Por Julen Rekondo- Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
Los pasado días 7 y 8 de septiembre se celebró la Escuela de Comunicación Ambiental 2022, que organizada por Ihobe-Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Gobierno Vasco y APIA-Asociación de Periodistas de Información Ambiental, forma parte de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) en Donostia-San Sebastián, y que en su cuarta edición se abordó la problemática de la crisis ecológica y la crisis sanitaria. En lo que a mí respecta, participé en la mesa redonda que llevaba por título “Como comunicar el medio ambiente”, junto a la periodista Eva Caballero, que dirige el programa de ciencia “La Mecánica del Caracol” de radio Euskadi; y Gorka Belamendia, coordinador de Ataria, el Centro de Interpretación de los Humedales de Salburua de Vitoria-Gasteiz; y que estuvo moderada por Amaia Goikoetxea, presidenta y decana de la Asociación/Colegio Vasco de Periodistas.
Las y los participantes en dicha jornada, estuvimos de acuerdo en bastantes cuestiones, entre ellas, con la evolución positiva que ha tenido el periodismo y la información ambiental en los últimos años. Remontándonos a unos cuantos años atrás, pensar en el periodismo ambiental era casi una utopía, no porque no existieran ya profesionales convencidos de la necesidad de informar sobre las cuestiones de nuestro entorno, sino por la falta de confianza de los medios de comunicación en este tipo de noticias.
Desde mi punto de vista, en la segunda década del siglo XXI, la situación es bien diferente y un nutrido grupo de profesionales “pelea” día a día para conseguir que las noticias ambientales impregnen el papel, el espacio radiofónico, el audiovisual, internet, etcétera, y cada vez hay más periodistas ambientales especializados. La información ambiental ya no es una “rareza” en los medios, aunque en ocasiones no se le da el tratamiento correcto. También hay que señalar que el periodismo ambiental es un campo vastísimo que abarca muchas temáticas, que conecta también con otros periodismos como el científico y el económico, y muy complejo. Es decir, se requiere comprender la realidad ambiental y climática, y, por otra parte, trasmitir al público con un lenguaje lo más comprensible posible y las formas más adecuadas para contarlos al lector, al oyente o al telespectador.
En este sentido, es necesario avanzar en una comunicación con el máximo rigor científico, ya que al tener cada vez mayor acceso a la información, también hay un volumen grande de datos falsos o de muy baja calidad, y ante lo cual es fundamental separar la paja del trigo; con el mayor contraste posible y pluralidad en el manejo de las fuentes de información ambiental; con más comunicación ambiental y mejor; y, además, generando dinámicas esperanzadoras, ya que hay mucho cansancio con los mensajes negativos y catastrofistas. Y, desde los medios de comunicación a la hora de informar sobre la crisis climática en bastantes ocasiones, aunque no se puede generalizar y tratar de igual manera a todos los medios, se centran generalmente en las consecuencias, lo que conlleva un carácter catastrofista de una buena parte de las noticias sobre la crisis climática. Aunque la realidad ambiental y climática es sumamente penosa y muy preocupante, es importante incidir no sólo en los impactos del cambio climático sino también en las causas y soluciones.
Conectar el fenómeno de la crisis climática con realidades concretas que hay a nuestro alrededor, permite visualizar mucho mejor que el cambio climático no es futuro, sino presente, y que ya está aquí. Las olas de calor, los incendios forestales y las inundaciones que se suceden cada vez con mayor frecuencia en Euskadi, y que según los estudios científicos realizados aumentarán proporcionalmente con la magnitud del calentamiento del Planeta, nos hacen ver la necesidad de incidir en la conexión del cambio climático con los fenómenos meteorológicos extremos, aunque evitando el alarmismo en la información sobre dichos episodios.
Es fundamental la defensa de un periodismo crítico, alejado de los contenidos pagados por multinacionales contaminantes que generen el lavado de imagen verde (Greenwashing en inglés), que tiene además un impacto negativo sobre las empresas que realmente llevan a cabo buenas prácticas ambientales y sostenibles; y desvelar el negacionismo que cada vez se prodiga más basándose en la certeza científica existente en torno a las causas, impactos y soluciones del cambio climático.
Entre los muchos retos que tenemos por delante, en el coloquio que tuvo lugar se destacó uno como sumamente prioritario, y es el de lograr que las personas, y especialmente las personas jóvenes, se conviertan en agentes de cambio. Y aquí conecto con la movilización internacional a a nivel internacional del 23 de septiembre convocada por la juventud de Fridays for Future-Juventud por el Clima, y que coincide con la tercera edición de ASTEKLIMA, la Semana del Clima y la Energía, que se celebrará del 23 de septiembre al 2 de octubre de 2022, impulsada por el Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno Vasco a través de sus entidades públicas EVE e Ihobe, cuyo objetivo es concienciar y movilizar a la ciudadanía frente a la necesaria transición energética y climática.
Lo anterior es importante, porque para llevar a cabo una profunda y radical transformación del sistema energético que ha prevalecido desde hace dos siglos y medio, basado fundamentalmente en la utilización de los combustibles fósiles que provocan el cambio climático, es absolutamente necesario contar con una sociedad concienciada y movilizada.