Por José Manuel Alonso.
“El Quijote” de don Miguel de Cervantes (1547-1616) permanece en la vida de este periodista desde que comenzó a aprender a leer y escribir en castellano… En el Colegio de Jesuitas en el que estaba matriculado, los Hermanos maestros, más que los Padres, me impusieron la grandísima obra de don Miguel, y por eso conservo el cariño hacia su autor, al que sigo releyendo y, de vez en cuando, como hice la quincena pasada con Unamuno, le dedico atención periodística literaria, ya que en aquellos primeros años de mi vida escolar fui practicando también la poesía, que hoy recordaré, y por todo eso conservo el cariño y la lectura de la obra de don Miguel, y guardo en mi biblioteca numerosas ediciones de esa gran obra editada por distintas editoriales…
Como se ha escrito más de una vez, los millones de manos por las que ha pasado “El Quijote” han universalizado la obra hasta hacerla pervivir como mito… Pero también han contaminado la pureza original de un libro que ha sido traducido a decenas de lenguas e idiomas, y cuya fidelidad al original sigue creando auténticos quebraderos de cabeza entre sus estudiosos. Pongo un ejemplo: en 1905, con motivo del tercer centenario de la aparición del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Julián Apraiz dirigía la publicación en euskera editándolo en Vitoria…
Por su parte, Andrés García Trapiello (1547-1616) escribía en “La Vanguardia”, el 29 de septiembre de 1997: “Don Quijote” es una obra clásica de las letras universales, y lo es porque en ella están reflejadas las más profundas preocupaciones de la humanidad, y porque lo hizo en el momento inaugural de la novelística que encierra todas las concepciones narrativas” (,,,) Las figuras de Don Quijote y Sancho Panza resumen la dualidad del ser humano (Freud aprendió castellano para poder leerla). El humor abrió una corriente que pasa por Swift, Sterne o Diderot. El carácter de antihéroe que busca la justicia en soledad, que mezcla sueño y realidad, y que es un mito reconocible en todo el mundo…
El profesor de la Universidad de Nueva York, Victoriano Roncero, subrayaba hace años en Pamplona que “a pesar de todas las interpretaciones del Quijote como una defensa de la libertad o una visión de la vida humana, la obra de Cervantes es fundamentalmente un libro divertido y escrito para hacer reír al lector” (..).
Hay también toda una lección del poeta y ensayista Luis Rosales (1910-1992) que es toda una lección de la obra de Cervantes: “no pretende solamente Cervantes que Don Quijote nos haga reír: quiere también que nos enseñe… Sus andantes caballerías ahora obedecen a un sentido… Sus obras ttienen valor universal. Son, desde luego, justicieras, pero han dejado de ser quiméricas, y se proponen, ante todo, descubrirnos la manera de ser del personaje. Ya no son arbitrarias, ahora proceden de la interna articulación de su conducta y su carácter que marchan a la par y están aunados. Don Quijote lo sabe y nos lo dice: “Así -¡oh Sancho!-, que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la religión cristiana, que profesamos. Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen peso: a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, en andar todas las partes del mundo buscando las ocasiones que nos puedan hacer y nos hagan sobre cristianos famosos caballeros” (…)
Ese programa, completísimo, del heroísmo interiorizado, del heroísmo que lleva de la mano a la virtud, es el que orienta la tercera salida de nuestro héroe y acuerda su conducta y su carácter. Al heroísmo del esfuerzo arbitrario ha sucedido el heroísmo de la ejemplaridad. La obra camina hacia su desenlace y Miguel de Cervantes siente ya en las pupilas las sombras de la muerte… Se acabaron los juegos. Ahora empieza a creer que la religión es caballería, toma a un santo como modelo y afirma que “San Pablo fue caballero andante por la vida, santo a pie quedo por la muerte… La interiorización de su heroísmo es evidente y radical. No permite interpretaciones. Hay que atenerse a los hechos” (…)
Para completar este recuerdo hacia el genial don Miguel de Cervantes a través de Don Quijote y junto a Sancho, voy a seleccionar unos pocos de los aproximadamente cien sonetos de los que este periodista escribió hace un montón de años (..,) Fueron dedicados a la magistral y universal obra, y lo hicimos sacando un breve texto de sus páginas o de algún otro escritor, y dedicándole en cada ocasión una intervención admirativa,,,
De cómo le pareció a Don Quijote
hacerse caballero andante
“(…) y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama (…)
Capítulo 1 de “El Quijote”)
Quijote: lanza en ristre, hierro firme;
marchas con fe y fervor en tu camino,
crees ser consecuencia del destino,
y esperando estás para persuadirme.
Me ofreces aventura al seducirme
hablando de rutas de peregrino;
“caballero andante” dice tu sino:
desfacer entuertos tu meta firme.
