El pasado 18 de enero tuve la suerte de pronunciar una charla en el Itsasmuseum (Museo Marítimo de Bilbao) invitado por los capitanes de la Marina Mercante, sobre el título de este artículo y dentro de la programación del Quinientos Aniversario de la hazaña más grande de la historia de la humanidad: la I Vuelta al Mundo gracias a un capitán vasco: Juan Sebastián Elcano. Posterior a mi charla, se me hizo la petición de que la diera a conocer a través de Kazetariak y cumplo ahora publicando una parte de mi intervención…
José Manuel Alonso
Siempre que escribo o leo lo escrito en una conferencia o charla, suelo comenzar con algunas frases que no sean mías y también lo voy a hacer en este extraordinario caso. Va la primera frase: “Existe un enorme desconocimiento sobre todo lo que rodea a Elcano. El siglo XVI se nos hace lejano y el mundo de la navegación más aún” (Julián Diaz, comisario de la exposición en el Museo Marítimo Itsasmuseum de Bilbao) // Va la segunda frase: “La condición más natural del vasco es la de ser un hombre del mar y para el mar, porque la mar le proporcionó el alimento y el comercio, la aventura y la comunicación, unido a la audacia que ha conducido y conduce a los vascos a todas partes antes que los demás” (Acertada afirmación del escritor Elías Amézaga (1921-2008) // Tercera frase: “Los grandes navegantes vivieron la navegación como una aventura hacia lo desconocido. Ellos contribuyeron en gran medida a formar ese nuevo concepto del hombre y del mundo que fue la clave de la etapa denominada Renacimiento. Esta etapa de la historia de la humanidad fue un auténtico renacer en todos los órdenes y en todos los aspectos de la vida. Pero si hoy la caracterizamos de algún modo y lo recordamos, tenemos que recurrir a dos tipos de genios, los que con sus obras abrieron los nuevos caminos: los navegantes y los cronistas o historiadores…” (Del libro: “Grandes navegantes”, de Antonio de Nebrija: 1444—1522, el 5 de julio hará 500 años) // Y va la cuarta frase: “Pigafetta escribió una crónica rigurosa, sin aditamentos, contó lo que vio… y su relato, a veces, parece una aventura de la imaginación, donde se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, pero lo hizo con el gravísimo error de olvidarse de Juan Sebastián Elcano… (Gabriel García Márquez, en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura en 1982).
Comenzando ya mi propia charla, lo primero, felicidades a la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante por su programación durante tres años y 29 días, que fue lo que duró la I Vuelta a nuestro planeta, planeta conformado –como ustedes saben mucho mejor que yo– en su mayor parte por agua, el 71%, con unos océanos que albergan alrededor del 95% de todo ese volumen… Y esa hazaña de la primera Vuelta al Mundo se logró gracias a Juan Sebastián Elcano, vasco que capitaneaba la única nave que se mantuvo hasta el final y que tenía un nombre muy coincidente con la hazaña: el de Victoria, y lo hizo después de 1.125 días, desde la salida de Sevilla el 10 de agosto de 1519 con unos 250 marineros (la cifra está entre 239 a 260) (…) hasta que volvió con solo 17 de esos marineros a esa misma ciudad de Sevilla el 8 de septiembre de 1522… Es decir, que dentro de 233 días hará exactamente 500 años del éxito…
Nacido en Getaria y el mayor de nueve hermanos
Elcano fue el primogénito de nueve hermanos en una familia de pescadores y marinos, que contaban con casa y embarcación propia en el Casco Viejo de Getaria, pueblo personalmente muy querido por este periodista al ser un precioso rincón para disfrutar de la serenidad del mar y de su extraordinaria gastronomía. Pocos momentos he vivido en la vida como sentado frente al mar comiendo pescado recién pescado (¡que redundancia más sana!), sentado frente a una pequeña isla unida a tierra firme que se adentra en las aguas, la del Monte de San Antón, conocida popularmente como el Ratón de Getaria…
Ese Juan Sebastián Elcano, protagonista de esta charla, estuvo vinculado al mar desde niño y desde muy joven se enroló en barcos pesqueros y comerciales, por lo que adquirió gran experiencia marinera. Hacia 1509 contaba con una nave de doscientas toneladas con la que tomó parte en la expedición militar contra Argel, que fue dirigida por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Posteriormente tomó parte en otra campaña en Italia, esta vez a las órdenes del Gran Capitán. Durante esta última campaña, Elcano esperaba la llegada de la compensación económica que le debía la Corona por los servicios prestados, pero ese dinero no acababa de llegar, por lo que, viéndose incapaz de saldar su deuda, se vio obligado a entregar su nave a los saboyanos. Al hacer esto, Elcano incurrió en un delito, ya que una ley vigente en la época prohibía vender embarcaciones armadas a extranjeros en tiempos de guerra. Y probablemente para blanquear ese delito decidió tomar parte en la expedición de Magallanes…
“Toda la redondez de la tierra”
¿Recuerdan las primeras palabras que escribió Juan Sebastián Elcano al Rey Carlos I, al llegar capitaneando la nave Victoria al final del primer viaje alrededor del mundo? (…) Yo las recojo, exactamente esto: “Y más sabrá Vuestra Majestad de aquello que más debemos estimar y es que hemos descubierto y dado la vuelta a toda la redondez de la tierra” Junto a Elcano, 16 marineros (tres vascos) y un cronista, Pigafetta, que terminaron esa “redondez de la tierra””, recorriendo la nao Victoria, a través de tres océanos, 14.460 leguas: 63.813 kilómetros… Desde España hasta Sudamérica por el Atlántico. Y por primera vez hasta Filipinas por el Pacífico. Y de vuelta rodeando África por el Indico y el Atlántico de nuevo.
