Por M.Urraburu
Solo ahora, porque este año ha sido bastante seco en muchas áreas de nuestra geografía, nos empezamos a dar cuenta de la presencia del agua; un bien que escasea, pese a que nos parezca abundante. El agua ocupa las tres cuartas partes de la superficie terrestre. . . y sin embargo es escasa para al menos, la mitad de la humanidad. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua, celebrada en Mar del Plata, en Argentina, en el año 1977 llevo al establecimiento para el periodo comprendido entre ese año y 1990, del “Decenio Internacional del Agua Potable y del Saneamiento Ambiental”.
Es curioso, pero el problema no se circunscribe a la escasez y en consecuencia a la obtención de agua. Si bien hay muchos países, del llamado “Tercer Mundo” o subdesarrollados, que por falta de recursos carecen de ella, en los países más industrializados se está viviendo un hecho totalmente opuesto: El mismo proceso acelerado de desarrollo y producción ha provocado que , aun allí, donde el agua no escasea, también se haga imposible su utilización o reutilización a causa de multitud de materias contaminantes que arroja la industria y los grandes núcleos urbanos.
El medio ambiente humano está también constituido por las aguas fluviales, por los manantiales, lagos y mares. No se puede continuar con la desidia practica de hacer de muchas de nuestra aguas depósitos, que arrastran nuestros desperdicios y que finalmente acaban por transformarlos en auténticos basureros, en aguas muertas, inútiles para todo uso y contaminantes a su vez muy importantes, a la vez que transmisores de buen número de enfermedades.
El agua, paradójicamente abundante y escasa, es un bien de uso múltiple que se inutiliza con un descuido que terminaremos pagando todos.
