Por M. Urraburu
“Calumnia que algo queda”. La calumnia siempre deja en el aire la duda, o la sospecha. El calumniado no puede quedarse quieto esperando a que el tiempo imponga la verdad, tiene que demostrar su inocencia, a veces sin medios para poder probarla. Y, si consigue hacerlo, pocas veces conseguirá que llegue a todas las personas que conocieron la calumnia.
El Código Penal define la calumnia como “ imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o desprecio hacia la verdad”, y establece penas de prisión entre cuatro meses y seis años. Lo que no pueden valorar las leyes es el perjuicio moral ni el alcance de la calumnia.
La calumnia más común es la causada por el odio o la envidia, sin otra satisfacción que el daño ajeno. Luego existe otra, mas premeditada y conocida por su uso habitual como mecanismo de intoxicación política o ataque al rival en cualquier grado de competencia
Nadie debe permanecer impasible ante el ataque de una calumnia. Aunque le importe muy poco la opinión ajena. Por muy seguro que este de sí mismo y de la lealtad y apoyo de su entorno, siempre tendrá que tener en cuenta la debilidad humana que abre la puerta a la duda.
La calumnia tiene su mejor cómplice en el piensa mal y acertaras que hace tambalearse las más firmes convicciones acerca de la rectitud de una persona, incluso una vez aclarada la mentira.
Amistades de muchos años han sucumbido al enredo de una calumnia; la calumnia ha roto parejas y familias, ha causado depresiones y discordias irreparables y ha tratado, en lo político, cambiar voluntades y confundir a sus seguidores en beneficio propio.
Nuestras relaciones están llenas de marrullerías, pero creo que ninguna tan baja como la calumnia que contamina todo lo que toca. ¿Nos tenemos que acostumbrar a convivir de por vida con la calumnia?
Creo que, mucho que ver tiene la envidia, la traición, la ambición desproporcionada…. y algunas cosas más con la calumnia ,y, son tantos frentes que, el vivir a veces cansa.