Tras ese recuerdo quiero iniciar mi intervención imitando las palabras de Elcano a la corona de Castilla: “Más sabrán todos ustedes, majestades de la mar, de aquello que más debemos estimar… y es que viven y han vivido en el mar la redondez de la tierra” (…) Y hay una frase del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) que lo dice todo: “los hombres de la mar, gracias al conocimiento, a la fe en sí mismos y su servicio a la humanidad, han conseguido el desarrollo y la gloria a lo largo de toda nuestra historia” (…) Y, añado yo, ninguna otra comunidad como la vasca ha dado a la Marina tantos oficiales ilustres… Mi felicitación a la Asociación, además, lo es por la atención que han prestado a este 500 aniversario de la hazaña más insólita, universal y vasca. Hazaña que de los 18 que alcanzaron el éxito, cuatro eran vascos, los cuatro con el mismo nombre: Juan. El capitán: Juan Sebastián Elcano; y los otros tres: Juan de Acurio, bermeano, piloto; Juan de Arratia, bilbaíno, grumete; y Juan de Zubileta, baracaldés, paje, al que esta Asociación ha dedicado bellos recuerdos de Daniel Zulaica y Jaime Cortázar. Todos esos cuatro marineros vascos alcanzaron la meta del éxito el 8 de septiembre de 1522 junto a otros catorce expedicionarios, entre ellos el principal cronista: Antonio Pigafetta… y digo principal porque hubo otros, como veremos…
Y mi felicitación especial a Javier Zarragoikoetxea, presidente de esta institución constituida hace ahora 49 años y que edita “Recalada”, una revista extraordinaria que, a los que no somos profesionales del mar, nos permite llegar (recalar) a puerto vasco y seguir amando a quienes como yo nacimos a unos pocos metros del Cantábrico y siempre hemos soñado con el mar o la mar… Como decía el poeta y conocen ustedes mejor que nadie: quien nace y crece junto a la mar, nunca dejará de sentirla tan suya como de las olas, las costas y los puertos, esos puertos, masculinos de puertas…
Personalmente, por mi afición poética, tengo un libro no publicado, cuyo título es: “Toda la mar en una ola, / en cada ola un… amar” (…) Libro que va dedicado a esa mar, tan nuestra y tan lejana, que goza de trabajo y aroma vasco, y que aquí (junto a la ría de Bilbao) nos trae ese sabor a sal si apretamos los labios…
Un mar que desde los tiempos más remotos conquistaron unos marineros como ustedes, que sentían la llamada de esa mar tan próxima y que nunca dejaron de escuchar y atender… Desde esos más remotos tiempos, se aventuraron mar adentro en busca de alimento o de desconocidas lejanías… Tal y como se ha escrito: “Siglos hace que los veleros vascos hendieran con su quilla las aguas pálidas del Báltico y se adentraran en sus fiordos, buscando entre la fría niebla las desconocidas costas de la tierra de Islandia, tras la cual el mundo se acababa por el Norte… y participaron en gestas y viajes como los de Cristóbal Colón y Vasco Núñez de Balboa” (…).
