Sereno y paciente me he sentado en un viñedo antiguo a escuchar a cepas que se plantaron hace más de cien años. Con sus palabras, si las hubiere, quiero agradecer el último premio otorgado al Blog Rioja Alavesa.
El escritor Julio Cortázar confesó que su madre leía mala literatura, si bien su imaginación le abría otras puertas. Su madre y él tenían un juego: contemplar el cielo y con la forma de las nubes inventar grandes historias.
“Mis amigos no tenían esa suerte. No tenían madres que mirasen las nubes”, dejó escrito el argentino.
Julio Flor / Rioja Alavesa **
Venid conmigo a una viña de cepas centenarias, de esas que nos regalan vinos de alta calidad, situada entre la Sierra de Toloño/Cantabria y el Río Ebro, al sur de Euskadi.
Sentaros a mi lado en el renque. Escuchemos juntos el vuelo de los pájaros y el repique lejano de campanas, atendamos qué dice el aire, qué susurran las cepas sabias, aparentemente impasibles, que comparten la vida y el terroir con millones de compañeras de todas las edades.
Abriendo camino al silencio he creído escuchar un suspiro. La cepa de la tierra alavesa abre sus brazos, dejando en mi mirada una huella invisible. Un suspiro de paz y tranquilidad ya es mucho.
“Has de saber que hablo a través de mis frutos. Ahora me dispongo a dormir el sueño del invierno, pero son mis viticultores, una generación tras otra, y con ellos las bodegas y los comercializadores de los vinos quienes muy despiertos mueven el mundo vitivinícola”.
Palabra de cepa que ayuda a entender el planeta campesino, tan importante, a viticultores que dan vida al mundo rural, al universo bodeguero. Un poco de luz, un poquito, la suficiente, lejos de las intrigas del mundanal ruido.
La cepa que habla echó raíces en 1924. En 1936 tenía 12 añitos. En 1939, 15. En 1945, con el armisticio de la II Guerra Mundial, 21 añitos. Ella bastante ha tenido con mantenerse en pie y dar fruto un año tras otro de la mano amiga de su viticultor, a la intemperie, plantando cara a las heladas, el pedrisco o las plagas, mientras sus campesinos pasaban de generación en generación bajo el peso de la Historia. En 1975 ya contaba 51 primaveras…
Puede que la cepa se exprese. Que los agricultores hablen con ellas. Lo importante es qué dices tú al mirarla desde la atalaya de tu vida.
“Tiráis o quemáis mis frutos, arruináis a mi amante viticultor, destruís sus sueños, amagáis con arrancarme y desterrarme definitivamente de mi país y de mis gentes. Hay en mi mundo mercaderes avaros, burócratas mediocres, pusilánimes egoístas”.
Es el rotundo reproche de esta otra cepa de uvas vitícolas extraordinarias exhalando un profundo lamento, expresado desde sus entrañas un dolor que no quiero dejar en el olvido.
Escucho, respiro profundamente, callo, tomo nota en el folio en blanco e mi memoria. Contemplo su desgaste, el sacrificio, el tiempo reposando sobre su piel de leña, la vida que le queda por delante.
La cepa de más de un siglo de existencia abre un ojo de bondad. En su mirada veo un sencillo mensaje: «Cuidad de mí y yo cuidaré de vosotros»… Es como si por ella hablara toda la madre Tierra. Cual si quisiera abrir el porvenir de par en par.
“Nos plantó el bisabuelo de aquel viticultor en 1906. He visto cinco generaciones de su familia, incluidos sus hijos. La maravilla es que si me cuidáis bien podré ver otras cinco generaciones más. No hay nada más sostenible que una viña viviendo más de 100 años, un patrimonio vivo, un prodigio que deberíais conservar”.
Me levanto del renque con esta vendimia de palabras de otoño en la carpintería de mi alma, deteniéndome para escuchar un último mensaje:
“Mis raíces alavesas llegan muy lejos. Aunque a veces no os percatéis de ello, irradian su néctar, alimentan y acompañan al resto de Euskalherria… y al mundo”.
Julio Cortázar tuvo la suerte de tener una madre que miraba las nubes. Quiero creer que en Rioja Alavesa cuentan con un Blog que aspira a ser foro en la plaza de los pueblos.
Un blog que, como dice Antonio Mijangos, se ha convertido “en diez años de historia escrita en el púlpito de los vitivinicultores”… en el altavoz de las cepas humanas que hablan, esas cepas, que junto con la mayoría silenciosa, brindan por el futuro. Ese futuro mejor que ya imaginaron las nubes que miraba la amatxu de Julio Cortázar.
«Cuidad de mí y de mis viticultores y yo cuidaré de vosotras y vosotros».
** Texto confeccionado con los sentires de gentes como Antonio Mijangos, Juan Carlos Sancha, Oxer Bastegieta, Miguel Larreina, Pedro Ruiz Aragoneses, Telmo Rodriguez y Juan Luis Cañas, leído este 30 de noviembre de 2024 al recoger el premio anual HAREA Saria 2024 de la Asociación Cultural GetxoBlog.