Por Julen Rekondo.
El Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), aprobó el pasado martes 22 de octubre el Real Decreto relativo a la gestión de los residuos de los productos del tabaco con filtros y los filtros comercializados para utilizarse con productos del tabaco. El citado Real Decreto es consecuencia de una directiva europea.
El citado Real Decreto aprobado por fin por el Gobierno español, ha tardado bastante en hacerlo, y según se ha informado su desarrollo reglamentario ha sido bastante controvertido, determina que los ayuntamientos podrán establecer limitaciones de fumar en las playas, que se podrán sancionar a quienes lo incumplan. Asimismo, a los 5 años de entrada en vigor del Real Decreto, los recipientes que formen parte de los sistemas públicos de recogida deben estar diseñados de forma que dispongan de una infraestructura específica que permita la separación de los residuos de productos del tabaco con filtros y los filtros. Y, la obligación, a los productores del producto, de cumplir individual o colectivamente con sus obligaciones financieras en relación con la gestión de los residuos, en particular deberán financiar la limpieza de los vertidos de basura dispersa, incluida la limpieza de las infraestructuras de saneamiento y depuración, la recogida de los residuos de tabaco depositados en los sistemas públicos de gestión y su tratamiento, y las medidas de concienciación, la realización de estudios y los costes asociados a las garantías de los sistemas, entre otras cuestiones.
Según señala en un articulo publicado en la revista Residuosprofesional Enrique Baquero, investigador del Instituto de Biodiversidad y Medio Ambiente (BIOMA) y profesor de la Universidad de Navarra, “el efecto de 90 millones de cigarrillos al día solo en el Estado español no puede ser ignorado. Arrojadas al suelo, las colillas son arrastradas por las aguas de escorrentía y después de viajar por las alcantarillas, terminan en ríos y océanos”. En opinión de este investigador y profesor, “las colillas contienen numerosas sustancias tóxicas que quedan parcialmente retenidas en su filtro: nicotina, metales pesados (mercurio, plomo, cadmio, arsénico), ácido cianhídrico, hidrocarburos aromáticos policíclicos e incluso sustancias radioactivas como el polonio-210. Estos datos son lo suficientemente elocuentes como para preguntarnos cómo es posible que todavía se permita la venta de tabaco, que constituye la primera causa de muerte evitable en el mundo, además de las millonarias pérdidas económicas que se producen en el sistema sanitario para intentar contrarrestar las enfermedades producidas por su consumo.
En relación con el impacto en el medio ambiente, las colillas, además del impacto visual y la imagen de suciedad que provoca en nuestras ciudades y municipios, su efecto contaminante puede durar hasta 12 años, y cada colilla puede contaminar unos 50 litros de agua dulce, y los filtros, fabricados con acetato de celulosa, tardan años en descomponerse, liberando durante ese tiempo sustancias químicas tóxicas en el suelo y el agua.
A pesar de todo ello, hasta ahora sí que se han hecho diversas campañas sanitarias sobre los efectos del tabaco en la salud de las personas, y de hecho en todas las cajetillas de cigarrillos aparece la frase “El tabaco mata”, pero poco se ha hablado sobre uno de los contaminantes, que, a pesar de su pequeño tamaño, tiene un impacto ambiental tan grande.
En este sentido, el Real Decreto sobre la gestión de los residuos de los productos del tabaco con filtros y los filtros comercializados para utilizarse con productos del tabaco, bienvenido sea, y estoy muy de acuerdo que sea la industria del tabaco quien se haga cargo del reciclaje de las colillas y de limpiar playas y calles y demás espacios públicos, aunque, se debería de ir más lejos. Y, es que quien se lucra con el modelo de negocio con esos filtros debería acarrear con los costes, no solo ambientales, sino también económicos y sociales.
¿Qué más se debería hacer? En el Real Decreto se dice que será una obligación de la industria del tabaco la realización de campañas de concienciación, y esto me parece muy importante, ya que pienso que hay que ir insistir con campañas educativas y de sensibilización sobre su impacto ambiental, como también aplicar multas más duras para lo que sigan arrojando colillas, e igualmente que sea socialmente aceptable y normal llamar la atención a quienes arrojan las colillas al suelo. La presión social es una herramienta muy importante.
Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente