Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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DEMOCRACIA

Por Javier Sádaba

Democracia es una palabra que está en boca de todo el mundo y no hay Estado que no se titule democrático, sea de la índole que sea. Desde que nació en la Grecia clásica ha estado rodando históricamente, se la ha intentado fundamentar de una u otra manera, se han señalado sus deficiencias internas o se la invoca como algo a lo se debe aspirar y no se puede renunciar.

No es extraño que desde el campo filosófico se diga que es un concepto denso y de difíciles contornos.

En cualquier caso y en nuestros días, se supone que la democracia posee un núcleo. Y, más allá de que, por ejemplo, se la considere directa o representativa, consiste en el modo de gobernar que elijan libremente individuos libres e iguales.

En este sentido, y conviene recordarlo, ninguna monarquía es democrática puesto que manda e impera alguien por sus genes y no por haber sido elegido. Se trataría de algo heterónomo, o por encima de nuestras cabezas, frente a lo autónomo, que en todas las cabezas son iguales.

Por mi parte voy a fijarme en una diferencia éticamente relevante y de sumo interés en lo que respecta a nuestra vida de todos los días. Y es que podríamos pensar, como lo han hecho no pocos autores, que es un deber para no matarnos y poder vivir en paz, mientras que, por otro lado, la podríamos contemplar como un bien, una obra positiva en la vida humana. Un bien, en suma. En otros términos, un mal menor frente a un bien mayor, una necesidad frente a una posibilidad.

Por mi parte me inclino por lo segundo. Y habría que inculcarlo pedagógicamente de forma que no dimitamos de ideales de convivencia y de alcanzar una meta en la que se den la mano la justicia y el gozo.