Por José Manuel Alonso.
Quiero comenzar esta segunda parte dedicada a los años de la enorme apuesta política y económica para la construcción del Museo Guggenheim Bilbao, años en los que este periodista fue el responsable de la comunicación de una de las dos instituciones protagonistas principales: el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco y el Departamento de Hacienda de la Diputación de Bizkaia, con dos grandes personajes: Joseba Arregi (1946-2021) y Juan Luis Laskurain… Desde un principio, fue el diputado de Hacienda quien apostó en primer lugar, una vez que conoció el extraordinario interés norteamericano, transmitido por Pedro Ruíz Aldasoro…
Los años que cambiaron Bilbao…
Durante años, principalmente a partir de 1987, hasta la inauguración del Museo: 18 de octubre de 1997, en plena crisis de la sociedad y no sólo de Euskadi, en el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco se iniciaba la jornada de cada día analizando la difícil situación económica, principalmente de Bizkaia, convencidos de que a partir de 1991 la nueva apuesta cultural y artística, principalmente el Museo Guggenheim, traería beneficios de futuro importantes no solo culturales sino también económicos y sociales… Y eso lo hacíamos con la mayoría de las instituciones y los partidos políticos en contra, así como de la población vasca… Raro era el día que no recibíamos incluso insultos, principalmente del mundo del arte, de la información y de la política… Cada mañana cogíamos los periódicos para ver que nueva burrada o mentira se decía o declaraba contra el Guggenheim y sus máximos responsables… Y todo ello ocurría, además, en plena actividad terrorista por parte de ETA…
Teníamos claro que la cultura, además de su sentido educativo, promocional, intelectual y artístico, era la “explicación” de un pueblo, su memoria, su carácter profético, pero también y sobre todo en aquel tiempo: su proyección… Nos encontrábamos que la cultura en Euskadi parecía tener bastante (acaso demasiado) con su propia reafirmación en valores consanguíneos (nacionales y tradicionales), y lo era frente a la uniforme masificación impuesta por las potencias culturales, que en muchos casos no se trataba ni siquiera de las más próximas geográficamente… Y había otro desafío: el de la pluralidad de los conocimientos, de la variabilidad de la educación y la ciencia, de la invasión tecnológica, del control formativo e informativo, etc. Y el pueblo sufría, además, la crisis del abastecimiento, de la reconversión, del paro, de la salida o huida del capital, de la intransigencia y la violencia, de la mala imagen y pésimo porvenir…
Y frente a aquella lamentable situación, éramos conscientes de que solo la unidad y el compromiso, el diálogo y el entendimiento entre las distintas tendencias de la caravana, más política que cultural, necesitaba de una apuesta valiente, tan valiente como la del Museo Guggenheim, y ello podría evitar el fracaso total y la caída definitiva… Eso sí, había que estrechar los vínculos de entendimiento con esa apuesta que parecía imposible, lo parecía frente a todas las muchas fuerzas que se mostraban en contra…. Era el doble reto de aquel lamentable presente para salvaguardar, pacificar e incorporar definitivamente Euskadi y su cultura a Europa y al mundo… Esa fue la realidad…
Acuerdo vasco-norteamericano: diciembre de 1991.
