Y por diversidad me estoy refiriendo a todo, y a todos, todas y todes, los que etiquetamos de diferentes.
Creo que ya hemos tenido suficiente, con tantos miedos y tantísimos odios, que nos han llevado y nos llevan a cometer absolutas atrocidades.
¿Es que algunos no se dan cuenta, que una sonrisa es exactamente igual de maravillosa, cualquiera sea el rostro que la exhiba?
¿O que el mantenimiento perseverado en nuestra zona de confort, no nos aboca más que a una muerte prematura, por aburrimiento de sentidos y emociones?
Hay una parte enorme, grandiosa, del ser humano, que se refiere a su capacidad de crear, de adaptarse, de subsistir; navegar a través de los siglos y sobreponerse a tormentas y mareas. Pero hay otra parte que es la que le define; y esta es su libertad.
Y la misma no se puede ejercer, si transitamos todos por un camino unívoco y preestablecido. Porque al igual que todos no cabemos en el mismo vestido, no todos queremos llegar al mismo destino.
Debería haber solo una mínima indicación, un letrero que hablase de respeto hacia el prójimo, mientras vamos dejando huella. Porque sospecho, pedir se situaran dos; mencionando en el segundo la bondad de nuestros actos, tal vez hiciera sospechar falta de cordura, dados los parámetros del mundo enloquecido y descarnado en el que nos encontramos.
Sea como fuere, los avances nunca han hecho migas con la cobardía, y pocos logros se han obtenido por magia y lotería, sino más bien con tesón y convicción.
Y unámonos también, en esta fiesta del entierro de la intolerancia y la intransigencia, ya que cuantos más seamos antes lo conseguiremos.
¿Acaso no hacen falta infinidad de granos para conformar una playa, o multitud de uvas, para degustar ese buen vaso de vino?
La diversidad siempre suma, porque nos mejora, nos eleva y nos enriquece; y de ello, querid@s amig@s, no deberíamos albergar duda alguna.
Cristina Maruri