Por Arantzazu Ametzaga Iribarren, bibliotecaria y escritora.
La vida es una hilera de pequeños y grandes movimientos sísmicos que nos van sacudiendo. A veces provienen de nuestras experiencias vitales, otras nos llegan de fuera para indicarnos que formamos parte de un todo, que somos pequeños universos dentro del infinito universo. La teoría de la mariposa en el oriente del mundo sacudiendo con sus preciosas alas la brisa que nos llega a occidente, se vuelve real, aunque esta vez de modo pavoroso. Con perplejidad repite mi acongojada voz interior: No puede estar pasando otra vez.
La política, definida como el arte de lo posible, o en palabras mordaces de Paul Valery en el arte de evitar que la gente se preocupe de lo que le atañe, caso Putin, debería ser dialogo fluido entre adversarios para lograr solución satisfactoria de los conflictos en cuestión. Se trata de lograr la convivencia pese a la diferencia, de evitar lesionan el honor del contrario atendiendo a la Ética, ejercitar la dialéctica cuidando la Estética. Se afirma que quien usa palabras soeces lo hace por desconocer el lenguaje, que el contraataque es valioso para detener el ataque. Vemos políticos en nuestro entorno hoy día, lanzan arrogantes ofensas a los independentistas, como en 1936, utilizando epítetos en tono despectivo como independentista, rojo, separatista… Sirvieron de plataforma para un golpe militar que desencadenó una guerra civil y una dictadura atroces, al mando de un Franco que manipuló estos conceptos. Seguimos desenterrando de las cunetas a ciudadanos asesinados por tal designación.
Eso pasó hace años… dicen algunos, queriendo borrar el pasado que, sin embargo, resurge tenaz, como es el caso de Ucrania y su invasión. Recobramos la imagen hórrida, para no ir mas leos, de la terrible irrupción de Hitler en el escenario europeo, su invasión a Polonia y la guerra mundial que se desencadenó para mal de todos, mientras él alardeaba orondo del espacio vital a conquistar y de sus victorias bélicas, de sus soldados que desfilaban campantes y sus modernas máquinas de guerra, aunque eso si, bien acomodado en su refugio alpino, contemplando montañas coronadas de nieve, paseaba por caminos de hierba, gozando de reuniones amistosas. Revisamos la Historia para anotar cuanto hemos soportado como Humanidad a estos lideres mesiánicos, escuchado sus discursos de gloria y honor, aunque en las trincheras de la guerra a donde nos han llevado y ellos no han ido, solo cabe el horror.
En Ucrania, un país rico pero con antecedentes de hambruna, con mas de 150.000 sacrificados en el Holocausto nazi, Putin, el asesino de Chechenia, pretendieron justificar su ataque, descalifica al presidente Zelenski, nieto de judíos sacrificados y, sobre todo, con un buen curriculum personal y electo presidente de su país y que soporta con dignidad esta nefanda crisis que como única culpabilidad visible tiene es el viraje de de Ucrania a Occidente. Debido a los medios informáticos actuales estamos situados en el frente de batalla y somos partícipes de la tragedia humana que se desarrolla en la última frontera de nuestra Europa. Volvemos a sentir el miedo por nuestras vidas y la de nuestros seres queridos, por la vida y el bienestar de cada ser humano allá donde esté. El Nunca mas que surgió del alma de la la Humanidad ante el horror de la 1º Guerra Mundial, surge hoy de nuestra garganta estremecida. Pero no sirvió para evitar la 2º. Guerra que le siguió, ni apartarnos de esta última que nos amenaza.
Comparto el pánico de Kiev y de otras poblaciones ucranianas, viendo sobrevolar por sus cielos aviones vomitando bombas en lugares públicos que sirvieron para el desarrollo cívico, en la auto dinamitación de puentes óptimos para la comunicación, pero que ahora pueden facilitar la invasión, la hilera de tanques taponando avenidas y calles que sirvieron para el paseo ciudadano, bloqueadas las estaciones de tren pero no por disfrutar del viaje sino por huir de la muerte, la hilera de vehículos acantonados en las gasolineras, en dirección a no se sabe donde, de la multitud durmiendo en los inhóspitos pasadizos del metro. El llanto de los niños y el grito de las mujeres se me clava en el corazón. La ausencia de hombres pues han sido llamados a filas, para defender lo que no ha debido ser atacado, me sacude con horror, pues pues pienso en mis hijos y nietos, en los hijos y nietos de los demás, en todo ser humano que aborrece de un arma de fuego para imponer su razón a la sin razón de los demás. Contra quiere pretenda negar a cada quien el espectáculo de las estrellas, la beleza de la luna llena, la visión infinita de los mares, la frescura de la lluvia primaveral, la blanda belleza de la nieve, la hermosura de los amaneceres, la dulzura de los atardeceres. La extensión del horizonte. La lectura placida de la poesía o el discurso amplio de la Filosofía. El ejercicio del trabajo, sea agrícola o técnico, que incluye un modo de vivir. De Ser.
Y me duele también quien sin apenas empezar a vivir, yace sacrificado, un soldado ruso junto a su tanque de guerra. La fotografía inmisericorde lo muestra desparramado sobre si mismo, tumbado para siempre en una tierra a la que nunca debió acudir, al mandato de un un líder que le habla de la gran Rusia, pero no con el verbo de escritores como Tolstoi que abrieron puertas para la protesta por una vida mejor, sino con el vocabulario de la vieja Rusia zarista, edificada sobre servidumbre y dolor. Es una víctima mas del conflicto. Pero no le llorara Putin ni su cuadrilla, solo su madre en algún pueblo de la Rusia esteparia donde quizá, el ir al ejercito lograba remediar su miseria vital.
Cada lágrima de un poblador de Ucrania, hombre o mujer, anciano o niño, me muerde al corazón. Revivo otros dolores padecidos por mi familia como es el de la evacuación, abandonando hasta el último recuerdo físico que formaba parte de su vida, sabiéndolo propicio para el rob o el incendio, dejando de ser con él una parte de uno mismo. Ese dejar de ser lo que se fue, para intentar seguir siendo pese a la atrocidad de la rapiña. Esperemos, aunque el daño esta hecho que el conflicto que no debió comenzar, termine de una vez.