Por N. Lauzirika vía ON
Son «vivencias y sucesos que un día experimentaron mis colegas, que con mucha amabilidad han querido dárnoslas a conocer», dice este experto y escritor, quien añade que los veterinarios son, junto a perros, gatos, vacas, cerdos, una leona y sus dueños, los otros protagonistas de un libro escrito con un lenguaje muy coloquial, cercano y con pocos toques científicos. «Un libro para descubrir mil y un secretos de cómo son nuestros animales de compañía, de cuándo y por qué van al médico».
A pesar de llevar trabajando con animales más tres décadas, Giner todavía se hace preguntas sobre ellos. Algunas de estas dudas giran en torno a si «¿estamos subestimando las capacidades de nuestras mascotas, por ejemplo, para intuir algo que no está al alcance de sus sentidos?, ¿qué sabemos sobre su inteligencia emocional?, ¿son capaces de poner cierta razón por encima de la emoción?». Y como Giner asegura, «a veces son ellos, los mismos animales, los que me resuelven más de una».
¿Cómo sintoniza mejor con nuestros compañeros de cuatro patas?
Con un manual de instrucciones para intentar entender cómo transmiten ellos sus emociones. A veces lo tenemos en casa y no nos da por estudiarlo, pero los animales trasladan sus emociones por el rabo, o por su mirada, y muchas veces las pasamos por alto. Hay que tener en cuenta tanto la raza del animal como la edad. Los humanos somos bastante inútiles cuando nos toca averiguar qué aqueja a nuestros animales o cuánto tiempo llevan con un dolor determinado.
¿Los perros son los mejores amigos de los humanos?
Esa frase tiene cierto sentido, pero no estoy tan de acuerdo con ella. Es verdad que el perro es el animal más cercano al hombre y que no puede ser más generoso. Los que tenemos perros lo sabemos muy bien porque están pendientes de nosotros las 24 horas del día, o si por ejemplo no nos han visto en los últimos veinte días nos reciben moviendo el rabo como si les fuera la vida en ello.
Esa demostración no la hace ni siquiera un amigo, es una cosa espectacular, pero entiendo que la amistad, en el sentido humano, va por otro camino, por compartir otras cosas. Pero sí, el perro, es lo más cercano a la amistad humana.
¿Humanizar a nuestras mascotas es un buen camino?
A mí me parece que no les hacemos un gran favor. Nosotros necesitamos también que esos animales, que nos dan tanto cada día, se adapten a nuestra vida, a nuestro entorno, a nuestra forma de vivir, pero es verdad que en eso somos un poco egoístas, porque el animal necesita muchas veces cosas que a nosotros no nos encajan bien.
¿Por ejemplo?
Cada uno tiene sus necesidades, y si por ejemplo tenemos un perro golden retriever americano en casa, sin llevarle al campo, no le estamos ayudando. Esta raza es feliz cuando le ofrecemos la oportunidad de meterse en un río, en un charco, cuando intenta cazar un pato, que es lo que su instinto le manda hacer… A estos perros no se les debe de tener encerrados en casa, necesitan grandes espacios para sentirse libres, pero los dueños muchas veces no pueden llevarles a los entornos en los que realmente sacan sus instintos naturales.
¿Imponerles nuestros hábitos no es conveniente ni para los dueños ni para ellos?
Claro que no. Es un tema de adaptación, de equilibrio. La última Ley de Libertad de Animal, que todavía no está en marcha pero que va en la línea de tenerles cada vez más en una mayor consideración, está bien y creo que es el camino. Debemos olvidarnos de humanizar a las mascotas, porque, insisto, no les hacemos ningún favor: ellos necesitan otras cosas. Y hay que ser consecuentes con nuestras actuaciones.
El término mascota es demasiado laxo. ¿A qué nos referimos?
