Por José Félix Azurmendi
Es la de Xabier Sánchez Erauskin una biografía de interés por lo que ha vivido y por las circunstancias que la han acompañado. Nació en la primavera del 35, fue niño de familia represaliada por sus convicciones nacionalistas (vascas), le educaron en un ambiente hiperreligioso (católico); fue seminarista en el elitista Seminario de Comillas, futbolista frustrado por un accidente grave, breve sacerdote en la montaña alavesa, cura obrero en los bacaladeros de Terranova (Saint Pierre), activo y activista desde Madrid en el tiempo de la Transición; fue representante independiente por Álava en la primera Mesa Nacional de HB, director de Punto y Hora y subdirector de Egin; padeció prisión en Nanclares de la Oca por “delitos” de opinión, acabó su vida profesional como profesor universitario de la UPV-EHU.
Sería interesante la biografía de cualquiera que la hubiera tejido con tales mimbres, pero la de Erauskin cuenta además con la infrecuente peculiaridad de que está documentada en cada uno de sus tramos, reseñados por su protagonista con honestidad y frescura. Es de interés también porque da pie a ilustrar episodios de la historia reciente de nuestro pueblo, poco o mal contados, y son un buen reflejo del clima familiar y social que los acompañan.
Para elegir el titular de esta biografía atípica he manejado los conceptos de testigo, testimonio, compromiso, rebeldía, buscando que se ajustara lo mejor posible al que siempre ha estado en ella presente, desde motivaciones y plataformas diferentes: el compromiso con los débiles y un irrenunciable sentido de justicia. Finalmente, he optado por la rebeldía y las causas. Siendo esto así, que nadie espere del protagonista ni grandes declaraciones de principios ni poses sacrificiales. Por el contrario, su estilo de vida siempre ha sido irreverente, informal, desinhibido, cercano, pensando en los demás más que en él mismo. Los testimonios personales de algunos de sus próximos a lo largo de su vida, que acompañan a este relato, dan fe de ello.
Se impone una explicación a esta biografía atípica. Un amigo común me pidió que escribiera algo acerca de él para volcarlo en la Wikipedia y hacerlo como regalo de su 87 cumpleaños. No le faltaban motivos para pensar que debía ser yo quien lo hiciera. Desde aquella fecha de 1978 en la que se presentó en el Polígono Eziago de Hernani donde estaba la sede central del diario Egin en compañía de El Zurdo (Mugika Arregi) -con el que venía de publicar un par de libros-, armado de cámara fotográfica, mochila y guerrera de explorador, que es cuando le conocí, hemos compartido ininterrumpidamente compromisos, ilusiones, decepciones, y oficio. Hemos compartido momentos gozosos y momentos tristes. Hemos compartido en los primeros ochenta incluso dormitorio, cuando nuestra seguridad aconsejó no salir a horas intempestivas del edificio del periódico y quedarnos a dormir en su interior. El traqueteo de la rotativa debió reportarle a los tiempos felices de los bacaladeros en los que años antes había dormido, porque lo hacía como un bendito y solo los cortes por ruptura del papel le alteraban. Si mi cuenta no falla, son ya 43 años de convivencia.
No me sentí capaz de resumir su vida y sus milagros para la Wiki y pensé que hacerlo para un libro sería menos complicado. Menos complicado sin duda, pero no exento de complicaciones, porque corría el peligro de convertirlo en una hagiografía que el protagonista la hubiera entendido como un insulto. Y porque en ocasiones no tenía claro qué decir y qué callar, para no entrometerme en intimidades familiares o en desahogos volcados en diarios que seguramente no habían sido recogidos para su exposición pública, pero que, en su autenticidad, eran las mejores pinceladas para su pintura.
Cuando regresó por primera vez de Saint Pierre et Miquelon, el periodista de Faro de Vigo que le entrevistó lo describió “encorvado, delgado y fino como el hielo de Groenlandia. Lento hablando, lento caminando, lento saludando”. No está ya tan fino, y los años no han pasado en balde, pero como dijo en una entrevista allá por los ochenta, le siguen sin “inquietar el paso y el peso de los años”. También dijo, en aquella encrucijada de 1982, que “la fe es compromiso auténtico, o no es nada”. Y digámosle nosotros a Erauskin, con Bergamín, que “Vivir no es peregrinar. / La vida no es un camino/ por el que tengas que andar/ lo mismo que un peregrino. // La vida es como la mar: / sobre las olas y el viento/ no se puede caminar. // Oye al latino cantar: / lo que importa no es vivir: / lo que importa es navegar“.