Por Sergio Martínez.
La semana pasada el 11-S cumplía más de veintiún años, qué duda cabe. Porque las columnas de humo de las torres gemelas de Nueva York parecen haber cegado nuestra visión histórica más allá de 2001, de tal manera que todo lo ocurrido en tal fecha no tiene la más mínima importancia si no tiene que ver con EE.UU. Sin embargo, hay otras muchas efemérides que recordar, con una gran importancia a nivel local e internacional que no deben quedar en el olvido.
Cumple 308 años el asalto de las tropas borbónicas de Felipe V a la ciudad de Barcelona, que supuso el fin de la Guerra de Sucesión y la promulgación, dos años después, del Decreto de Nueva Planta por el cual quedaron abolidas las leyes e instituciones propias del Principado de Cataluña.
Cumple 49 años el golpe de estado de Augusto Pinochet en Chile, que desembocó en una dictadura militar auspiciada por el gobierno de EE.UU. Una práctica habitual de la época en Sudamérica, que buscaba acabar con los gobiernos socialistas, comunistas y peronistas a través del Plan u Operación Cóndor. Una operación encubierta liderada por Henry Kissinger y de la que sólo se libró Ecuador.
Por si fuera poco, el 11 de septiembre de 1980 en Chile se aprueba en «referéndum» la nueva constitución que confirma a Augusto Pinochet como presidente de Chile.
También se cumplen hoy 45 años del traslado (esposado y desnudo) de Steve Biko, activista negro antiapartheid, desde la ciudad de Puerto Elizabeth (Sudáfrica) a Pretoria (1100 km). Biko se encontraba en coma por una hemorragia cerebral, tras ser torturado durante 22 horas de interrogatorio. Fue uno de los líderes del Movimiento de Conciencia Negra (BCM) y figura referencial de la manifestación que llevaron a cabo los estudiantes de Soweto en junio de 1976 para oponerse a las políticas educativas que instalaba el Partido Nacional durante el régimen del apartheid. Manifestación que acabó en masacre y con Biko señalado por las autoridades, hasta su asesinato el 12 de septiembre de 1977.
Y se cumplen 40 años de que las fuerzas internacionales que estaban garantizando la seguridad de los refugiados palestinos, abandonaran Líbano tras la invasión por parte de Israel. Este hecho facilitaría, por una parte, el asesinato del primer ministro libanés, Bashir Gemayel, el 14 de septiembre, y por otra, pocas horas después del asesinato, la orden de invasión de Beirut Oeste por parte del primer ministro israelí Menagem Begin (miembro del grupo terrorista Etzel y, a su vez, Premio Nobel de la Paz en 1978), el ministro de Defensa Ariel Sharon y el jefe del Estado Mayor Rafael Eitan. Estos instigaron a las falanges libanesas a matar a los refugiados palestinos en la denominada «Masacre de Sabra y Chatila» como venganza en respuesta al asesinato de Gemayel. Aunque en este caso hay muchos detalles que explicar para entender la situación, la responsabilidad estadounidense también es importante.
Estos son algunos de los 11-S de los que en EE.UU. y otros muchos países no se suelen acordar, mientras recuerdan un atentado que cada año que pasa, ofrece más dudas.