Sinceramente hay una tendencia en alza de personas a las que les gusta tener animales exóticos en casa, una serpiente, etc. A mí, con todos los respetos, no me parece bien. Soy de la opinión de que todo este tipo de animales, que son de fauna, vivan donde nacen, que es donde mejor están y donde deben vivir. Creo mucho en la teoría del conservacionismo y en que la naturaleza que hemos recibido la debemos dejar como está; hay que tocarla poco para no modificarla. Por eso no soy partidario de sacar a las especies de su entorno natural.
Si vivimos en un piso pequeño y tenemos un galgo, un gran danés o un mastín, ¿no es una contradicción para la gente que dice querer a los animales?
Es una contradicción absoluta. Un animal, al igual que nosotros los humanos, necesita espacio. Probablemente todos necesitamos pisos más espaciosos, pero la realidad es la que es. Sin embargo, el humano es libre de tomar una decisión de dónde vivir y puede decantarse por un piso mínimo acorde a su situación económica, pero para el animal me parece un poco cruel. A un gran danés, en un piso pequeño no le estás haciendo un gran favor.
La nueva ley parece elevar a la mascota a ser un miembro de la familia. Esto conllevaría llevarle, por ejemplo, a un restaurante, al notario, a la panadería… Esto sin contar con que hay gente a la que no le gustan las mascotas.
Desde el punto de vista legal me parece bien que dejen de ser consideradas como cosas, porque hasta ahora no se les veía como seres que sienten. Por este lado, la ley es acertada. Pero igualmente tengo planteamientos en contra porque la nueva norma especifica que todos los animales de compañía, las mascotas, deberán ser castrados. Esto no lo tengo muy claro; me parece que les estamos quitando una parte importante de su ser como animales, y también de su especie.
Estamos diciendo que no podemos cortarle a un perro las orejas por estética, pero sí cortarle los testículos. Como profesional no termino de entenderlo. Comprendo que hay mucho abandono y maltrato, y que todos tenemos que luchar contra ello y abogar a la responsabilidad de las personas para que esto no suceda, pero anular el deseo sexual de un perro o un gato no lo termino de ver.
Si se les llama la atención, todos los dueños dicen que sus perros no atacan. ¿Es como si les estuviéramos concediendo los mismos derechos que a los humanos?
Vamos muy pulcros en lo políticamente correcto. Hace nada me decían que había un ayuntamiento al que los colectivos animalistas les estaban reclamando un lenguaje inclusivo con las mascotas, que no se puede hablar solo de perros, sino de perros y perras. Creo que se nos está yendo un poco de la mano. Simplemente hay que aplicar el sentido común, y si tenemos un perro debemos llevarlo al campo, se tiene que mojar, dejarle que se tire encima de un ratón muerto, lo que hacen porque disfrutan como locos…
Es lo que hay. Después te tocará limpiarlo, pero hay que ser consecuente y tener muy en cuenta que es un animal vivo, que siente, que tiene sus necesidades y hay que ser responsables para cubrirlas. No solo se trata de darles de comer, también hay que facilitarles un espacio, una salud.
Podemos ser animalistas, vegetarianos€ ¿Pero incorporar estos hábitos a los animales y tratarles como niños no es desmesurado?
Este tipo de animales están cubriendo algunos déficits emocionales de las personas. Hasta ahí estamos de acuerdo, lo hacen, y además con satisfacción, pero no les pidamos más de la cuenta. Creo que tenemos que ver las cosas en su justo término y no meternos tanto en la emoción. Debemos ser juiciosos y poner la razón por medio. Los humanos no podemos vivir solo de la emoción.
Los animales son animales, y los perros, como especie, aunque a algunos les parezca mal, han nacido para cazar y no pueden ser veganos. Los veterinarios estamos teniendo ya problemas con animales cuyos dueños son veganos, lo que me parece respetable, pero no podemos cambiar a los perros, no pueden ser veganos porque son carnívoros y necesitan carne.
¿Este es un ejemplo claro que se está humanizando a los animales?
Sí. Tú como humano puedes optar por la dieta que quieras, aunque algunas son dudosas para la salud, pero al perro no le hagas humano.
Tras 35 años de veterinario, en su libro Entre amigos relata disparatadas aventuras y tiernas anécdotas entre animales y sus dueños. ¿Por qué se decidió a contarlas?
