Por José Manuel Alonso
“Oigo en el silencio los gritos sordos del Gobierno: ¡Ignorancia, ignorancia, ignorancia…! Abonar la incultura hace al pueblo dócil y manipulable. Mejor no saber quién soy, fuera la filosofía; ni de dónde vengo, fuera la historia; ni hacia donde voy, fuera la ciencia; ni cuál es mi tierra, fuera España; ni cómo son mis raíces, fuera la tradición” (Rafael del Moral: “Réquiem por la cultura”) // “La necesidad de la filosofía está muy presente en estos momentos” (Eugenio Trías) // “Una institución que toma la decisión de prescindir de la filosofía no está simplemente aboliendo un departamento, sino que está perjudicando severamente su derecho a denominarse a sí mismo Universidad” (George MacDonald)
Según muchos estudiosos, es en el siglo XIX cuando arraiga entre nosotros la Filosofía, que ocupa entonces la cumbre del saber humano, y que van desapareciendo los obstáculos que lo impedían. Una filosofía tan histórica que fue el griego Platón (427-347 antes de Cristo), seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, quien en 387 a. de C. fundó la Academia de Atenas, institución que continuaría a lo largo de más de novecientos años. Platón proporcionó al término griego “idea” su actual significado filosófico, y con su doctrina se impuso como fundador del idealismo, y como idealista fue el primero en definir el ideal de la selección. Y toda esa obra, tanto de Aristóteles como de Platón y de otros filósofos, pudimos conocerla a través de la traducción al castellano del filósofo e historiador Patricio de Azcárate y del Corral (1800-1886)
Quienes somos y quienes podemos ser
Ese saber filosófico, es parte de la persona humana, la llevamos dentro, y somos conscientes de que sin poseerla no sabemos bien quiénes somos ni quienes podemos ser. Tal y como expresaba hace 24 años Julián Marías, “desde Grecia clásica hasta la totalidad de Europa, el mundo occidental, la teología, las ciencias de la naturaleza, las de la sociedad, las de la política y la economía, las que hacen posible y regulan la convivencia, han surgido en torno a la filosofía y en gran parte condicionadas por ella… Y, por eso, el olvido de la filosofía, tan generalizado hoy, significa el apagón general, el oscurecimiento de las cuestiones con las que nos enfrentamos, la seguridad de que se planteen de un modo insuficiente, parcial y en última instancia falso” (…)
Tal y como pudimos comprobar desde nuestra adolescencia, la filosofía, como tipo de razonamiento elemental y esencial, no tiene una complicación especial. Otras disciplinas tienen mayores dificultades, por ejemplo: las matemáticas o la física y la química… Recuerdo que en la enseñanza que este periodista tuvo con los jesuitas desde los diez u once años, aprendíamos la historia de la filosofía, del pensar, al mismo tiempo que a leer y razonar. La historia de la filosofía, mezclada con un poco de griego y latín. Los profesores de entonces, considerados Hermanos de la orden, nos enseñaron a preguntar y a tratar de responder a las preguntas. Y comprendimos que las preguntas y las dudas eran necesarias, y que las respuestas “tenían razón”, estaban razonadas…
Ahora, pretenden eliminar las preguntas e ignorar así mejor las respuestas. De ahí que el hombre y la mujer contemporáneos lleguen a ser primitivos y, eso sí, repletos de noticias, en su mayoría falsas, exageradas o controladas. No olvidar aquello que aprendimos pronto, de chavales: la verdad nos hará libres y mejores. Y con mentiras, recibíamos siempre los castigos…
Hoy, el presente y futuro, sobre todo político e ideológico que nos viene, se está gestando desde hace tiempo. Por ejemplo, ha habido ya universidades en el mundo occidental que están clausurando su Departamento de Filosofía, e incluso con amenaza de cierre, y la explicación que se dio entonces y se da ahora es que no se cubren las vacantes de profesorado por la necesaria restricción de los gastos… Pero lo que se presenta políticamente como un problema económico o de distribución racional del alumnado, incluso de “alivio” en la enseñanza de los más jóvenes, es, en última instancia, un grave problema ideológico acerca de cuál deber ser el papel de la enseñanza de la filosofía, y de la filosofía misma en el seno de la sociedad, este: un papel insignificante tal y como los políticos actuales quieren hacer de los padres con respecto a sus hijos…
Muchos de esos políticos que hoy nos mandan, muchos de ellos sin ninguna preparación intelectual y menos aún filosófica, no están preparados para entender, como se entendía tradicionalmente, que la filosofía es un conocimiento y expresión fundamental del pensamiento humano. Y ante eso, quienes recibimos hace años filosofía desde el comienzo de los estudios y, posteriormente, en la universidad, no podemos entender cuanto está ocurriendo, y menos si como periodista uno recuerda las lecciones humanas y sociales que siempre nos dieron los filósofos contemporáneos, muchos vascos, como Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Juan Zaragüeta, Xavier Zubiri, José Luis López Aranguren, Carlos París, Ignacio Ellacuría, Javier Muguerza, Javier Sádaba, Jesús Mosterín, Fernando Savater, Javier Echeverría, José María Ripalda…
Convivencia democrática: distinguir lo fundamental y lo convencional.