Ya verás como a vuelta del sendero
vas a encontrarme sediento en lectura
y preguntarás qué aventura quiero…
Muchas hay grandes, dirá tu enseñanza:
“si sirvo a Dios por ser un caballero,
confío en Su bondad y todas se alcanzan”.
De cómo aquella del Quijote fue
una edad de hierro y de oro
“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”. En aquella época, continúa Cervantes: “la justicia estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen”
(Capítulo XI de “El Quijote”)
Quijote, convencido de corazón,
quiere conceder la mayor libertad
y repartir la justicia en equidad
y por eso habla de emotiva razón:
“Sancho, amigo, has de saber por formación
que nací, querer del cielo, en una edad
que fue de hierro y alcanzar en verdad
de oro, llamada así por educación”…
Tan cierto era como el sol alto y fuerte
que Alonso repartió justicia en hechos
dando a otros, a distribuir su suerte
No hay favor ni interés, hay mismo trecho;
ni tuyo ni mío es y sí de todos
que vivimos por Dios bajo éste techo
De las telas del corazón
“Soberana y alta señora: El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene”
(Capítulo XXV, de “El Quijote”)
Endereza aquello que, por torcido,
manchaba verdades. Así sentía
y caminaba por sendero y vía
sin anotar el camino sufrido.
Buen Quijote, siempre recto, dolido
presto a ajustar las cuentas cada día,
sin rencor ni temor a la porfía,
a mil rufianes, por un desvalido.
Pensamientos, alborotadas ideas
muy prestas a enderezar lo torcido
a subir del pozo amor sin poleas.
En sus manos, lanza por las peleas;
en sus brazos, el abrazo dolido;
y en su corazón luz de amor en telas…
Del gusto y peso de la libertad
“Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida” (…) “He de llevar mi libertad en peso sobre los propios hombros de mi gusto”
(Capítulo LVIII, “El Quijote”)
Hay en Cervantes versos de convicción.
Libertad pesa y puede causar pesar;
cuesta mucho esfuerzo, se presta a tensar.
Por ella, aventurar la vida, oración.
Si con sudor se hace y se pone en función,
la libertad se consigue: es perdurar;
pero si hay miedo y se acoge al firmes ¡ar!,
pasa a ser candidata a la defunción.
Por y para todos, desea libertad;
en la medida, feliz referencia;
por ella, sentida por necesidad.
Nunca cambiarla por la seguridad
ni aceptar la esclavitud por regencia,
ni sentir gusto de ella sin la verdad.
De lo difícil que es ser lo que la sociedad no es
Si es verdad -respondió Sancho-, pero, con todo eso, la descubrí por un ladito, y la vi toda. // -Mirad, Sancho -dijo la duquesa-, que por un ladito no se vee el todo de lo que se mira.
(Capítulo XLI, “El Quijote”)
Verdad, pura claridad de las cosas,
es juicio y propósito innegable,
expresión limpia, franca, impermeable,
espejo frente a la vida hecha en glosas.
No mentirse a sí mismo, como losas;
no hacerse trampas; solitario fiable;
respetando la verdad del que hable;
y distinguir voces de ecos y fosas.
Verdad no es dar por válido lo que no es
ni dar el visto bueno a lo que no ves;
eso es confundirlo todo, ir sin más.
Difícil ser lo que la sociedad no es
ser libre, inteligente; saber más,
ser distinto si la sociedad es res.
De cómo Don Quijote le propone
a Sancho dedicarse ambos al pastoreo
“ (…) si es que a ti te parece bien, querría, ¡oh Sancho!, que nos convirtiésemos en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido. Yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos. Daránnos con abundantísima mano de su dulcísimo fruto las encinas, asiento los troncos de los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los estendidos prados, aliento el aire claro y puro, luz la luna y las estrellas, a pesar de la escuridad de la noche, gusto el canto, alegría el lloro, Apolo versos, el amor conceptos, con que podremos hacernos eternos y famosos, no sólo en los presentes, sino en los venideros siglos”
(Capítulo LXVII, segunda parte, “El Quijote”, Miguel de Cervantes)
La naturaleza corre desnuda,
su sabiduría es novela río,
en montes y prados con su rocío,
cantando aquí y allá nunca está muda.
Bebiendo agua de fuente testaruda
o de ese limpio arroyo claro y frío,
espejo suena o no dice ni pío,
formas de vida en sol y lluvia cruda
Quijote y Sancho quieren ser pastores,
transformando este bosque en una orquesta,
con sonido en cada árbol, copa y cresta.
Tocando piezas, frutos y colores
en instrumentos, ramajes y vientos
con el coro de luz, versos y amores…
De otra primera salida del Quijote
“Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo: ¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel».
