Por Koldo Saratxaga | Imagen: Sonia Nadales
Hace unos días compartía en el artículo “Cuando el porqué y el para qué fluyen de manera natural” una serie de reflexiones. Terminaba diciendo que tengo la seguridad de que hemos venido a disfrutar; a disfrutar de las pequeñas cosas, de las que elevan el espíritu, de cosas que se logran sin demasiados esfuerzos y sí con mucho entusiasmo y energía compartida.
Como a todo el mundo, en la vida me han pasado cosas, pero lo que he realizado en mi continuo movimiento es una siembra. Soy un enamorado de la tierra, tengo huerta desde que nací y la tengo también aquí y ahora, bajando las escaleras. Hablo con todo lo que me rodea: las gallinas, las flores, los arboles, las piedras o mi casa (gran parte la he construido yo mismo). Vivo y comparto el presente en completa armonía, sintiendo su belleza, sintiendo su permanente movimiento, sus ciclos.
Creer es crear. Difícilmente tengo un pensamiento negativo ante lo que el presente me pone delante. Tengo una filosofía estoica ante la realidad que en cada instante toca vivir: la disciplina de la percepción (como vemos el mundo que nos rodea); la disciplina de la acción (las decisiones que tomamos y con que fin); y la disciplina de la voluntad (cómo hacer frente a las cosas que no podemos cambiar, cómo entender nuestro lugar en el mundo).
También he descubierto, recientemente, que cuando decía y digo que no he sentido en ningún momento el concepto trabajo como una carga o como algo necesario para poder atender las necesidades básicas que la familia requiere. Durante los casi mis once lustros de actividad no recuerdo ni un día de baja y ni un solo día saliendo de casa sin entusiasmo. La palabra entusiasmo, que viene del griego “ethos”, y tiene que ver con estar cerca de Dios, estar en permanente creación con aquello que te ocupa y transmitiéndolo a quienes te rodean, ha sido una máxima toda mi vida. Esto tiene que ver con la plenitud. En esta situación el tener pasa a un segundo plano para que el ser lo llene todo, y así sentir el TODO.
Por tanto, he estado siempre rodeado de esa gran energía que es el ser humano como parte de la creación. Estas experiencias que sentía de manera inconsciente me han llevado conscientemente en estos últimos años a sentir este concepto del TODO. Por eso creo en el universo y creo en el TODO COMO LA UNIÓN. En estos años de estudio he podido comprobar cómo cada persona tiene su Dios, que es el Dios de todas. Son diversos senderos que llevan a la misma cima, independiente de la habilidad, la codicia, la maldad y la bondad que, en cada caso, diversas personas a lo largo de la historia de las diversas religiones han ejercido.
Eso es lo que para mí tenía y tiene sentido, tiene coherencia. Así como no tiene sentido la muerte como un fin definitivo y un castigo o premio por tu saldo al final de la vida terrenal y, por tanto, que sea algo que condiciona demasiado la vida de los humanos. Quizás la mejor definición del porqué de este miedo sea porque lo causa el miedo a la propia vida.
Me asiento en nuestra energía, en nuestro espíritu, que evoluciona. Hemos venido a evolucionar, y desde ese punto de vista ahora me resulta mucho más fácil comprender la diversidad humana bajo cualquier prisma que se analice. Desde las muchas responsabilidades organizacionales que he asumido en mi vida profesional, las he pilotado teniendo a las personas y sus valores como centro; sentir la realidad de cada persona como un ser diferente, y en cada momento diferente, ha sido quizás el mayor descubrimiento de mi vida. Todo ha sido más fácil y llevadero (lo mejor de cada persona) siendo, al mismo tiempo, una verdad muy compartible con el resto de las personas del entorno relacional personal o profesional educadas en el juzgar comparar y competir.