“Algo que ya se debatió 200 años antes de Cristo”
No sería de extrañar que hace siglos, geógrafos y astrónomos vascos vivieran obsesionados precisamente por la redondez o no de la tierra, algo que ya se debatió doscientos años antes de Cristo y lo hizo Erastótenes de Cirene, geógrafo griego. Y ese estudio continuó durante siglos, incluso el mismo Colón consiguió antes de partir un mapa del cosmógrafo italiano Toscanelli, que se refería a esa supuesta redondez de la tierra basándose en el sol, aunque la duda estaba en el número de océanos y, solo, en la distancia a cubrir por las aguas del Índico hasta la India, y por eso fue al final la nave Victoria, con Elcano al frente, la que cruzó el Pacífico y sus tripulantes los que constataron esa redondez de la tierra…
En cuanto a mi identificación con el acontecimiento al que he dedicado varios artículos, lo ha sido no solo por ese especial amor con la mar y con la historia, sino por el hecho de que he trabajado como periodista más de 50 años en Euskadi y ahora resido en Valladolid, precisamente donde los protagonistas de este y otros acontecimientos, trataron y conversaron con los reyes de Castilla de entonces, e incluso Colón falleció en Valladolid y tiene una Casa-Museo que recomiendo a todos, porque cuando uno la visita la mente se te escapa muchos siglos atrás sobre la aportación vasca, es decir, el que exista una tradición literaria y una leyenda sin confirmación histórica que atribuye a los vascos su llegada al “Nuevo Mundo” antes que Colón. Y si no fue exactamente así, sí que parece que pudo ser un marino vasco el que informara a Colón sobre la existencia de tierras maravillosas al otro lado del Atlántico, y que eso permitió al navegante italiano exclamar al llegar a la costa nor-oriental de Cuba (27 de octubre de 1492) lo que ya sabía de referencias concretas: “esta es la tierra más bonita que nunca ojos humanos vieron” (…).
“Elcano residió un tiempo en Valladolid y allí tuvo una hija”
Y volviendo a Valladolid, recordar que Elcano residió en la ciudad un tiempo y tuvo allí su segundo descendiente, una hija, con su esposa María de Vidaurreta… Anteriormente tuvo un hijo en Guetaria: Domingo del Cano, con Mari Hernández de Hernialde, al que nombró heredero en su testamento. De todo ellos escribe María Luisa Celaa en la obra dedicada a Elcano de la colección “Grandes biografías”, editadas por la editorial Asuri de Bilbao y donde tengo yo las biografías de Madame Curie, Nasser y el Che Guevara…
Y siguiendo con estas coincidencias, muchas de las desgracias de la I Vuelta al Mundo estuvieron relacionadas con el famoso acuerdo con los portugueses, el Tratado de Tordesillas, un pueblo enteramente histórico, a unos 30 kilómetros de la ciudad de Valladolid; y en la mitad del camino, a unos 15, el Archivo Histórico de Simancas… Pues bien, ese acuerdo de Tordesillas se firmó el 7 de junio de 1494, en el que se establecía que el océano Atlántico se dividía por medio de una raya trazada de polo a polo: 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, quedando el hemisferio oriental para la Corona de Portugal y el hemisferio occidental para la Corona de Castilla…
Curiosamente, recordando lo que estamos viviendo en la actualidad con el Covid’19, unos meses antes de que el almirante portugués Fernando de Magallanes presentara a la corona de Castilla su proyecto de viajar hasta las islas Molucas, en busca de las famosas especias, hubo una pandemia que obligó a la Corte a abandonar Valladolid transitoriamente…
Conseguida en enero de 1518 la autorización del viaje y aprobado su presupuesto, Fernando de Magallanes se encargó de organizarlo todo y emprender la expedición dirigiendo la ruta hasta su muerte el 27 de abril de 1521, combatiendo con los nativos de la isla de Mactán, en Filipinas, un suceso que estuvo a punto de acabar con toda la expedición que daría la vuelta al mundo, lo que, una vez lograda, Elcano y los 17 hombres que le acompañaron hasta el final celebraron la hazaña ante las Cortes de Valladolid, y donde el emperador Carlos I hizo hidalgo a Elcano y le otorgó un escudo de armas, donde decía: “Llenan el campo dos ramas de canela cruzadas junto con nueces moscadas y clavos de especias… Realzado con un casco y la esfera terrestre” (…) Además, hay una torre, y sobre todo ello, coronando el bello y original escudo de armas, la esfera terrestre, y, sobre la esfera terrestre, dejando claro quién había sido el primero en rodearla, el escudo tenía la siguiente inscripción en latín: Primus circundedisti me; frase que resume la aventura y el éxito de circundar por primera vez la esfera terrestre.
Rafael Ossa, Unamuno y los cronistas de toda la vida
Antes de seguir adelante en la charla quiero señalar dos coincidencias en mi vida que me han permitido amar siempre a la mar y a los marinos desde Euskadi: una, se debe al que fuera el periodista y escritor que probablemente más escribió y publicó sobre el mar, las embarcaciones y los puertos: el ondarrés Rafael Ossa Echaburu, fallecido en noviembre del 2017, y al que tuve a mi lado en la Redacción de “La Gaceta del Norte” desde mis comienzos juveniles en el periodismo. Y otro personaje, precisamente prohibido, tanto en mis años de Bachillerato como en el periódico citado: Miguel de Unamuno, y del que tengo un libro no publicado: “Paseando por Bilbao de la mano de Unamuno”, un Unamuno que veía al mar como “el más hermoso y sorprendente camino”, y a Euskadi como creación divina con montañas verdes y salida al mar conquistado… Y veía a Elcano como “muy valeroso marino vasco, entre los muchos que lo fueron como él, que luchó contra los elementos desconocidos y afrontó el peligro supremo de dar la primera vuelta al mundo con serena calma” (…).