En un texto del entonces Cons ejero de Cultura del Gobierno Vasco, Joseba Arregi (1946-2021), en el que escribe sobre “La prehistoria del Guggenheim-Bilbao”, se subraya el Acuerdo o Convenio inicial entre las instituciones vascas: Diputación de Bizkaia y Gobierno Vasco, con la Fundación Solomon R. Guggenheim… Acuerdo que se firmó en diciembre de 1991 en la Diputación vizcaína… Los firmantes fueron José Alberto Pradera por la Diputación, Joseba Arregi por el Gobierno Vasco, y de Michelis y Tomas Krens por parte del patronato de la Solomon R. Guggenheim Foundation…
Una de las primeras consecuencias de la firma del Convenio radicó en preparar y ejecutar dos exposiciones con obras de la colección norteamericana, exposiciones que se celebraron en la sala del departamento de Cultura de la Diputación, en la Alameda Recalde de Bilbao… Ambas muestras debían servir para informar a la mayoría de los ciudadanos de Bilbao que desconocían la amplitud, riqueza y valor de la colección Guggenheim de Nueva York, lo que iba a suponer poder contar rotativamente con todos los fondos de esa colección en el previsto museo Guggenheim de Bilbao, además de otras aportaciones vizcaínas…
Durante meses se buscó el sitio más adecuado para la instalación del museo, desechando varios lugares, y tanto los norteamericanos como los vascos ofrecieron el nombre de distintos arquitectos, la mayoría de renombre, hasta elegir a Frank Gehry, al que entrevistamos la primera de sus visitas a Bilbao. Comimos con el en un restaurante de Archanda y desde allí el, probablemente con la sugerencia de Tomas Krens, señaló primero el lugar elegido, junto a la ría y, allí mismo, dibujó probablemente por primera vez, el posible esquema del museo…
Poco después de esa fecha, se decidió precisamente la posible ubicación del museo, el lugar más adecuado según los protagonistas… Era un terreno junto a la ría, propiedad de las familias Bergé e Ibarra. Se les dio una compensación económica adecuada y a cambio de la cual se podría fijar el valor de su incorporación al proyecto, en ese momento asumido a partes iguales por la Diputación y el Gobierno Vasco…
Dos sociedades vascas construyeron el museo
Para ello, además, era preciso montar la estructura administrativa que iba a asumir la ejecución de lo previsto en el convenio firmado. Se crearon dos sociedades públicas en las que participaban a partes iguales las dos instituciones citadas: Gobierno Vasco y Diputación de Bizkaia… Una sociedad que iba a asumir la responsabilidad de la construcción y otra sociedad pública denominada “Tenedora” en referencia a que sería la propietaria de las compras que se fueran realizando…
Previa a la constitución de la dos sociedades, especialmente la primera, la responsable de la construcción del edificio museístico, se adoptó una decisión estratégica que resultó un total acierto: contar por contrato con una ingeniería que fuera la encargada de llevar a cabo todos los trabajos de cálculo, preparación de documentación para la contratación de las distintas partes de la obra, hacer el seguimiento del cumplimiento en costos y tiempos, al modo de una dirección general del proyecto sujeto a las directrices del Consejo de Administración de la creada sociedad…
El encargo recayó en la ingeniería vasca IDOM: Ingeniería y Dirección de Obras y Montaje… Al mismo tiempo, y para servir de engarce entre el Consejo de Administración y la ingeniería, la Diputación Foral de Bizkaia y concretamente su departamento de Hacienda, decidió colocar a un miembro de dicho departamento como director gerente de ambas sociedades… Desde ese momento Juan Ignacio Vidarte quedó instalado como la figura administrativa y ejecutiva central del proyecto…
La construcción del Museo se realizó sin problemas graves, y gracias, como hemos adelantado, a IDOM, empresa líder en servicios profesionales de Consultoría, Ingeniería y Arquitectura, preparaba los pliegos para la convocatoria de las adjudicaciones, que se repartieron en varios grupos: derribo, limpieza y fundamentaciones; estructura, cierre del edificio y elementos finales…
Las lógicas dudas del lehendakari Ardanza