Perdonen que insista: La filosofía ha sido tradicionalmente el ámbito del saber en el que se han planteado al ser humano los interrogantes que afectan al dominio de lo fundamental: el sentido de la existencia, las fronteras entre el bien y el mal, el ser moral, la trascendencia, el humanismo, etc, pero, desde hace un tiempo no demasiado largo, ha sufrido las tentaciones e incluso las leyes políticas que le invitaban o imponían un territorio y una creencia nuevas, con la manzana de la verdad y la felicidad como promesas. Ante las cuestiones malditas del ser humano y de la sociedad en que se vive, siempre hay respuestas absolutas, como escribía Joseph Ramoneda hace un montón de años: “cuando Roma hablaba se acababa la disputa y eso ocurría con la luminosa verdad totalitaria, como ocurre con las verdades de la larga gama de los extremismos y sectarismos políticos” (…)
El propio Ramoneda señalaba en el diario “La Vanguardia” que la clave de toda convivencia democrática es la distinción entre lo fundamental y lo convencional. Sabiendo que el territorio de lo político es el de la negociación, del pacto y del pragmatismo, sujeto a las limitaciones propias de lo convencional. Y que el espacio de lo fundamental (de las cuestiones malditas) es un espacio abierto, al que solo se le puede poner un límite: no tratar de ocupar con lo fundamental el terreno de lo convencional” (…)
Intento de eliminar la filosofía de los estudios de Humanidades
Nunca he comprendido el hecho de que los políticos decidan sobre aquello que desconocen y que no les implica directamente, y además no cuentan con los especialistas en la materia en la que legislan o tratan de imponerse… Hace 25 años, en 1997, Julián Marías (1914-2005) escribía: “Se está intentando eliminar de la formación de los que estudian lo propiamente humano, lo que se ha llamado durante siglos Humanidades… y la culminación de esta barbaridad es la filosofía, por la razón de que ella consiste en formular las preguntas radicales, aquellas que afectan a la raíz de la vida humana y que son necesarias para su orientación, para que sepamos qué pensar y por tanto qué hacer”. Y la explicación del miembro de la Real Academia Española no es otra que esta: los políticos pretenden que “el hombre actual solo piense en las cosas”, y que viva casi permanentemente en un estado de incertidumbre o de crisis, sin juicio y sin sentido crítico…
Y Julián Marías añade: para poder vivir hace falta una nueva certidumbre global, respecto a la vida misma, su estructura, configuración, horizonte, sentido y posibilidades. Esto hace necesaria la filosofía, pero no es seguro que se busque; para ello hace falta algo más: una «creencia» en la razón, en la posibilidad de descubrir mediante ella una certidumbre acerca de la vida entera.
En las palabras de Julián Marías hay otro aspecto a tener muy en cuenta y que las nuevas normas educativas olvidan por completo. Se trata del valor de la Historia, en este caso de la de la Filosofía, “instrumento de autenticidad de la vida humana”, y esa historia es además la única forma de comprensión de la filosofía desde los presocráticos. Se ha puesto de moda el estudio «fragmentario» de sus elementos. Se eligen algunas cuestiones, o algunos nombres de la historia, y se estudian aisladamente, sin conexiones ni raíces. No se ve «por qué» tal filósofo tuvo que pensar lo que pensó, de dónde venía, en qué situación se encontraba, cuáles eran sus problemas reales. No se puede entender nada, que es, probablemente, lo que con estas nuevas imposiciones políticas lo que se pretende y se persigue. Y con ello, que uno, como persona humana, siga enjaulado, sin conocimiento ni libertad…
La pretensión de la nueva política educativa es que los adolescentes no comprendan la filosofía, el pensamiento cuando es el momento de ser ávidos oyentes y lectores de Sócrates, Platón y Aristóteles. Es el momento de penetrar en la filosofía por medio de su historia; de empezar a hacerse las preguntas radicales y más importantes que las respuestas, aquellas de las que depende que la vida tenga verdadero sentido y sea plenamente humana, dominada por la libertad irrenunciable, que no se somete ni la sometan a ninguna manipulación o enjaulamiento…
Entre las frases que uno guarda desde el pasado, hemos vuelto a recordar cuatro que se adecuan al tema que comentamos: Una, “el adquirir conocimientos es la mejor inversión humana que se puede hacer”. Dos, “la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Tres, “ninguna persona es demasiado buena para gobernar a otros sin su consentimiento”. Y una cuarta que sabemos todos a quien señala y que nos da confianza para el futuro inmediato: “Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito” (…)
Y terminamos con optimismo y como empezamos; con Eugenio Trías y dos de sus frases: Una, “El papel que puede desempeñar el pensamiento en la sociedad contemporánea es fundamental para construir un mundo mejor”. Dos,“En esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra” (...) Eso nos permite confiar en la esperanza y afirmar: ¡Salgamos pronto de la esclavitud mental en la que nos quieren meter! Qué así sea, y que sea pronto, por favor…