Por Koldo Saratxaga vía Nerbyk2k
En octubre del año pasado tuve un encuentro en Madrid con 18 organizaciones internacionales cuyo propósito es la ayuda social y educacional bajo el ámbito de una entidad religiosa, en este caso del Estado español. El objetivo era conocer otras posibles formas de relación en el mundo de la gestión en que se ven envueltas.
Me sentí con una energía muy de dentro y creo que fluyó algo que en esos, y estos momentos, me hace ver el porqué de toda mi manera de crear organizaciones basadas en las personas desde hace mas de tres décadas. El sentir, pensar y hacer que ha marcado mi vida, ahora lo veo como algo que tenía que ocurrir, ya que es para lo que he venido a esta vida. Esto también avala mi creencia de que nada es por casualidad y sí por causalidad.
Todas las personas tenemos una misión y tenemos que procurar realizarla sin dejarnos desviar por la baja evolución en consciencia del ser humano. Y, al mismo tiempo, entender que cada persona es como es, precisamente en base a ese estado de evolución.
No hemos venido a cambiar a nadie. Cada cual tiene que experimentar y vivir; sin embargo, sí podemos contribuir a que esa evolución se produzca si creamos el humus adecuado en las relaciones humanas.
Permitidme la osadía de compartir el desarrollo en esa mañana, con esas personas y en esa atmósfera.
CUANDO EL PORQUÉ Y EL PARA QUÉ FLUYEN DE MANERA NATURAL
Quiero hablar desde las tripas, que es mi manera de sentir. La vida me ha ido muy bien, porque de todo he aprendido; sin embargo, quisiera no hablar de lo que he hecho o tengo, que ya no tiene mucha importancia puesto que es pasado, y si el porqué y cómo se ha trenzado mi hilo de vida y qué propósito ha tenido.
Si me muestro como soy, quizás se pueda entender con mayor claridad, más sentido y coherencia lo ocurrido, lo aportado, lo compartido y lo sembrado. Y así, dejamos de pensar en la persona conocida y presentada en relación a su cosecha, analizada desde la perspectiva de los éxitos y sus comparaciones, que poco nos pueden indicar en un mundo de constante diversidad y, por tanto, de absurda comparación.
Nací en un pueblo pequeño con huerto y diversos animales que eran el soporte principal de la nutrición familiar. Aprendí a tratar y querer la tierra, y atender a los animales tal y como mi padre nos enseñó.
En ese grato entorno, me recuerdo como un joven salvaje y alegre. Creció en mi interior una palabra que me ha acompañado y me ha servido de guía para andar por los diversos senderos que me han ayudado a encontrar, sin buscar, aquello que he venido a cumplir en este viaje terrenal: LA LIBERTAD. Una libertad entendida como la no dependencia de nada que atrape, de nada que cree arraigos, de nada que pueda llevarte al miedo, a la ansiedad o la permanente incertidumbre. Una libertad que me da seguridad, que me da optimismo, pensamiento positivo y algo que, en mi caso ha sido muy relevante: creer en los seres humanos y en la naturaleza en la que me siento absolutamente integrado. Esta fuerza interna me ha dado algunos problemas en los muchos lustros de camino y convivencia hasta llegar a lo que hoy siento y soy, hasta desprenderme de los archivos del pasado y de las creencias que incorporamos en nuestros primeros veinte años.
Otra cosa que descubrí cuando tenía nueve o diez años, fue la no comprensión de cómo nos hablaban a diario de un Dios todopoderoso y magnánimo que, al instante y con insistencia, se convertía en radical verdugo, con un infierno de continuo telón de fondo, por cosas que ni para un niño resultaban tan malas como nos las pintaban. No podía entender por qué había más dioses y no se ponían de acuerdo. Desde entonces, no he creído en las religiones como una necesidad para ser libre. Entendí, y entiendo, que anulan la libertad individual con sus dogmas y sectarismos.
Vivimos en una naturaleza, en un universo que nos une, en un TODO, en un océano del que somos, únicamente, una ola. Desde ese descubrimiento infantil, y mi continuo sentir antes que pensar y hacer, me ha llevado a descubrir, con la ayuda y estudio de maestros de la sabiduría y místicos, que todos los caminos terminan en la misma cima y que esa unión de todas en el TODO le da sentido a la diversidad del inmenso planeta y coherencia a esta vida.
Más tarde descubrí la pareja, descubrí la familia, fui descubriendo muchas cosas; me metí en política, que fue un gran error, disfruté de dedicarme a la educación en los años convulsos de la dictadura, y acerté, y eso también ha marcado mi vida, en conocer el sentido profundo de lo que es educar y preocuparme de su aplicación en todas mis relaciones. Educar del verbo educare es “obtener lo mejor de CADA persona”.
