Sergio Murillo Corzo: Economista y exdiputado de Acción Social de la Diputación Foral de Bizkaia. Participo como ponente en el X Congreso Nacional de Médicas y Médicos Jubilados organizado por el Colegio de Médicos de Bizkaia (30 de mayo al 1 de junio de 2024).
Cuando nos acercamos a una realidad exterior con ánimo de conocerla, aprehenderla, nuestro acercamiento no es neutro. Lo hacemos desde observaciones donde afecta quién mira, desde dónde mira, dónde fija la mirada y con qué bagaje previo se acerca a mirar. Con todos esos sesgos, vamos configurando nuestra percepción sobre determinado tema que contiene un “conjunto de creencias” y un “conjunto de afectos” sobre la realidad. Este acercamiento se completa, en el tiempo, con las percepciones de otras personas o agentes, que afectan también en nuestra percepción de las cosas.
Así es como tenemos construida nuestra imagen sobre la edad de las personas y las personas de edad avanzada. En efecto, la imagen de las personas mayores y del envejecimiento que tiene la sociedad actual está afectada por percepciones que fueron ciertas en algún momento y en algún lugar; pasividad, enfermedad, declive, gasto, demanda, deterioro y falta de autonomía personal. Hoy, sin embargo, se trata de una imagen de algo que casi no existe. Y si queremos ser justos, no podemos describir el todo con los atributos de la excepción.
Lo que es objetivamente cierto es que más del 85% de las personas mayores en Bizkaia es autónoma para las actividades de la vida diaria; sólo el 10,5% de las personas mayores de 65 años tiene reconocido algún grado de dependencia. El 21,8% de las personas voluntarias en Euskadi son mayores de 65 años, en línea con su peso relativo en la población vasca. Una de cada dos personas mayores utiliza internet. El 43% participa en actividades de carácter social y/o político y el 62% realiza donaciones económicas en alguna organización sin ánimo de lucro. Estos y otros muchos datos son los que reflejan las estadísticas oficiales en Euskadi.
Atendiendo a estos datos, debemos señalar que esa otra imagen de las personas mayores no es justa, por no estar ajustada a la realidad. Y no es justa, porque podemos estar incurriendo en injusticias sociales cuando actuamos desde esos estereotipos edadistas. Su revisión es urgente e importante, porque los estereotipos, al funcionar como marcos mentales, generan efectos en el trato que la sociedad da a las personas mayores (Rodríguez, 2007), e incluso tiene efectos en la autopercepción de las propias personas mayores (Sanz, 2012). Podemos concluir, con cierta preocupación, que los estereotipos edadistas hacen funciones de elementos culturales limitadores de la inclusión.
Por eso, debemos realizar un esfuerzo individual y colectivo para construir un nuevo significado para “persona mayor” (significante), que refleje la verdadera realidad de las personas mayores. Por un lado, debemos trabajar en la propia conciencia de las personas mayores, que deben trabajar en aflorar esa verdadera imagen de las personas mayores, aflorando esa mayoritaria forma activa de participar en sociedad que realmente tienen. Y por otro, es prioritario generar, desde diferentes instancias, personas y agentes, estímulos-mensajes coherentes con la realidad de las personas mayores, auténticas en su pluralidad.
Los avances científicos en la medicina, la salud, la nutrición… y en los estados del bienestar modernos como el vasco, han roto barreras de edad, en esperanza de vida, y esperanza de vida saludable. Ahora, necesitamos derribar las barreras mentales, sociales y culturales que hagan que la edad no signifique un estado vital, sino un mero dato cronológico. Así, tendremos una mejor posición para afrontar la revisión de los marcos normativos, las políticas públicas, las prácticas profesionales, los espacios físicos y sociales… que el reto demográfico exige, construyendo un nuevo contexto que evite la discriminación por razón de edad. Hagámoslo por afecto y por el efecto en todos los que formamos esta sociedad que, si no lo somos ya, aspiramos a ser mayores.