Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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EL FIN DE LA VIDA PRIVADA

Por José Manuel Alonso

“La I Guerra Mundial (1914-1918) fue considerada como la última guerra; su terminación, como la victoria definitiva de la libertad. Las democracias ya existentes parecieron adquirir nuevas fuerzas, y al mismo tiempo nuevas democracias surgieron para reemplazar a las viejas monarquías… Pero tan solo habían trascurrido nuevos pocos años cuando nacieron otros sistemas que negaban todo aquello que los hombres creían que había obtenido durante siglos de lucha. Porque la esencia de tales sistemas, que se apoderaron de una manera efectiva e integral de la vida social y personal del hombre, era la sumisión de todos los individuos, excepto un puñado de ellos, a una autoridad sobre la cual no ejercían vigilancia alguna” (Erich Fromm, 1900-1980, psicólogo social y filósofo alemán) 

         Eso que adelantaba Erich Fromm hace más de un siglo lo estamos padeciendo en todo el mundo hoy, con perspectivas aún peores (como veremos) de las que se imaginaba el genial filósofo… El ciudadano de hoy, incluido el de los países más avanzados, está vigilado, controlado e incluso estafado, sin que pueda hacer nada (o muy poco) para evitarlo. En el artículo anterior publicamos precisamente que cada hogar en nuestro estado tenía una deuda (debía de “préstamo”, no se sabe muy bien de quien) de más de 78.000 euros, que se ha incrementado considerablemente desde que Pedro Sánchez está gobernando… Pues bien/mal, lo último que le ha ocurrido a este periodista (y a otras miles y miles de personas más) es la constatación de que saben lo que hacemos, donde estamos, donde pisamos, es decir, nos tienen absolutamente controlados y bien “clavados” económicamente a base de las tarifas más habituales de consumo, lo que podría ser motivo de otro artículo…

            Hace unos días, Google Maps Timel, con la disculpa de facilitarme novedades de mi cronología, me ha enviado “un mapa personal de los sitios que he visitado, las rutas y los trayectos”, incluso me puede ofrecer los sitios donde he estado, por ejemplo, restaurantes… Entre los lugares del mes de enero señalan los países/regiones, las ciudades, y los nuevos sitios visitados…  Y se detalla incluso los kilómetros recorridos a pie y en conche, así como las horas dedicadas a ellos. También los sitios más destacados … Y después de preguntarte si te ha gustado este correo electrónico, Google te ofrece cancelar la suscripción si es que no quiero recibir los datos… Y lo hace cuando estoy sumamente sorprendido de que les hubiera dado permiso para hacerlo…, lo que por otra parte sería igual porque la actitud y el control es lo que denuncio…

            Y un par de días más tarde, la propia Google Play me envía un correo en el que me anuncia que a partir del 15 de marzo de este año van hacer algunos cambios en los Términos del Servicio de Google Play… Desde luego puede ser, en algún caso, un servicio, pero a este periodista le parece una absoluta intromisión en la vida privada de las personas…

¿Firme control desde hace muchos años, tantos como 42?…

            Precisamente, ya en junio de 1981 (va a hacer 42 años) publicaba en el Diario “Deia” un artículo con este antetítulo: “Todos fichados, controlados, espiados”. Y este titular: “El fin de la vida privada”, y señalaba entonces:

            El pasado fin de semana, a través televisión española, pudimos contemplar una película y una serie donde se producía una coincidencia angustiosa y norteamericana: la pérdida de la intimidad, de la vida privada, de la libertad individual, gracias al control remoto de otras personas a través de sofisticados aparatos tecnológicos. En “La conversación” y “No estás sola”, de la serie “Desenlace inesperado», existe la coincidencia de la presentación de un telescopio «auditivo», capaz de recoger a larga distancia las palabras de aquella persona o personas a las que se enfoca el objetivo. “La conversación” es película del año 74, por eso los interrogantes son obvios: ¿Cuánto habrá avanzado la técnica desde entonces? ¿Hasta qué punto uno es controlado por lo que hace en cualquier momento y lugar? ¿Nos queda tiempo aún antes de que el problema supere nuestra capacidad para superarlo? (…)

Agente 007 y Mannix

            En aquel viejo artículo señalaba el hecho de que “hace una década, una revista de gran difusión mundial publicaba un informe de Jean Francis Held que, para entonces, al menos en nuestra sociedad, sonaba a ensayo-ficción pero que ahora recobra (y cada día más) toda la fuerza y el valor de la trágica premonición inevitable. En aquella época triunfaba en el cine el Agente 007 y en la televisión azuzaba otro personaje policial ficticio llamado Mannix.

