Por Julen Rekondo- Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
El pasado 31 de agosto la Comisión Europea aprobó unas propuestas de normas de diseño ecológico y etiquetado energético en teléfonos inteligentes y tabletas, en lo que implícitamente pueden marcar “el final de los dispositivos desechables”. La propuesta contiene un índice de reparabilidad para teléfonos y tabletas en toda la UE, y esta nueva clasificación de reparación se basa en la que Francia puso en marcha en 2020. Esta puntuación de reparación no será la única información que se incluya en la nueva etiqueta para smartphones y tabletas, sino que también informará a los consumidores sobre la duración de la batería, la resistencia a caídas accidentales, y la protección contra el polvo y el agua.
La nueva etiqueta puede cambiar las reglas de juego e impulsar a los consumidores hacia los productos más sostenibles. Las regulaciones también impondrán interesantes criterios de ecodiseño que todos los teléfonos de la Unión Europea deberán cumplir, como, la obligación de que los fabricantes y los minoristas faciliten información sobre el precio de las piezas de recambio; fuertes requisitos de fiabilidad, como soportar hasta 100 caídas sin perder su funcionalidad; y la posibilidad de que los usuarios borren los datos de forma segura y donen con confianza los dispositivos a los recicladores y otros operadores de reutilización.
De todas formas, no todo es positivo, y así, la organización para la estandarización ambiental de productos, ECOS, considera que las propuestas aún deben mejorarse considerablemente, y lamenta que la propuesta de la Comisión limite a “solo 5 años” la obligación de los fabricantes de proporcionar piezas de recambio y actualizaciones de software.
ECOS también alerta de que los teléfonos móviles y las tabletas con pantallas flexibles quedarán exentos de estas obligaciones, lo que podría convertir a estos dispositivos “en la norma para los fabricantes dispuestos a ignorar los requisitos de diseño impuestos por la UE”.
Aun así, se valora desde ECOS que “el índice de reparación y la nueva etiqueta energética cambiarán las reglas del juego en el mercado de los teléfonos móviles y las tabletas, haciendo de la durabilidad un criterio decisivo a la hora de comprar un dispositivo”.
Poco a poco, con este tipo de propuestas de normativa se puede ir transitando de la llamada “economía lineal” -de fabricar, usar y tirar-, a una economía circular, cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos como el agua y la energía, se mantengan en el ciclo productivo durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la generación de residuos.
La reparación es un aspecto clave para la economía circular, ya que permite reducir los residuos, el alargamiento de la vida útil de un producto, menor utilización de materiales primar y menos consumo de energía. Y, entre reparación y reciclaje, es mucho más importante la reparación desde el punto de vista ambiental. En la publicación de la Sociedad Pública de Gestión Ambiental (Ihobe), del Gobierno vasco, “Diagnóstico de la reparación en la CAPV”, se viene a decir que “a diferencia del reciclaje, la reparación permite la recuperación del producto con una relativamente baja aportación de materia prima. Teniendo en cuenta que el reciclaje se basa en la destrucción de los productos, muchas veces mediante agresivos procesos industriales, para la recuperación de materia y la creación de nuevos productos, se plantea la reparación como alternativa”.
Para impulsar la reparación, según Ihobe las estrategias que se plantean deben de pasar por mejorar el diseño de los productos -ecodiseño orientado a la reparabilidad-; aumentar la información sobre la reparabilidad del producto, y para ello se requiere una mayor información sobre durabilidad y reparabilidad de tal forma que el consumidor la pueda entender y utilizar para tomar decisiones; incremento de la puesta en marcha en el mercado de objetos de segunda mano reparados; aumento del número de servicios de reparación; y campañas informativas sobre los beneficios de la reparación.
En países como Holanda, Alemania y Francia, la cultura de la segunda mano y de la reutilización y reparación está bastante bien asentada, mucho mejor que en el Estado español y en Euskadi, aunque de la mano de Traperos de Emaús u otras organizaciones, se está haciendo un trabajo muy importante.
En una entrevista publicada en la revista de Medio Ambiente “Ballena Blanca” a Martine Postma, fundadora de Repair Café, que es una red mundial de voluntarios que reparan aparatos sin instrucciones de los fabricantes, y que fue creada en 2009 en Holanda y que cuenta actualmente con 2.350 centros en 40 países, viene a decir que “cuando empecé no podía imaginar que llegaría tan lejos. Tenía la firme intención de crear una red de centros vecinales para reparar cosas en cada provincia, pero a nivel nacional”, relata Martine Postma. Todo empezó en una sala de teatro de su ciudad, Ámsterdam. Una mañana de octubre de 2009, tras seis meses pensando en el proyecto, logró reunir a artesanos y mecánicos de su barrio, desde un carpintero a un reparador de bicis, e invitó a todos los vecinos a llevar aquello que tuvieran por casa que necesitara un arreglo.
La jornada resultó ser un éxito. Había nacido el primer Repair Café. “Durante 20 años trabajé como periodista, los últimos me dediqué en exclusiva a la información ambiental. Sentí que tenía que pasar a la acción, que en lugar de informar debía crear algo que ayudara a cambiar el comportamiento de la gente”, explica. Lo que en aquellos años nació como un movimiento minoritario para contrarrestar el actual modelo de consumo se ha ido convirtiendo en una inmensa comunidad global de ciudadanos defensores del derecho a reparar. “En los últimos años reparar ha empezado a considerarse como algo normal, que se puede hacer y que se debe intentar, que puede ser divertido e instructivo y de lo que uno no debería avergonzarse”.
Según Martine Postma, “los aparatos eléctricos son los más difíciles de arreglar: solo uno de cada cuatro se consigue, mientras que entre los electrónicos más habituales -móviles y tabletas- ya son cerca de un 40% los que salen de Repair Café funcionando.
El Eurobarómetro de 2020 sobre el impacto de la digitalización en la vida cotidiana, viene a señalar que el 77% de los encuestados preferiría reparar sus dispositivos antes que reemplazarlos por uno nuevo, y ocho de cada diez pide a los fabricantes que faciliten su reparación, proporcionando piezas individuales o informando en detalle sobre el funcionamiento del aparato.
La mayoría de los aparatos que tenemos en casa, tanto eléctricos como electrónicos, no suelen durar menos porque se usen más, sino por la obsolescencia programada. “Esto nos lleva a creer que un aparato que tiene cinco años ya está viejo, cuando en la mayor parte de los casos podría funcionar bien otros cinco más”, sentencia Martine Postma.