Un colega estuvo hace tres años en Inglaterra y encontró un libro en el que el autor, un médico, contaba su experiencia y anécdotas en sus inicios de trabajo en la Sanidad inglesa. Era un libro muy simpático, que tenía mucho éxito allí, y un día me dijo: «Oye, Gonzalo, ¿por qué no hacemos algo contigo y escribes sobre tu experiencia con los animales?»
¿Y se animó?
Le dije que me parecía estupendo pero que no tenía tantas historias como para rellenar un libro. Entonces se montó un despliegue de contactos y empezó a movilizar a gente de la profesión para que mandara anécdotas. Y así comenzó todo. De verdad, ha sido un trabajazo como no te puedes imaginar. Me llegaban anécdotas de voz al móvil, algunos se quedaban cortísimos, otros largos… Ha llevado tiempo plasmar y desarrollar la idea, pero estoy contento porque al final, lo que buscamos es que la gente se lo pase bien y se ría de las tonterías que hacemos los humanos.
Si quedamos alguno mal en el triángulo veterinario, animal, y humano o propietarios, y te lo digo de verdad, somos los propietarios. Para pasarlo bien con el libro no es necesario que tengas un gato o un perro en casa, es un libro para todo el mundo. Al final es un conjunto de disparatadas aventuras y anécdotas amables, divertidas y algunas que también van a provocar lágrimas.
¿Por qué?
Porque esas anécdotas surgen de la relación de los veterinarios con las mascotas. Esta es una consideración que normalmente igual no la piensa la gente, pero a diferencia de un médico, el veterinario conoce al paciente desde que nace hasta que muere, porque nos lo traen muy pronto y le tratamos hasta que muere, e incluso en algunas ocasiones le tenemos que ayudar a morir.
Durante la carrera en la universidad aprendes a reconocer enfermedades y su diagnóstico, y las terapias de las patologías, pero no cómo tienes que ayudar a una persona que está pasando un momento crítico. Las mascotas están sirviendo de forma muy eficaz como refugio de determinadas carencias de las personas. Lo notas porque cuando el dueño entra en la consulta con su mascota en mala situación traslada a los profesionales un grado de angustia tremendo.
¿Y les toca hacer de ‘coaching’?
De hecho, hacemos cursos para saber gestionar mejor las emociones de la gente que llega a la consulta con un animal que se va a morir.
¿Nota que ha cambiado en la sanidad el papel secundario que tenían los veterinarios?
Con la pandemia no se nos ha tenido en cuenta para nada, como si los veterinarios no supiéramos nada de pandemias. Y en Veterinaria si sabemos de algo es de pandemias, porque estamos siempre peleando con ellas y tenemos recursos, experiencias. En este país, sin embargo, desde los departamentos de Salud no se nos ha hecho ni caso, no hemos conseguido defendernos ante la Administración pública, cosa que sí ha ocurrido en Francia, donde los profesionales han estado en la mesa de decisiones sobre lo que se hacía o se dejaba de hacer.
QUIÉN ES
Escritor y veterinario madrileño, lleva más de 34 años trabajando con animales. En ‘Entre amigos’ (Ed. Planeta) narra disparatadas aventuras y tiernas anécdotas entre los animales y sus dueños, y unos cuantos veterinarios. No es la primera obra de Gonzalo Giner. En 2008 sacó a la luz con gran éxito literario ‘El sanador de caballos’, un referente dentro de la literatura popular. Con su siguiente novela, ‘El jinete del silencio’ (2011), descubrió los antecedentes de la creación de la raza española de caballos durante el silo XVI. En ‘Pacto de lealtad’ (2014), en cambio, pergeñó una novela minuciosamente documentada para narrar, por primera vez, la participación de los perros en dos de las guerras más sangrientas del pasado siglo XX: la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española. Ha publicado también ‘Las ventanas del cielo’ (2017) y ha sido ganador del premio Fernando Lara de novela 2020 con ‘La bruma verde’. Ahora promociona ‘Entre amigos’.