Por Montxo Urraburu
La gente muere, es una regla natural, y nos hemos acostumbrado a que, quienes mueren, pasen a formar parte de las estadísticas sociales. Siempre he oído hablar de los niños de la guerra, de fosas comunes o leyes de memoria histórica. ¿ Qué memoria histórica podemos tener de esa generación que no se merece la miserable despedida que les dimos?
Son los niños de la guerra que han llegado hasta hoy. Nacieron en plena guerra o cerca de ella; aquí se quedaron o volvieron padeciendo las penurias de la posguerra para trabajar como pluriempleados, incorporando a la mujer al trabajo; se inventaron un país desconocido; tuvieron hijos dándoles una educación y un porvenir; acabaron con un régimen infame sin futuro, diseñaron un país moderno, libre, democrático con leyes acordes, no siempre cumplidas. Algunos tuvieron suerte quedándose, otros no tuvieron esa oportunidad y tuvieron que descubrir otro país sin haberlo elegido…
Y de nuevo los niños conocen la guerra. El miedo, la destrucción, las bombas, los ataques, las alarmas de sirenas, los muertos. . Los niños no disfrutaran de su infancia, se verán obligados a ser testigos de situaciones que ningún niño debiera vivir. Las escuelas y hospitales han dejado de ser refugios seguros.
Los mas vulnerables han pasado a ser objetivos de guerra. Los efectos de las guerras en los niños son demoledores. Si no se hace nada para evitar estas situaciones habrá una generación perdida. No podrán soñar con un futuro y todos lo pagaremos.