Por Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
El pasado 4 de septiembre salía a la luz, bajo el nombre de Laudate Deum, un documento del papa Francisco, que se ha venido a denominar “exhortación apostólica”, y que consta de 73 puntos en los que arroja su visión actualizada sobre la llamada «crisis climática» y «el cuidado de la casa común». Se trata de un texto muy corto para ser un documento papal según se ha dicho, que tiene mucha relación con su encíclica de 2015 Laudato si, en la que abordaba los problemas medioambientales del planeta.
Ocho años después, el papa Francisco ha vuelto a hablar del cambio climático, aunque en esta ocasión ha utilizado el término crisis climática en el que ha elevado el tono hacia sus causantes, las empresas del sector de los combustibles fósiles, y también ha sido muy crítico con la respuesta que los Gobiernos y las diferentes cumbres climáticas están dando a este problema global. “La transición que se necesita, hacia energías limpias como las energías renovables, abandonando los combustibles fósiles, no tiene la velocidad necesaria”, ha señalado.
De la primera encíclica del papa Francisco que se difundió en junio de 2015, y que supuso un espaldarazo a las negociaciones climáticas internacionales, al aprobarse ese año el Acuerdo de París, que rige los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático, a hoy, el mensaje de Bertoglio es muy diferente en relación con las llamadas cumbres climáticas, ya que las que se han celebrado posteriormente han sido más bien un fracaso, a la espera de lo que ocurra en la próxima, que se celebrará en diciembre de este año, en Dubái. El Papa recuerda en su texto que, en esta ocasión, el anfitrión, Emiratos Árabes Unidos, es un país “que se caracteriza por ser un gran exportador de energías fósiles”, y advierte de que “las empresas de gas y petróleo ambicionan nuevos proyectos allí para ampliar más aún la producción”.
De la exhortación apostólica del papa Francisco, destacaría como principales cuestiones, su posicionamiento contra el negacionismo climático. Bertoglio viene a decir que “por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí. Nadie puede ignorar fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra. Es verdad que no cabe atribuir cada catástrofe al cambio climático global. Sin embargo, sí es verificable que determinados cambios en el clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos. En los últimos años no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta constatación. Mencionan supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho de que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento”.
También viene a decir que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático”. Veamos por qué, dice. “La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que por ese efecto provocan el calentamiento de la tierra, se mantuvo estable hasta el siglo XIX, por debajo de las 300 partes por millón en volumen. Pero a mediados de ese siglo, en coincidencia con el desarrollo industrial, comenzaron a crecer las emisiones. Mientras escribía `Laudato si´ se alcanzó el máximo de la historia -400 partes por millón- hasta llegar en junio de 2023 a las 423 partes por millón. Más del 42% del total de las emisiones netas a partir del año 1850 se produjeron después de 1990”.
El Papa Francisco se refiere también “a la responsabilidad del modelo económico”, señalando que “la lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad. En los últimos años podemos advertir que, aturdidos y extasiados frente a las promesas de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos”.
Y, viene a considerar a Occidente, como un «modelo irresponsable» llamado a cambiar. “Si consideramos que las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más pobres, podemos afirmar que un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo. Así, junto con las indispensables decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo”.
La lucha contra el cambio climático depende de decisiones políticas y de una sociedad internacional concienciada y movilizada, y si hay alguien con autoridad, como es el papa Francisco, que es el máximo responsable de una tradición religiosa milenaria en la que se reconocen cientos de millones de personas, hable de la crisis climática y en los términos en que lo hace, es algo muy importante y positivo.