión Europea trató de reducir esa dependencia del gas ruso, lo cierto es que no solo no lo ha conseguido, sino que ha ido a peor, ya que se ha aumentado. Rusia aún ostenta más del 40% de las importaciones de gas de la UE.
Ahora las sanciones tratarán de aplicarse, pero no parece que a la energía le vaya a afectar. Porque Europa depende y mucho de Rusia. Por tanto, mal Europa por incrementar su dependencia en los últimos años, pero esto es poca cosa en relación con la criminal ofensiva militar por parte de Rusia, que supone las peores acciones contra los valores humanos, pisotea valores como la libertad, la vida, la justicia, y agrava el sufrimiento y empobrecimiento del grueso de la ciudadanía afectada, que sufrirá con el estallido de la guerra, además de graves pérdidas humanas, la destrucción de sus viviendas y equipamientos, y un encarecimiento brutal de todos los bienes y servicios.
Las imágenes que hemos visto estos días de ucranianas y ucranianos de todas las edades para protegerse de los bombarderos de los aviones rusos, y de los miles y miles que huyen hacia países limítrofes, si estuvieran en blanco y negro, nos retrotraen a la Segunda Guerra Mundial.
Sería deseable que las movilizaciones en el Estado español fueran en aumento y fueran una respuesta contundente a la agresión militar de Rusia y al uso de la fuerza en las relaciones entre los países y los pueblos.
* Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente