Por M. Rafael Sánchez
El pasado día 10 del presente mes, fallecía el filósofo y escritor italiano Nuccio Ordine, al que se entregaría el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades de este año el próximo mes de octubre. Defensor y divulgador de las raíces humanísticas europeas y de la importancia de su enseñanza escribía, por ejemplo, que “Europa, olvidándose de sus raíces culturales, está matando progresivamente el estudio de las lenguas antiguas, la filosofía, la literatura, la música y el arte en general”. Detrás de esta pérdida de los saberes que son nuestras raíces está la deriva utilitarista y mercantilista de la educación. Nos encaminamos hacia una educación meramente tecnológica, como si la educación solo fuera preparar individuos aptos para competir en el mercado laboral, cada vez más exigente y excluyente de aquellos que no son lo suficientemente competitivos. Con estas miras nunca se podrá erradicar el fracaso escolar, pues es sistema basado en la clasificación y consiguiente promoción de unos y exclusión de otros.
Ordine, en su libro Clásicos para la vida, que es una antología de pasajes de diferentes autores de diversas épocas y continentes comentados por él mismo, toma el siguiente de Albert Einstein: “La escuela debe siempre plantearse como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad armónica y no como un especialista”. La sabiduría, la reflexión y claridad de tantos pensadores que abogan por esta idea de educación no se ha tenido en cuenta en ninguna de las diferentes reformas educativas –aunque hay diferencias notables, pues no es lo mismo la Ley Celaá (LOMLOE) que la Wert (LOMCE)-, como si en la educación sólo se escucharan las demandas del utilitarismo y no las de la sabiduría o del conocimiento.
Recuerdo en mi vida de estudiante y maestro cuántos conocimientos, de poca o ninguna utilidad, he tenido que aprender y, a la vez, me he visto obligado a enseñar. Aún no sé el beneficio de esa insistencia en enseñar contenidos como el análisis sintáctico, las ecuaciones complejas, la formulación química… Para comprender y disfrutar de la lectura, para escribir estos artículos u otros escritos nunca tuve que echar mano de esos conocimientos absurdos y sistémicos. ¡Cuántos alumnos ven truncados sus deseos de conocimiento, su curiosidad, su ímpetu investigador por no poder aprobar este currículo poco útil tanto para la vida como para saber quiénes somos! Son conocimientos a los que sólo van a recurrir aquellos que eligen alguna carrera específica. Pero reconozco la comodidad del corregir unos cuantos análisis sintácticos y morfológicos antes que unas redacciones. Ahora, ¿qué miden unos y otras?
En estos días, leyendo Magisterio Abulense -una publicación de la asociación de maestros abulenses UNITAS durante la II República-, descubro que las pruebas del concursillo oposición para ingreso en el Magisterio tenían dos partes, siendo la primera:”Una redacción sobre un tema que sea adecuado para apreciar la corrección, el dominio del lenguaje y la cultura literaria del opositor, y otra de planteamiento y resolución de dos problemas que demuestren la cultura científica del aspirante.” La segunda parte era una práctica escolar ante un grupo de alumnos de escuela. ¡Y nos creemos que el progreso es algo inherente al devenir humano!
Para Nuccio Ordine la buena escuela no la hacen las tablets, ni los programas digitales, ni el ser subsidiaria del mercado ni el caer en la competitividad entre ellas, sino “formar ciudadanos libres, cultos, capaces de razonar de manera crítica y autónoma”. Porque “la escuela que mira al mercado se convierte en mercado ella misma”. Estamos hablando de que una de las más altas tareas del ser humano, cual es educar a las generaciones venideras, se está convirtiendo en agente subsidiario de un sistema que olvida al propio ser humano.