Por M. Urraburu
La mayoría de los humanos piensan que si la hay, aunque solo sea porque muchos profesan algunas de las grandes religiones actuales, admiten la existencia de una realidad suprema y trascendente. Pero este dato por sí mismo no demuestra nada a favor de una supervivencia personal tras la muerte.
Desde hace años se han dado a conocer distintos testimonios de las denominadas “experiencias cercanas a la muerte”. Sin embargo, ningún científico ha admitido tales experiencias, como prueba de nada al respecto. Son experiencias “ cercanas” o “al borde de la muerte” pero no experiencias reales “después” de la muerte, y, que el mas allá, no puede ser un Paraíso en el que se vive de manera mimética a la vida terrenal.
Las experiencias religiosas pueden verse condicionadas no solo por la educación recibida y las experiencias personales y sociales.
Las ciencias son una gran ayuda para desmontar falsos imaginarios religiosos. Así, por ejemplo, una idea de un Dios terrible y castigador, asociada a la idea de un más allá amenazante del que pocos pueden librarse, propicia personas insanas y temerosas a los que no piensan como ellos. Nunca podrá demostrarse ni la existencia de Dios, ni la existencia de una vida después de la muerte. En lo que si estaremos de acuerdo es que, todo horizonte con sentido, puede ser bienvenido siempre y cuando permita forjar personas más libres y auto realizadas que contribuyan a una sociedad mejor. Dependerá del horizonte de sentido que se elija. Lo de “ tener fe en lo que no vimos” no aclara nada, es muy manipulable y no avanza en el conocimiento de lo humano.
Dejar en manos de la “religión” de las “religiones” lo que conocemos como “Justicia Divina” ha traído a la humanidad “guerras santas” “inquisiciones” y una larga lista de abusos cometidos por quienes nos adoctrinan utilizando, casi siempre, la palabra de un Dios que nunca pronuncio y que les protege de la justicia de los hombres.
Lo del “temor a Dios” parece que solo nos afecta a nosotros.