Por Javier Sádaba – Filósofo.
Llamamos a algunas personas inteligentes y a otras necias. Hay medidas de la inteligencia ya clásicas que nos muestran el indice intelectual de los humanos. En el lenguaje cotidiano, sin embargo, tenemos una idea suficiente clara de quien es inteligente. Asi, si alguien aprende rapido lo que le dicen, es agil al razonar, solido conversando, prudente callando o con una curiosidad que no descansa, será considerado inteligente sin mas. Y nos sera suficiente para colocarlo en el conjunto de los inteligentes.
Llamamos necios, por el contrario, a los que carecen de las cualidades citadas. A estos , y si dejamos de lado a quien la naturaleza le ha traido a este mundo con carencias cerebrales o personales, los consideramos individuos que expanden problemas y maldades. Tanto es así que a la imbecilidad se le ha llamado asesina, al tonto incapacidad de bondad o al que no se entera de nada un peligro.
Claro que hay que suponer que tales necios son, en buena medida, responsables de su necedad. Esa es la cuestion. Y es asi como podemos decir que hay tontos de los que tenemos que huir si no queremos que nos arrolle su egoísmo, su desidia, su insulsa vida o la inmensa capacidad para molestar,incordiar o hacernos perder el tiempo
Lo dicho parece que refleja algo que es difícil negar. Pero si queremos ser justos hemos de añadir que siempre hay grados, que debemos ayudar a aquellos con los que la naturaleza no ha sido muy benigna, que podemos soñar con una humanidad en la que la inteligencia se reparta al máximo y con una acción constante contra una política que “entontece” a una ciudadanía que se somete dejando muerta la dignidad.