Este Mannix o Manis, super-detective protagonista en la pequeña pantalla, era un hombre de acción. Creía en el cerebro humano, en el judo y en la iniciativa. Su glacial jefe, por su parte, confiaba más bien en la electrónica… Y a la hora H los computadores de la agencia se tragaban sus tarjetas perforadas, las pequeñas bombillas se encuadraban y el asesino era identificado, analizado, previsto y capturado. El computador conocía hasta la marca del dentífrico del sospechoso, así que sólo quedaba poner una trampa en el cepillo de dientes… Y si esto se conseguía con un delincuente e incluso un posible asesino, igualmente podría lograrse con una persona normal y civilizada…

Estamos todos fichados

            La «detective-ficción» resultaba muy divertida. Excepto cuando uno se daba cuenta, lo que no resultaba tan fácil, de que el jefe no era, enel fondo, más que un gentil retrasado y de que los computadores, eso sí, eran benignos juguetes comparados con los vastos sistemas que empezaban a mirarnos y controlarnos desde el blanco de los ojos.

            Había que tomar distancias y reflexionar para darse cuenta de ello, hasta tal punto era «natural»: estábamos inventariados, fichados, disecados, rodaja por rodaja, hasta el punto de que la famosa libertad individual se convertía en un ligero barniz hipócrita, casi en una coartada… Y bajo la presión de una sociedad cuyos motivos de funcionamiento eran muy discutibles, la vida privada se resquebraja, se llenaba de agujeros y se hacía permeable como un encaje. Se trataba, por tanto, de una ofensiva formidable y solapada…

Ya no había lugares seguros

                   ¿Qué medios se utilizaban ya entonces para penetrar en la intimidad privada?… Había ingenios electrónicos, conexiones de teléfono… Y en los medios de información masivos e aquella época quedaban solo en el recuerdo escándalos como los del Watergate o las conversaciones del Príncipe Carlos con su prometida), espías mecánicos, cámaras de televisión que podían disimularse en un bolsillo del chaleco y poseían una lente (un “ojo”) del diámetro de un cigarrillo. Sobre las personas se tendía un invisible cerco que traspasaba las zonas más recatadas… Tomavistas y sistemas registradores se ponían en marcha al entrar o hablar alguien en una habitación. Para escuchar las conversaciones privadas, se utilizaba una onda ultrasónica que registraba las mínimas vibraciones que causaba la voz en los vidrios de las ventanas.

            Había prostíbulos que servían de trampas para hacer chantajes con las fotografías que se tomaban desde lugares disimulados. El mismo sistema se utilizaba para otros menesteres e intenciones. En los techos de las salas de concurrencia pública, la policía, o algo parecido, instalaba “ojos” para sorprender.

          Ya no encontrabas espacios seguros. En las calles de algunas ciudades se habían experimentado circuitos cerrados de televisión: incluso las luces de alumbrado público tenían aparatos para vigilar a los transeúntes. Para completar esta dominación, podía usted imaginarse cuanto ocurre en espacios privados controlados, o aquello del telescopio auditivo visto en las películas que hemos señalado…

Nuestros propios medios de control

          Pero existía otro tipo de control más a tono, creemos, con el aquí y ahora, porque no nos resulta demasiado difícil pensar como todos esos mecanismos sofisticados de la electrónica se utilizan ya entre nosotros, o por lo menos algunos de ellos. Por tanto, debemos estar muy prevenidos… Y mucho más ahora, con otros medios de control…

        Podríamos comenzar con el censo general de todos los ciudadanos, en que cada uno de nosotros no es más que un átomo estático. Está también el registro civil y libro de familia, el libro escolar y universitario, la cartilla militar, la de la Seguridad Social, las fichas de los médicos, quizá un chequeo con el que nos han hecho un balance concreto de nuestros secretos anatómico-fisiológicos, o el rastro de los test de personalidad… Está el informe o la declaración a Hacienda, el de las entidades locales de los innumerables seguros, bancos, sociedades de crédito, multas…

