Por Alberto Ayora Hirsch. Presidente de la FEDME (2021-2024)
Este verano han saltado todas las alarmas con los accidentes en montaña. Lo cierto es que llevan una evolución progresiva en los últimos años, en algunos casos con resultados mortales, lo cual siempre es una tragedia.
Lo que también resulta evidente y palpable es el incremento de la afluencia de visitantes en el medio natural, y en particular en zonas de montaña, y, por tanto, el aumento de las situaciones de riesgo; algo que creo irá a más, por el atractivo propio de las montañas y como refugio climático.
La sociedad, en general, percibe esta problemática como un problema estacional que se produce principalmente en verano, como los incendios forestales, y que afecta, normalmente, a “gente insensata y sin preparación”. Hay que hacer notar que las cifras, aunque como ya se ha dicho aumentan paulatinamente, y varían cada año, no son alarmantes en términos de salud pública; cuando por el contrario sí lo son los suicidios.
Sin embargo los medios de comunicación, especialmente los locales o regionales, priorizan y exponen en primera plana las noticias relacionadas con estas situaciones de riesgo en montaña, bien por la propia merma veraniega de circunstancias noticiables y/o porque realmente sí que son de interés para la sociedad.
Los accidentes en montaña normalmente afectan a un grupo de personas limitado, una persona o un grupo pequeño de 2 o 3, no siendo, normalmente, un grupo colectivo el que sufre el percance. ¿Por qué entonces este interés en los medios? Podrían darse varias explicaciones, pero queremos incidir en que se trata de una actividad saludable, que afecta a personas que hacen deporte en la montaña, en plena naturaleza, y en gran medida, a jóvenes, incluso menores. No hay que olvidar tampoco la importancia que tiene la montaña como destino turístico, y por tanto la importancia de vincular la seguridad con la calidad de un destino turístico: el objetivo debe ser mantener unas condiciones de seguridad que se consideren aceptables por sus visitantes.
La cultura preventiva en la seguridad en montaña
Sabemos que “lo que no se mide, no existe y no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. El concepto de Cultura Preventiva sabemos que no es nuevo. La investigación del accidente de Chernóbil fue su origen en 1986. Es ineficaz tratar de implantar un modelo de Cultura Preventiva y desarrollar herramientas para avanzar en la gestión preventiva, sin medir previamente en qué situación estamos. La escalera de Parker es uno de los modelos más conocidos y utilizados. ¿En qué nivel de Cultura Preventiva nos encontramos en montaña?
Recordemos. El primer nivel es el Patológico cuando no hay interés en la prevención ni implicación alguna con la seguridad. El siguiente el Reactivo, cuando se da respuesta solo ante los accidentes y se actúa a la defensiva y con falta de previsión o planificación. En el nivel Calculador la prevención es percibida como un “problema” solo de algunos (los técnicos de seguridad) y no está integrada en todos los estamentos de la organización.
Son en los siguientes niveles donde reside el salto cualitativo en seguridad y las verdaderas mejoras. En el nivel Proactivo la organización se involucra de forma activa e integra la seguridad como un verdadero valor. Y en el Generativo la organización no sólo se involucra, sino que prima una filosofía de esfuerzo constante y sin descanso desde la óptica de la seguridad.
Estrategia preventiva actual: “No os hagáis mal”
El enfoque por parte de las administraciones, hasta la fecha, ha sido básicamente una línea preventiva blanda en el territorio afectado, siempre muy alejados del público objetivo, que reside fuera de las zonas de montaña, y digamos poco proactivo y dinámico, casi paternalista: No os hagáis mal. Resumiendo, una solución basada en consejos y más consejos, que además están muy alejados del terreno de juego, y que siempre es necesaria pero nunca será suficiente.
Por tanto, como cualquier política de la administración pública, la estrategia en la prevención en zonas de montaña debería basarse en la eficacia y eficiencia de sus acciones, y para ello, debería contar con indicadores y/o mecanismo para medir y revisar los resultados de dicha estrategia, y en su caso establecer las medidas de corrección adecuadas, algo de lo que actualmente carece. ¿Cómo medimos el éxito de la prevención en montaña? ¿Midiendo solo los accidentes?
Una estrategia de prevención debe medir y revisar los resultados de dicha estrategia
El estado actual de nuestro conocimiento en seguridad, en las zonas de montaña, está muy por delante de las campañas y medidas actuales. Por ello la sociedad plural, tecnológica y del conocimiento en la que nos encontramos, debe avanzar de forma diligente e inteligente, aplicando criterios de eficacia y de eficiencia a los recursos públicos asignados, en la mejora de la seguridad en montaña.
En la siguiente parte de este artículo propondremos una serie de medidas que considero son no solo más que necesarias, sino sobre todo actualizadas al mundo en el que vivimos.
Enlace: https://opra.info/accidentes-en-montana-aumentan-por-la-masificacion/