Hemos preferido referirnos primero a la construcción del propio museo y contar después, ahora, dos anécdotas que reflejan con claridad la posición dubitativa por parte del Gobierno Vasco, pese al empeño de su Departamento de Cultura… Un argumento al que requería el Lehendakari para vestir sus dudas era la de si, con el porcentaje tan elevado de paro juvenil que se daba entonces en la margen izquierda de la ría, nos podíamos permitir un gasto tan elevado en cultura, dejando de lado todos los argumentos de renovación urbanística y desarrollo económico de la ciudad por medio del proyecto Guggenheim que se le habían presentado… Hablando de sus dudas, entre los impulsores del proyecto, tanto por parte de las instituciones públicas de la Diputación de Bizkaia y Gobierno Vasco, así como de personas de la sociedad civil que participaron en el impulso desde el inicio, se hizo famoso un argumento proveniente del Departamento de Cultura del Gobierno que decía: el coste total del Museo Guggenheim Bilbao no rebasa el coste de la construcción de seis kilómetros de autopista en Euskadi, un coste por kilómetro que rondaba entonces los 2.000 millones de pesetas…
Ese coste se lo trasladaron al lehendakari, ante lo cual el Lehendakari no se atrevió nunca más a recurrir a la inversión económica para expresar sus dudas. Pero las dudas las seguía manteniendo, como pone de manifiesto la siguiente anécdota. Por aquellos años el Banco Central-Hispano, de la mano de su director regional Andoni Etxebarria, organizaba un concurso de arte bajo el título de Imagina Euskadi. El titular del departamento de Cultura, Joseba Arregi, era miembro del jurado. La entrega de premios se celebraba en una cena en la Sociedad Bilbaína. Estando en mitad de la cena, una persona se acercó al titular de Cultura diciéndole que fuera al teléfono pues estaba al aparato el Diputado General de la Diputación… Y José Alberto Pradera le transmitió una pregunta: ¿estás seguro de que mañana puedes firmar el acuerdo con la Fundación Solomon R. Guggenheim, pues he hablado con el Lehendakari y me ha dado la impresión de que tiene muchas dudas?… La respuesta fue corta y clara: tranquilo, José Alberto. Mañana estaré donde tengo que estar haciendo lo que tengo que hacer…Y la realidad fue que convenció al lehendakari, que firmó pese a su permanente duda y preocupación..
Primeras sorpresas de los vecinos de Bilbao
El proceso de construcción fue dejando algunas lecciones que es importante reseñar. En primer lugar, tuvo un gran significado la reacción de muchos ciudadanos a partir del momento en el que vieron surgir del suelo los pilares del futuro edificio: era verdad, no era un proyecto más que se queda en papel, no era una promesa ni un sueño de los políticos… Era real, lo eran los pilares de cemento… La percepción de realidad, de algo que se puede ver y tocar, lo que a medida que la construcción fue avanzando, resultó ser un elemento clave en el cambio que se produjo en la percepción de los ciudadanos de Bilbao: de estar en contra a empezar a manifestarse a favor, muy a favor…
La construcción de la estructura metálica que iba a sostener el futuro edificio, el esqueleto del museo, era ya en sí misma de una belleza admirable… Parecía increíble que fuera una estructura llena de inclinaciones, curvas, líneas que invitaban más a un peligro que a un sustento duradero… A ello había que añadir que enseguida pasó a la opinión pública el hecho de que todo ello había sido diseñado en ordenador, y una empresa vasca había sido capaz de plasmar en la realidad de hierro todo lo diseñado por el arquitecto en ese ordenador. Era algo que se construía y materializaba gracias a la capacidad ingenieril de empresas vascas, era algo propio, nada “americano”, nada importado, sino producto de la tierra, salvo el hecho de cubrir la estructura con placas o panchas de titanio y los requisitos de coloración que planteaba, ambas exigencias por parte del arquitecto…
Todo ello redundó en una frase que una mujer que andaba ajetreada por las calles de Bilbao y que, al ver a uno de los responsables institucionales del proyecto, le dijo: ¡Gracias por habernos devuelto la confianza a los bilbaínos!… Esas palabras fueron una viva expresión de que ¡la batalla estaba ganada!…
Dos grandes personajes: Ibon Areso y Txema Abrego
