Por M.Urraburu
Hace un tiempo el político nombraba a sus asesores entre los que sabían de la cosas del sector que tenia a su cargo. El ministro de Urbanismo se rodeaba de arquitectos, el de Sanidad de médicos, el de Economía de economistas y así hasta conseguir un gobierno de gente entendida en la cosa. Con el tiempo la “cosa” ha ido cambiando y así la palabra “asesor” ha entrado en el mercado identificándose casi, exclusivamente, con los asesores de imagen encargados de ofrecer la cara buena, amable y simpática “ irreal“ del candidato en las campañas electorales, algo que podríamos considerar un fraude si consideramos, además, que lo pagamos los de siempre. Y, así, durante toda la legislatura. Podríamos decir que el poder político ha aprendido a maquillar su imagen ocultando lo que hay debajo de la pintura. Y, como aquí aprendemos algunas cosas enseguida, ya no hay empresa o sociedad pública o privada, por pequeña que sea, que no dedique a la comunicación buena parte de sus recursos, incluidos los humanos. Los gabinetes de comunicación están por todas las partes. Producen, envían noticias, mandan citaciones, conciertan entrevistas, envían correos electrónicos sin descanso, con la intención de que el medio de comunicación que lo reciba de salida a esas noticias, de dudoso interés, para lectores y oyentes, consiguiendo así una publicidad gratuita introduciendo un elemento perturbador cuando los asesores de prensa intentan ir mas allá de su función.
Mientras los medios de información se dedican al periodismo tradicional, los gabinetes de prensa absorben competencias informativas. Así, no es extraño que los asesores se crezcan y se crean en el derecho de dictar la información al periodista profesional. Ruedas de prensa sin preguntas, comunicados de sus jefes de prensa ya elaborados y un largo procedimiento inadmisible por parte de los partidos políticos y grandes grupos de poder.
Hay muchas instituciones y empresas privadas con grandes plantillas de informadores donde los gabinetes entran, incluso , en enfrentamiento entre sí. Todo lo dicho, es sin duda, una buena salida laboral para esta vendita profesión sumida en una importante crisis. Lo que no es de recibo es que sus informaciones tengan el mismo valor que las del periodismo libre al que en tantas ocasiones tratan de suplantar con una dudosa ética.