Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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INCENDIOS FORESTALES Y CAMBIO CLIMÁTICO

Por Julen Rekondo- Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente

Una de las consecuencias de la crisis climática es el riesgo de incendios forestales. Las cada vez más frecuentes olas de calor, las sequías y los intensos vientos están afectando a las masas forestales. Estos factores favorecen los incendios y los hemos podido ver durante el pasado verano y también ahora en otoño. Pero en Euskadi, al menos en Bizkaia, Gipuzkoa y la parte norte de Álava, la época de mayor riesgo de incendios forestales es en otoño e invierno. En esas estaciones, buena parte de la vegetación herbácea que se encuentra en los montes de Gipuzkoa, Bizkaia y la parte norte de Araba se seca y también los matorrales tienen menos humedad interna al disminuir el movimiento de la savia. Si a esta situación se le une períodos prolongados de viento sur sin lluvias, el peligro de incendio se incrementa considerablemente. De hecho, los mayores incendios que ha habido en Euskadi desde que se tienen datos, tuvieron lugar en 1989, y se produjeron hasta las mismas navidades de ese año, y donde se quemaron los mayores eucaliptales en Bizkaia.

Y es lo que está ocurriendo con los últimos incendios ocurridos en Balmaseda y alrededores, que llegaron al valle de Mena en Burgos, y posteriormente con los incendios que se desataron en la Arboleda, Berango y Loiu, que se han producido con temperaturas auténticamente veraniegas, pero en pleno otoño -en algunas de las noches en los últimos días los termómetros han superado con creces los 20 grados en muchos puntos-, viento sur y muy fuerte, y con vegetación muy seca. Pero también quisiera recalcar, que dichos incendios se han dado en zonas donde había pinares y eucaliptales. De hecho, en 2016 hubo lugar un incendio devastador en Berango y se dio en una zona de eucaliptos. 

Hoy en día, según el inventario forestal del Gobierno vasco de 2020, es el pino radiata o insignis la especie que ocupa mayor extensión en Euskadi, con el 28% de toda la superficie forestal arbolada. Ahora bien, en los últimos tiempos es el eucalipto es el que está aumentando en extensión, entre otras causas, por la enfermedad de banda marrón que afecta a los pinos producida por un hongo, y en las últimas tres décadas la superficie cubierta por eucaliptos se ha multiplicado por cuatro en Euskadi debido a su mayor rentabilidad y ya cubre el 2,6% del territorio. Aunque la extensión en las plantaciones de eucaliptus varía mucho entre los tres territorios históricos. Mientras que en Bizkaia alcanza las 20.500 ha, en Álava ocupa una extensión de 1.350 ha, y en Gipuzkoa, 1.214 ha. En Bizkaia, el pasado abril, las Juntas Generales aprobaron una moratoria de plantación del eucalipto hasta 2026, de cara a parar su extensión.

El eucalipto es un árbol introducido en la península Ibérica a finales del siglo XIX y desde entonces se ha plantado de manera masiva sobre todo en la cornisa cantábrica por su clima templado y por las diversas aplicaciones que tiene su madera, pero tiene un fuerte impacto en el medio ambiente porque deteriora el suelo, consume una gran cantidad de agua y reduce notablemente la biodiversidad.

Los eucaliptos tienen “un efecto ambiental negativo, tanto en Euskadi como en el resto de la península”. Esta es la conclusión final de un estudio encargado por el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno vasco a un equipo de expertos de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que se hizo a instancias del Parlamento vasco, que en diciembre de 2018 debatió sobre la consideración o no como especie invasora de esta familia de árboles de crecimiento rápido originarios de Australia y el sureste asiático.

En dicho estudio se viene a decir que los eucaliptos tienen enormes impactos en la biodiversidad. Los suelos ocupados por las plantaciones “tienden a ser más impermeables” debido a la hojarasca del eucalipto, que también frena el crecimiento de otras especies de plantas. Y, “también se aprecia” -se señala en las conclusiones- “una disminución en la diversidad de invertebrados del suelo, de hongos terrestres, líquenes y plantas”, así como de los anfibios y aves. A la hora de analizar si hay especies más propensas a los fuegos, los autores del estudio, describen como hay árboles, caso de pino o eucalipto, que presentan en general unas características que hacen aumentar su inflamabilidad (hojas finas, alto contenido en compuestos volátiles, mayor desecación de la hoja en verano, etcétera).

El cambio climático no es el que produce los incendios forestales. Los bosques los queman las personas, de forma intencionada o por negligencias, y una pequeña parte por efectos naturales. Las estadísticas oficiales son elocuentes: en el decenio 2006-2015 (último del que hay datos oficiales para el conjunto del Estado español) casi el 5% obedece a causas naturales (rayos) y el 80,77% tiene su origen en la acción humana, ya sea intencionada o negligente. Un pequeño porcentaje (2,20%) se debe a la reproducción de incendios que se consideraban extinguidos. En el resto de los casos, no se logra identificar el origen, y cabe suponer que buena parte se deberán también a imprudencias o serán provocados. Ahora bien, el cambio climático está secando la vegetación debido a las altas temperaturas y provocando una reducción de las precipitaciones, haciendo que los paisajes sean más inflamables y aumentando así la probabilidad de que se produzcan. Esto unido a las masas forestales que tenemos, resulta un coctel perfecto.