       Están las fichas de empresas y de asociaciones profesionales. Está el control de los cruces de fronteras, de los informes de aduana y de las numerosas encuestas en que uno se ha visto implicado… En algún lugar puede existir también la ficha de control de viajes (¿por negocio?, ¿por turismo?, ¿por gusto?, ¿por necesidad?, por qué lo que sea) y el control de los hoteles donde uno ha pasado una noche. Están los informes de prospección de vendedores de todas clases y productos, que envían amablemente sus catálogos ysus anuncios de rebajas. Están los clubes deportivos, de vacaciones y de recreo. Están, naturalmente, las diversas policías que nunca nos olvidan.

       Están los confidentes, los vecinos, los guardianes… Están todos los accidentes particulares de la vida. Están todas las declaraciones… Y todos hemos firmado aquí y allí, y hemos dejado nuestro rastro, acaso nuestras características, virtudes o defectos, acaso toda una biografía, o “currículo” con todo ello. La sociedad nos ha obligado a destriparnos… Y todo eso lo señalaba entonces, ahora mismo personalmente no me da la cabeza para saber hasta dónde llega nuestro control diario, a cada hora e incluso cada segundo…

El hombre: ¿un cliente, un animal político, una herramienta?

Continuo con aquel viejo artículo para seguir comparándolo con lo que ocurre hoy… La contratación de un empleado o trabajador se estaba ya pareciendo cada día más al reclutamiento de un agente secreto. El hombre del siglo XX se había convertido en un cliente, un animal político y una herramienta… Había organismos especializados en la venta de nombres fichados, en la prospección política y comercial… Se señalaba que “por unos dólares podía usted hacerse con los nombres de los miles de norteamericanos que el año pasado compraron productos tendentes a asegurar su virilidad… Y si quiere usted alcanzar un mercado más amplio le facilitarán los nombres de los miles de matrimonios del último año.

            Ya en los años 70, en Estados Unidos y otros países, las oficinas de encuesta hacían que se les abrieran los “dosieres” más cerrados, los más confidenciales. Una sola firma multinacional tenía en nómina a más de quince mil detectives privados. Y así, señalaba entonces, podríamos seguir anotando controles e intromisiones en la vida privada de las personas… No había quien parara ya este desequilibrado progreso. Los niños compraban juguetes espías para escuchar a sus padres y a sus amigos. Y a uno le vigilaban ya por todas partes, hasta en los retretes… Aparatos como los electroencefalógrafos, escondidos en sombreros, gafas para descifrar las emociones de las miradas, lectores labiales, verrugas grabadoras. Con cualquier cosa, el espía electrónico omnifuncional podría acabar por saberlo todo.

Una computadora programará el futuro

            Todos esos datos informativos, minuciosos, de «rayos X», se acumulaban después en una computadora donde se combinaban dinámicamente las operaciones, y se las hacía reaccionar unas sobre otras para extraer elementos nuevos. Esa computadora llegará a saber más sobre uno que uno mismo.

Conocerá nuestras posibilidades, nuestras inhibiciones, nuestras ansiedades, nuestros sus vicios, ordenará nuestro porvenir hasta la hora de la muerte, que podrá incluso estar prevista con anticipación, como lo estará el nacimiento, el matrimonio, eltrabajo, los hijos o las amistades…

            Y todo eso, escrito hace ahora más de 41 años, te obliga a pensar el aterrador día en el que para conocer la vida entera de un hombre y la de su futurobastará con pulsar un botón. Ninguna remota esquina de la intimidad quedará en el recato, ninguna parcela de la libertad humana dejará de ser fiscalizada. Y como no se levante la voz y, más que la voz, se creen los órganos de defensa, llegará el día en que no quedará la menor oportunidad, nosólo de tener una vida privada, sino ni siquiera de tener vida y que ésta sea solo para una pequeña parte de la sociedad mundial…  

UN GRITO… POR EL HOMBRE Y LA MUJER.