No se por qué causas me encontré realizando una carrera técnica, una ingeniería, que no era, ni es, lo mío. Hace un par de años, por medio de la morfo psicología descubrí que he nacido para ser filosofo, para ser creador de cosas nuevas. Efectivamente, es lo que he hecho. Nunca me han interesado las tecnologías, me ha interesado lo natural, no lo que el hombre ha ido haciendo. A veces me dicen: “Koldo, las tecnologías han facilitado mucho la vida del ser humano, desde el punto de vista de la medicina y demás”. Yo siempre he creído que esa medicina la teníamos y la tenemos en la naturaleza disponible en todo momento, y gratis. Si desde esta base reconocida hubiéramos estudiado e investigado con el único objetivo del bien de la humanidad, esta humanidad hoy se sentiría más naturaleza y, por tanto, integrada, armonizada y equilibrada tanto en lo físico como en lo mental, emocional y espiritual. Los intereses empresariales han destruido la naturaleza, la alimentación y, por tanto, la salud de la mayoría de los seres que hoy habitamos la tierra. Creo que la naturaleza como un Todo es generosa y perfecta; y que Todo se nos ha dado para nuestro disfrute. Hemos venido a disfrutar.
En la diversidad de la Tierra, no hay nada que permanezca estable ni un solo segundo. Nacemos con unos dones, talentos y habilidades personales; nada ocurre por casualidad y sí por causalidad. La suerte no existe. Como decía Picasso, “tienes que estar activo cuando tu ingenio te llama”.
He dedicado tiempo a profundizar en los sabios y en los maestros, conectándolos con lo que ha sido la evolución de mi vida de una manera instintiva, natural (ahora entiendo conectada a mis valores, dones y talentos). Comprendo que, tal y como siento el no apego, la no dependencia, tiene que ver con mucho de lo que hasta ahora vengo exponiendo: libertad, no dogmas, propósito de vida, vivir el presente…
Intuyo que venimos a la vida con una misión; las oportunidades que surgen nos pone en las jerarquías, en los poderes, las ambiciones, posesiones, en las necedades que, si no tenemos claro qué queremos ser en la vida, a qué hemos venido o cuál es nuestra filosofía de vida, el mundo económico con sus muchos juguetes y distracciones nos acaba llevando por la calle de la amargura. Estamos atrapados por los muchos archivos y creencias del pasado. Este pasado y el futuro, que no existen, no dejan que nuestra conciencia sea lúcida y nos ayude a caminar en plenitud.
En el mundo de las organizaciones, tanto con ánimo de lucro como sin el, porque he participado en todas ellas, lo que he visto y he vivido es que los intereses personales de poder y riqueza atrapan al yo materialista por algo pasajero que solo trae posteriores sinsabores e infelicidades. En NER by K2K nos presentamos como personas que sentimos, pensamos y hacemos. Por eso, nuestras acciones van después de los valores. Siempre he creído que somos primero sentimiento, luego pensamiento y al final acción. En el sentimiento está el interior, mis tripas; en el pensamiento esta el yo, el ego que inmediatamente se pone a la cabeza de la acción y antepone los intereses personales a los colectivos, antepone el qué, cómo y para cuándo interesa y qué aporta. Es la visión mecanicista y economicista a corto plazo lo que se impone; es la cosecha y no la siembra. Cuando uno siente y cree, la vida cambia, ya que es el entusiasmo en el presente lo que impera.
Cuando uno siente que cada ser humano es único, como siempre he creído, llega a tener en mente la campana de Gauss para expresar que “no hay dos personas iguales en el mundo ni dos momentos iguales”. Aquel descubrimiento hace tantas décadas me ha llevado en el caminar a darme cuenta de que vivir el presente con lo que se presenta es la manera de vivir en plenitud.
Esta es otra dimensión del ser humano, descubrir que podemos lograr la plenitud en esta vida por muy sencilla que parezca y, sin embargo, muy intensa y llena. Solo tenemos que dejar que fluya aquello que nos fue dado, esos dones y talentos; no es de seres superiores, creo que es más liberarse de lo que te ata, de lo que no existe (pasado y futuro), así como de lo que te tiene atrapado en aquello que no tienes y quieres. Me empeño en decir que no es cuestión de méritos logrados, sino de librarse de las cargas que llevas en la mochila y que no te permiten caminar en libertad. Para lograr la armonía y la paz interna es necesario caminar ligero de equipaje.
Si crees que el ser humano es una parte del Todo que conformamos, te darás cuentas que no se trata de doblegarle y vencerle, sino de facilitarle y compartir lo que queremos lograr para que forme parte de las decisiones y de lo logrado. Que forme parte del éxito. Del éxito compartido que tanto agrada. Es una manera de tener el éxito garantizado, y por lo que siento que no tengo mucho mérito en lo mucho creado en esta vida, excepto el saber caminar rodeado de personas que son las propietarias reales de la cosecha lograda por haber sido actores en los momentos de la siembra.
Tengo la seguridad de que hemos venido a disfrutar; a disfrutar de las pequeñas cosas, de las que elevan el espíritu, de cosas que se logran sin demasiados esfuerzos y sí con mucho entusiasmo y energía compartida.
Hasta aquí llegan mis reflexiones de hoy. Seguiré compartiendo este relato en mi próximo artículo.