Como viejo periodista y sin salirme de lo más concreto de la charla, de Piggafetta y el éxito de Elcano, quiero señalar la importancia de esos cronistas de toda la vida.Esta actitud de contar lo que vives de extraordinario o novedoso lo hemos heredado, y somos muchos los que cuando comenzamos un viaje, sea por mar, por tierra o por aire, escribimos nuestro diario. Y lo hacemos con la intención de que permanezca para siempre en nuestras vidas, bien por interés personal o colectivo, o por cuestiones de trabajo, e incluso para que sobreviva históricamente… Por eso, sin desviarnos del tema, ya que Pigafetta fue, sobre todo cronista, voy a referirme al fenómeno de las crónicas y los cronistas, que los ha habido desde tiempos muy remotos y sigue habiendo a través de los medios de información y distintas publicaciones…
Hace mes y medio, concretamente el 23 de noviembre pasado, se cumplieron los 800 años (300 años antes de esta I Vuelta al Mundo) del nacimiento de Alfonso X el sabio, fundador de doce villas en el País Vasco, y gracias a él, resultó extraordinario el hecho de que se juntasen otros sabios que pertenecían a distintas culturas y religiones: judíos, árabes, cristianos… y que estudiaran y transmitieran juntos durante años el derecho, la historia, la astronomía, la poesía, la retórica, la información y la investigación… Y lo hicieran como cronistas, ya que –como escribe Maurizio Tuliani, de la Universidad de Florencia– “entre los grandes géneros narrativos medievales el cronística fue, además del de expresión más alta, el más extendido y el que gozó de mayor auge, no sólo por lo que relataba sino también por la forma cultural e influyente” (…).
Todo ello se practicó en la denominada “Escuela Alfonsí”, cuya labor fue, sobre todo, una labor de equipo bien dirigido, como de capitán de la marina… A mi entender, esto supuso un precedente histórico para un mundo que necesitaba enseñanza e información… Y el término cronista comenzó a utilizarse más a menudo para designar al autor de relatos contemporáneos tanto terrenales como marítimos… Y al mismo tiempo que se desarrolló la Historia como ciencia, y con un objetivo que era a la vez narrar y explicar el pasado, el cronista pasó a ser el relator de hechos desnudos, recopilador de fuentes y transmisor de hechos de máximo interés, hechos ocurridos tanto en el mar como en tierra… Cierto es que la mayoría de las veces, el cronista se confundía con el historiador o relator… Y a finales del siglo XIX, con el desarrollo del periodismo popular, el personaje de cronista se convirtió en un oficio con pautas cada vez más claras y específicas, como contar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad en las redacciones de los distintos medios informativos, lo que hoy se está perdiendo… si es que no se ha perdido ya…
Hay un aspecto que me interesa destacar al referirme a los cronistas de aquella Edad Media y su influencia en la configuración descriptiva de los mundos que descubre el europeo del siglo XVI. Y fue esa manera de poblar las nuevas tierras descubiertas con antiguas ficciones que impregnó las crónicas de aquella época. La Edad Media elaboró una geografía mitológica, donde los teólogos ubicaban el paraíso terrenal, y por eso tanto Colón como Vespucio incluyen en sus escritos algunos signos que anunciarían la proximidad de ese paraíso cundo exploraban el Nuevo Mundo. A su vez, Pigafetta incluye en su diario la leyenda del “pájaro de Dios”, procedente de la isla de Bachian, en Las Molucas de Indonesia, y escribe: “Se dice que provienen del paraíso terrenal” (…)
Ese paraíso bien ganado por estos hombres (marinos) de la que se ha dicho que es virtud que exige anteriores infortunios, que sin ellos no podría demostrarse… Y es la paciencia de mi querido lector la que solicito al final de esta primera entrega de la gran parte de la conferencia pronunciada el pasado día 18 en Bilbao, dejando para toda esa segunda parte el viaje más concreto y el éxito alcanzado después de tantas muertes y sufrimientos, como veremos… Reconozco aquello que creo que era Salomón el que lo reconocía: el valor de la paciencia, el hacer algo por… En su caso, lo hacía por la doctrina de toda persona y yo lo hago por la lectura de mi querido lector(a)…