            El hombre y la mujer han ido… cercando a otro hombre u otra mujer, y también se han ido encerrando a sí mismo… No ha habido proceso sin víctimas y en el de la ciencia y la tecnología, con sus derivados múltiples, el hombre y la mujer han hecho dejación de su propia libertad, de su condición de hombre o de mujer; o le han obligado a hacerlo… En los viejos sistemas de investigación, el hombre o la mujer podían defenderse. Ahora, con los más sofisticados y estudiados métodos, con las computadoras y los controles remotos, con los aparatos de espionaje e informática, el hombre o la mujer no sólo carecen de su vida privada, sino que ni siquiera son dueños de su propia vida…

            Se les espía secretamente en el taller, en la oficina, en las manifestaciones públicas, en las diversiones, en su propio hogar. El hombre o la mujer se han convertido en un esqueleto de tarjetas y fichas… Los países más avanzados no dudan en utilizar sus mecanismos de control, que los tienen. Los menos avanzados también se están haciendo con ellos. La intimidad del ser humano, así, es una frase sin contenido… Ejercer la libertad en este panorama de control y de dominio desde el poder o desde el Gran Tecnócrata -que lo sabe todo y lo reglamenta todo- es muy difícil… Y no sólo por la existencia de vastos sistemas, sino también, y esto es acaso más problemático y terrible, porque hay muchos ciudadanos, ignorantes o no, que están dispuestos a aceptar ese control para ganar una aparente seguridad, están dispuestos a que todos griten lo de “viva las cadenas” y cerrar así definitivamente los grilletes… Parece como si la larga época de prosperidad estuviera tocando a su fin y nos adentremos en el “cansancio de esa prosperidad”, en la aceptación del sistema por impotencia del hombre o la mujer, individuos, de hacerles frente. Es necesario, por tanto, levantar la voz y soltar un grito, no sólo por la libertad, sino por la humanidad: el hombre y la mujer del futuro…

                                    El magisterio de un “resentido social”

            Quiero terminar recordando a un gran compañero periodista: Javier Ortiz (San Sebastián, 24 de enero de 1948-Madrid, 28 de abril de 2009), que entre otras muchas actividades periodísticas fue redactor-jefe de “El Mundo” y fundó la edición de este diario en el País Vasco, y fue jefe de Opinión de la edición central. Comentarista de Radio Euskadi y ETB, y columnista del diario “Público”. Falleció en el 2009 y, en su constante actividad de trabajo, dejó incluso escrito su obituario… Durante tres años, del 25 de julio del 2000 al 25 de julio del 2003, todos los días escribía un comentario que titulaba: “Apuntes del Diario de un resentido social” (…)

         Y es que Javier fue siempre muy crítico… Recuerdo un artículo antes de fallecer en el que comentaba precisamente el grado de control que había ya en España, “donde se prepara –escribía– una normativa del control de los nuevos servicios de Inteligencia, los herederos del Cesid que, de aprobarse, dejará en pañales la vieja y repudiada ley del entonces ministro del Interior, Ley Corcuera, sobre la seguridad ciudadana… Los espías del Estado podrán intervenir tu correspondencia, pinchar tu teléfono y registrar tu domicilio con entera libertad, aunque tales diligencias no formen parte de ningún sumario abierto. No se te ocurra preguntar de qué se te acusa. No hará falta acusarte de nada. Tendrán un juez ad hoc de lo contencioso administrativo; para más inri firmará las autorizaciones a voluntad. Y a correr” (…) Y Javier Ortiz añadía entonces: Es como para quedarse perplejo: ¿se defiende mejor la libertad recortando las libertades? (…) Precisamente, la ingenuidad es suponer que todo eso lo están haciendo para proteger las libertades… En el eterno tira y afloja entre el autoritarismo y los derechos democráticos, los estados ganan terreno y controlan todo lo potencialmente díscolo, crítico, peligroso (…) La cabra tira al monte. Y ellos, al fascismo” (…)

            Y eso se escribía, lo escribía Javier Ortiz hace ya unos muchos años… ¿Qué podremos decir de ahora en adelante?… Cada persona, en este caso cada lector, tiene su opinión, la respetamos y respetaremos siempre libremente…