(Capítulo II, “El Quijote”)
Lo anunciaste Cervantes con tus bromas:
en “venideros tiempos” que son estos
con luz deslumbrante el Quijote en hechos
muchas primeras salidas en sus tomas.
Cuando Apolo ha tendido sus hebras,
doradas hebras de hermosos cabellos;
y los pájaros pintados, pequeños,
saludan a la aurora y a las culebras,
cuando dejando blandísima cama
de celoso esposo, sale el Quijote
por balcones del manchego horizonte;
subido en su caballo Rocinante
comienza a caminar, nada de trote,
por el antiguo Montiel… campo y monte.
De cómo Don Quijote fue caballero
andante, único también en su muerte
“ (…) llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba; porque, o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido, o ya por la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza (…)
- ¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. (…)
(…) En fin, llegó el último (día) de don Quijote después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió”
(Capítulo LXXIV, “El Quijote”)
“Vuestra merced, ¡ay!, siga en plena vida”.
Respondió Sancho llorando a los cielos.
“No caiga en locura abriendo los suelos
ni la melancolía ceda fluida”.
Don Quijote: ya no hay ida y venida.
Te hicieron perder la flor de tus celos
Y ahora en familia recibes desvelos
Visitas de amigos, fin de partida.
Sigue tu escudero orando que viva
y entiendes del cielo que es San Chopanza
y a él le imploras pagándole las deudas.
Serás único también en tu muerte
porque ningún caballero andante
murió en cristiano lecho y en esperanza.
Don Quijote, encauzador de lo torcido
“Rompí, corté, abollé, y dije y hice / más que en el orbe caballero andante; / fui diestro, fui valiente, fui arrogante; / mil agravios vengué, cien mil deshice. // Hazañas di a la Fama que eternice; / fui comedido y regalado amante; / fue enano para mí todo gigante, / y al duelo en cualquier punto satisfice.// Tuve a mis pies postrada la Fortuna, (…) // Más, aunque sobre el cuerno de la luna / siempre se vio encumbrada mi ventura, / tus proezas envidio, ¡oh gran Quijote!
(Don Belianís de Grecia a don Quijote de la Mancha; Prólogo de “El Quijote”, Miguel de Cervantes)
Cierto como sol y luna en soneto
o tierra en el verso que lo nutre
que el Quijote, don, hidalguía, lustre,
tiene hazaña en la cima de otro reto…
Espolea su brío saltar el seto,
su altura de miras evita al buitre,
ser leído sortea al zafio y al cutre
y contra el rico ladrón tiene el peto…
Junto al Sancho bueno de ceniciento,
superado el hambre de un buen cocido,
fantasía y sorpresa en otro encuentro.
Fustiga su osadía el sentimiento
encauzando aquello que por torcido
emponzoña verdades como el viento.
De cómo Don Quijote explica a Sancho lo que es la libertad
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”
(Capítulo LVIII, “El Quijote”)
Poder de obrar y de elegir: libertad;
de dudar, acertar o equivocarse;
estado del no preso, no encerrarse;
es luz que ilumina la totalidad.
Uno de los preciosos dones, por bondad,
que el cielo dio al hombre para amarse.
Esa libertad no puede igualarse
a otros tesoros de nuestra Humanidad.
Por la libertad y por la dignidad
puede y debe la vida aventurarse;
es todo ello, Sancho, la pura verdad.
Y por lo contrario, el cautiverio
es, de todos, peor mal, la mayor maldad;
y el preso se deshace en cementerio…
Del novelar de Cervantes y del río que llega a la mar
“Cuando esto le oyeron decir los tres (Cura, bachiller y barbero), creyeron, sin duda, que alguna nueva locura le había tomado. Y (el bachiller) Sansón (Carrasco) le dijo: -¿Ahora, señor don Quijote, que tenemos nueva que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuestra merced con eso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando la vida, como unos príncipes, quiere vuesa merced hacerse ermitaño? Calle, por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos.
(Capítulo LXXIV, último,”El Quijote”, Miguel de Cervantes)
Este es Don Quijote que muere en penas.
Por río andante navega su vida.
Larga historia cantada, recorrida;
leída y más releída, pinchada en venas.
Diste libertad, abriste cadenas…
Novelaste con la luz encendida…
Leí. Releí. Lectura tan divertida
que rompí a reír con Sancho a risas llenas…
Jugué a sentir tu eco que en mi resuena
y esa carga de ciencia, que ahora entiendo,
acelera el río pese a tanta arena…
Ya en siglo veintiuno, tu mar sintiendo;
confío en vos, Cervantes, en tu simiente;
que el novelar no corte lo que yo siento…
José Manuel Alonso