En aquel entonces, Joseba Arregi, al final de un escrito, recogía también el hecho de que hubo dos personajes que han quedado al margen y fueron importantes, se trata primero “del entonces concejal de urbanismo en el Ayuntamiento de Bilbao, Ibon Areso gran ideador de un nuevo Bilbao que se podía desarrollar tras el impulso del proyecto Guggenheim de la mano de la Sociedad Pública Bilbao Ría 2000…
Y el otro personaje: “una persona capaz de ver lo que la puesta en marcha del proyecto Guggenheim podía suponer para Bilbao. Se trata de Txema Ábrego, quien de forma confidencial pidió a uno de los representantes institucionales que no se dejaran amedrentar por las críticas feroces que se planteaban contra el proyecto, porque él, como rector entonces de la Universidad de Deusto, estaba muy a favor porque iba a colocar a su universidad directamente conectada con el centro de Bilbao, porque tenía la capacidad de sobrevolar la barrera de la ría y sobre todo lo que constituía a la ría como barrera urbanística, las ruinas industriales y la suciedad que hacía que la margen izquierda no viera, no mirara a la margen derecha”…
Y es que, como escribía el propio y siempre recordado Joseba Arregi: “La materialización del proyecto Guggenheim en Bilbao significó el pistoletazo de salida de la reinvención urbanística de Bilbao, pues implico la creación de una visualización radicalmente nueva de la ciudad al permitir y forzar su contemplación sin cortes ni barreras, como conjunto extraordinario, único” (…)
Frank O Ghery y su edificio “provocativo, imponente”…
Frank O Ghery, nacido en Toronto (Canadá) en 1929 y en 1947 se traslada a California, donde estudió arquitectura y enseguida mostró su imaginación que calificaron como portentosa, y en 1988 le dieron el Pritzdas, Nobel de arquitectura al considerar que sus edificios nunca dejan indiferente a nadie y reflejan la extraordinaria e inestable realidad artística… De su experiencia en Bilbao, recordamos una frase dedicada a los vascos: “la gente vasca es fuerte, orgullosa, dura; me gusta” (…)
Ghery explicaba, a la extraordinaria y muy recordada periodista Sol Alameda (1943-2009), que “en la memoria que me ofrecieron para la construcción del museo le pedían un edificio provocativo, imponente, que fuera representativo de la ciudad y que atrajera a los visitantes para ver su contenido y el edifico en sí” … Añadía: “Este trabajo, como todos los míos, tiene de especial que es el resultado de una reacción ante las influencias que he recibido, de la gente que he tenido alrededor, en este caso, del pueblo vasco… Y es que un artista no puede escapar del tiempo que vives y trabajas… Si eres libre para hacerlo, en el trabajo expresas lo que pasa en la sociedad que te rodea, el momento en que vives” (… )
Y declaraba cómo iba a ser el edificio en sí: “Edificio escultural, con una presencia icónica muy fuerte, relacionado con la ría, y con espacios extraordinarios para exponer…, pretendiendo que en el hubiera cabida tanto para una colección histórica como para el arte contemporáneo, y hacerlo con exposiciones intercambiables”.. En otro apartado, Ghery explica: “Como responsables sociales, a la hora de realizar un proyecto como este, queremos crear un espacio fuerte que sea punto de confluencia, donde se pueda acudir a ver arte, a experimentar el arte e incluso las relaciones de la ciudad con la ría y con el espacio, y que siempre haya una relación entre la ciudad, Euskadi, la arquitectura y los artistas” (…)
Cuatro años (1993-1997) de construcción del Museo
La construcción del Museo Guggenheim Bilbao tuvo lugar entre octubre de 1993 y octubre de 1997, y el emplazamiento elegido, como hemos señalado: en una curva de un antiguo muelle de uso portuario e industrial… Y esto supuso la recuperación de la ría del Nervión para la ciudad y una reurbanización para la cultura y el ocio… Y al margen de su belleza exterior y su contenido al inaugurarlo, hubo un reconocimiento elogioso por la gran mayoría del público visitante, y la cruda definición oficial de lo que era el Museo, fue esta: “Una bella estructura de titanio, vidrio y piedra caliza” (…)
Una vez firmado el acuerdo para la construcción del Museo Guggenheim en Bilbao, hubo una frase que conviene recordarla “para la historia” (…), una frase de su genial arquitecto:Frank Gehry, al presentarse el proyecto del Museo el 23 de febrero de 1993: “Espero que Bilbao tenga la estética de una nueva realidad” (…) (CONTINUARÁ)
José Manuel Alonso