Por Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
La invasión de Ucrania por el ejército ruso tras más de un mes de conflicto militar y lo que ello supone en lo referente a muertes de seres humanos, mutilaciones, oleadas de refugiados o destrucción de bienes materiales, nos está haciendo ver, además, que el modelo energético que existe en la actualidad, fuertemente dependiente de los combustibles fósiles como es el caso de la Unión Europea y del Estado español, aumenta la inseguridad y la vulnerabilidad energética, y provoca la crisis climática. Tampoco se trata de sustituir unos proveedores de gas por otros, como parece que pudiera ocurrir progresivamente, como es la llegada a Europa de gas licuado desde Estados Unidos precisamente obtenido a través de la técnica del fracking, que tiene impactos muy severos, y que en Europa se ha rechazado su explotación dentro de sus fronteras, y encima a un precio sensiblemente mayor que el de Rusia. En el Estado español y en diversas comunidades, entre ellas Euskadi, el fracking originó numerosas protestas, y no parece que se quiera revivir esta polémica técnica.
Sin duda, se trata de avanzar lo más rápidamente posible con otro modelo que nos aleje del carbón, el petróleo, el gas y la energía nuclear, y que nos conduzca por la senda del ahorro energético, la eficiencia energética y las energías renovables.
Sin embargo, el conflicto militar desatado en Ucrania tras la invasión de Rusia pudiera provocar que se retrasara la lucha contra el cambio climático, y una buena prueba es que no se están produciendo movimientos para reducir el uso de los combustibles fósiles, ni mucho menos, sino por reemplazar los que vienen de Rusia por gas y petróleo de otros lugares o incluso de poner de nuevo plantas de carbón en funcionamiento.
El cambio climático no ha desaparecido. El VI Informe del Panel Intergubernamental de científicos sobre el cambio climático de Naciones Unidas (conocido por sus siglas en inglés, IPCC) viene a decir que estamos en plena emergencia climática, y que los impactos y efectos que se están produciendo son muy peligrosos, que se están dando muy rápidamente, y que hay que actuar ya. Precisamente el 4 de abril se hará público la tercera y última entrega del citado informe que abordará la problemática de la mitigación, es decir, como reducir los gases de efecto invernadero para que no vaya a más el calentamiento terrestre. La primera entrega del informe de IPCC se hizo pública en agosto y la segunda el 28 de febrero.
Actualmente el acuerdo internacional vigente en relación con el cambio climático es el Acuerdo de Paris, aprobado en diciembre de 2015. El citado acuerdo plantea que no se puede sobrepasar los 2º C para 2100, aunque considera que es recomendable no hacerlo por encima de 1,5ºC. Entonces, ¿cuánto podemos emitir? Actualmente, solo nos queda por emitir el 9% de emisiones, según el VI Informe de IPCC, y al ritmo actual lo podemos hacer en 10 años, en 2030.
Por tanto, una cosa es tratar de paliar los efectos que está teniendo la crisis energética actual entre otros, con el abusivo precio de la energía para los diversos sectores de la población y lo que repercute en la alimentación, en la movilidad y en muchas más esferas de la vida cotidiana, y, otra, es la de avanzar en el proceso de descarbonización, compensando a las personas y sectores que salen perjudicados en la transición energética.
En Euskadi se produce muy poca energía y consumimos mucha, al tener un tejido industrial muy intensivo energéticamente y tener que pagar la energía el precio que otros marcan. En este sentido, es necesario mucho más pronto que tarde, apostar de forma decidida por la descarbonización, y para ello por el desarrollo de las energías renovables, el ahorro y la eficiencia energética.
Nuestra comunidad actualmente cuenta con una bajísima producción de energía renovables -las renovables alcanzan en nuestra comunidad el 16,2 % del total de la generación de electricidad en 2020 según el Ente Vasco de la Energía del Gobierno vasco-, que representan el 8% a nivel del consumo energético total, mientras que el Estado español en 2020 generó el 44% de la electricidad a través de las renovables.
De todas formas, sustituir el consumo energético actual en Euskadi procedente de los combustibles fósiles que alcanza más del 80% del consumo energético total por energías renovables, es harto complicado o imposible, ya que hay límites físicos, territoriales, de escasez de materiales, ya que las energías renovables precisan de algunos de ellos que se extraen, se producen y se transportan, además, con combustible fósiles, como bien señala Antonio Turiel, investigador científico del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC y autor del libro «Petrocalipsis: Crisis Energética global y como (no) la vamos a solucionar”. Es más, Antonio Turiel viene a considerar “que con fuentes de energías renovables se puede producir como el 30 o el 40% de lo que estamos consumiendo ahora con todas las fuentes de energía”.
Por otra parte, también se plantea el hidrogeno verde, un gas que se obtiene de la separación del hidrógeno y el oxígeno por la acción de electricidad proveniente de una fuente de energía renovable. Para conseguir hidrógeno verde se requiere de una inversión energética previa, a través de plantas fotovoltaicas o solares, lo que implica que al final del proceso haya una pérdida de eficiencia notable, que distintos expertos sitúan en un 30% en muchas de sus aplicaciones, e incluso más.
Antonio Turiel, en una entrevista publicada recientemente en la revista Climática, considera que el hidrógeno verde formará parte de un conjunto de alternativas a los combustibles fósiles, pero «pensar que vamos a sustituirlo todo por hidrógeno es completamente ilusorio. Eso es imposible, porque sería un desperdicio de energía tan grande que más nos valdría empezar a pensar en otras maneras de aprovechar más directamente la energía para aquello que realmente queremos hacer».
El debate central, en mi opinión, es si debemos encaminarnos a una sociedad en la que básicamente haya una reducción radical del consumo energético, o hacia otras alternativas que plantean que se puede sustituir la actual economía de los combustibles fósiles sin modificar en lo fundamental el modelo de producción, consumo, movilidad, y, en definitiva, el modo de vida en que vivimos. Y esto último es no ver el verdadero problema que tenemos planteado. No tiene sentido intentar preservar un sistema económico basado en el crecimiento infinito, y, además acelerado, en un planeta finito, y menos cuando se multiplican los signos que nos muestran que ya hemos alcanzado diversos límites planetarios. Esto ya se dijo, hace ya cincuenta años, con el estudio que diversos científicos realizaron para el Club de Roma, “Los límites del crecimiento (1972).