Interiorizar esto me ha llevado en mi vida profesional a desarrollar, desde hace casi treinta años, un concepto sentido, no copiado (ya que jamás lo he hecho), del trabajo en equipo autogestionado a niveles poco o nada conocidos. Es como mezclar sabores que permiten todo tipo de sensaciones diferentes según las combinaciones que se realicen. Sin embargo, sabemos que mezclando más de lo mismo siempre dará lo mismo. Otra vez la gran diversidad universal y, por tanto, la oportunidad; todas las infinitas posibilidades en las combinaciones y en los resultados. Un problema, es un problema si no tenemos alternativas. En mi caso un problema siempre ha sido una oportunidad, y cuanto más grande mejor. La enfermedad solo es el síntoma. La enfermedad es el semáforo que te indica “para o te estrellas”. En la vida personal y profesional, ante los problemas surge el miedo y buscamos soluciones rápidas sin mucho cambio para poder continuar con la rutina que nos mantiene ocupados en lo urgente. Y si, además, le añadimos una buena dosis de medios, de juguetes tecnológicos y pantallas de comunicación podemos ir pasando los días sin pena ni gloria.
Interiorizar este concepto de diversidad como un estado de unicidad y de evolución pura y personal, como un estar cada persona en un lugar diferente, no solo del camino, sino de su camino, es donde el líder debe llegar y así ser un facilitador de ese camino personal, y evitar forzar la uniformidad, la hoja de ruta, y los dogmas que tanto condicionan la evolución natural del ser humano en su recorrido personal. En este punto quiero indicar que no debemos caer en el controlar o proteger en la familia, en la escuela o en el trabajo a las personas con criterios de orden y objetivos únicos. La suma de objetivos personales con trabajo en equipo, con personas que proponen y deciden el qué, cómo, con quién y para cuándo, será muy difícil de mejorar con los métodos tradicionales de solo mandar y no escuchar. La experiencia de la vida tiene que servirnos para aprender y enseñar a pescar y, por tanto, a evolucionar y a cumplir la misión que nos trajo a esta vida, y así vivir y dejarla sin el miedo de quienes protegen por sus propios miedos o sus intereses personales, aportándonos una raquítica ración de pescado de muy baja calidad nutricional.
De esta manera, si disfrutas del trabajo personal o en equipo, del presente, y lo vives con entusiasmo, quiere decir que estás en contacto con Dios, estas creativo, estas entusiasmado, que es la palabra más indicativa que conozco para indicar la máxima plenitud en el presente.
Entendiendo que no existe ni el pasado, ni el futuro, solo el entusiasmo en el presente nos aleja del yo, centra la mente que tiende a llevarte al quiero, al deseo, a las rutinas que nos atrapan, a los miles de pensamientos que diariamente nos rondan y que, en general, solo nos crean frustración si no salimos de la individualidad comparativa y posesiva.
Una anécdota para salir de lo que estamos tratando. Cuando mis hijas eran pequeñas, tenían 7-8 años, en Bizkaia éramos tres los padres que pregonábamos claramente que no queríamos notas para nuestras hijas. Nunca he querido recibir notas, soy un anti-notas radical. No puede ser que me digan un 6 o un 7 para dos seres humanos diferentes y en un momento diferente. No me pueden decir que puede subir a un árbol a igual velocidad que un pájaro y un pez, porque el examen que hay que hacer y el ejercicio que toca para hoy a las 11:00h es subir a un árbol. No, no, un pájaro, antes de terminar esta frase, ya está en el árbol; el pez no. Pero si se tratara de nadar, entonces el pez ya estaría a 100 metros y el pájaro estaría mirando dónde pone sus patitas.
A seres humanos diferentes, absolutamente diferentes, no se les puede tratar de la misma manera. Ni con los mismos exámenes, ni tenemos las mismas ganas de comer, ni estamos en el mismo momento emocional ni espiritual, con lo cual no sirven los exámenes, no sirven las hojas de ruta, no sirven los procedimientos, no sirven los procesos, no sirve nada que nos esté marcando la hoja de ruta de nuestra vida en referencia a otro ser diferente. Nuestra vida es libre, hemos venido para ser libres y hemos venido a evolucionar a lo largo de la vida.
Pero luego nos llevan a que tenemos que estar continuamente compitiendo en el modelo escolar, con aquellos que han nacido en nuestro mismo año humano, que no tiene que ver nada con los ciclos, ni con la evolución de la naturaleza.
La naturaleza está en pleno movimiento, en plena vida, en plena evolución, y el ser humano se queda agarrado a lo que tiene, se queda peleando por lo que quiere, se queda atrapado en sus creencias y archivos.