Por Koldo Saratxaga
En este caso son muchos los colibrís que me están insistiendo acaloradamente pero, al mismo tiempo, con una gran tristeza sobre las desproporcionadas consecuencias que para el ser humano va a tener el proceso que se está viviendo en las formas y medidas tomadas ante la llegada de este actual y no último virus.
Por mi parte sé que cuando ellos creen que es necesario actuar en algún sentido debo de escucharles; pues sabemos, sin duda, cuál es su amor y entrega a todo lo que les rodea, ya que sienten la naturaleza como un todo.
Los humanos formamos parte de lo que entendemos por naturaleza junto con minerales, plantas y animales. Los humanos podemos incluirnos en el reino animal, sin embargo los dones, talentos y habilidades con los que nacemos nos otorgan un estatus superior, un rango de sapiens, que como dice el hoy famoso escritor Yuval Noaah Harari, nos eleva de animales a dioses. Lo cual debería de ser no solo cierto, sino una realidad.
Aparte de eso, y al igual que plantas y animales, no hay dos personas iguales ni dos días iguales. SOMOS ÚNICOS. De la misma manera que la naturaleza y el conjunto del universo, la humanidad está en continuo movimiento; mejor dicho, deberíamos estar en continuo movimiento, en continua evolución; para ello hemos venido. No para estar estáticos o estar destruyendo y destruyéndonos.
Hemos venido para evolucionar a dioses. La evolución es intrínseca al ser humano. Solo cuando el potencial que poseemos se convierte en realidad las personas se sienten en plenitud.
Según parece, la tradición oral indica que nacemos larvas y algunos mueren larvas, sin movimiento alguno. Una parte evoluciona y se convierte en oruga. La oruga se mueve, pero solo en horizontal y en el mismo plano. Y rara vez se da el salto radical evolutivo y posible que la convierte en mariposa. A la mariposa le crecen sus preciosas alas y vuela hacia arriba, se torna vertical y evoluciona. Esta nueva etapa es la de la creatividad, la de la libertad.
Debemos considerar de qué libertad hablamos: la libertad “de” o la libertad “para”. La libertad “de” se refiere a algo que te presiona, que te oprime. La libertad “para”, la verdadera libertad, es crear y ser, es la del espíritu, la que te lleva a la felicidad, al máximo esplendor y así vivir y gozar en plenitud.
Hemos pasado las últimas décadas liberándonos de padres, religiones, jerarquías, prepotencias… y todo tipo de presiones y locuras; y, últimamente, hemos introducido, hemos añadido en la mochila el consumismo y las prisas por todo y a costa y, por tanto, incrementado los miedos. No logramos percibir que se camina mejor “ligeros de equipaje”, como insiste el ilustre Pepe Mujica.
En estas andábamos con la mochila más llena cuando, de repente, y sin saber muy bien por qué, por quién, o para qué, nos encierran en nuestras propias casas, que se han convertido en jaulas y con la llaves en manos del sistema durante dos meses para todo ser humano viviente. Sin consultar y por decreto. Sin identificar a quién y por qué. Para el sistema, en un momento, todas las personas hemos pasado a ser potenciales delincuentes con el pretexto de que “como algunos lo son”, mismo rasero.
Un pastor de ovejas que conoce a todas ellas, por muchas que estas sean, hubiera elegido a las más débiles o vulnerables por causas que bien conoce y hubiera empezado con estas unas medidas de mimo, precaución y posterior y continuo análisis . Y en base a estos resultados y evolución hubiera continuado tomando decisiones sin afectar a todo el rebaño desde el primer momento.
El humano es un ser extremadamente complejo; no somos ovejas, somos cuerpo, mente y espíritu en uno, es decir, inseparables. Al mismo tiempo, somos portadores del mejor laboratorio jamás construido ni pensado.
Queriendo, por falta de medios, de capacidad, de sensibilidad, de miedo a perder el poder, nos han enjaulado el cuerpo al que se puede alimentar continuando comprando y se han olvidado de la mente y el espíritu. Esto genera, lógicamente, la quiebra del ser como un todo. Es el mismo trato que se da a los animales a los que se alimenta para vivir, no para evolucionar, ya que no tienen ni mente ni espíritu. No han venido para ser dioses.
Nos han llevado al extremo de perder la libertad de movimiento y de pensamiento, ya que no puedes informarte de nada que no interese al sistema; lo incómodo desaparece de las redes en cuestión de horas. No se nos concede el derecho a pensar y decidir sobre lo que nos conviene a nivel personal, aquello que podemos entender que es lo mejor en este momento. Esto hace que se acreciente la sensación de ser un delincuente, un provocador, un irresponsable: “ no pienses y actúa como se te indica, por el bien de los demás”.
¿A qué población ataca un virus? A aquellas personas con menos autodefensas en su organismo por razones diversas, y en seres únicos. La realidad está demostrando la lógica. Debilidad biológica y psicológica. Lo repetimos son inseparables.
Tras estos dos meses no hay razones para pensar que la parte física haya podido mejorar para quienes no han sido afectados en una situación de cuasi inmovilidad, pero, ¿y la psicológica? Serán contados los que salgan reforzados a no ser que sean Nelson Mandela. El miedo y la incertidumbre ya venían siendo uno de los mayores problemas del ser humano: ¿Qué va a pasar en el futuro tras todo lo que está ocurriendo en cada hogar, en cada lugar, si al miedo a la muerte, sin superar, añadimos el miedo a la supervivencia conocida? ¿Cómo puede asimilar una criatura de 3 a 8 años esta convivencia forzada, esta situación cambiante cada dos días, de quedarse sin amigos y amigas con los que interactuar, sonreír y soñar, sin escuela, sin aire, sin movimiento…? ¿Cómo se les ha explicado? ¿Cómo lo han vivido y compartido los demás seres del encierro?
Junto con los generosos colibrís queremos reclamar el respeto a la UNICIDAD del ser humano. No se nos puede tratar dependiendo del género, color, nacionalidadm o religión y tampoco se nos puede catalogar por edades, peso, temperatura o lugar. Si el criterio es tener o no tener defensas, analicémoslo y obremos en consecuencia.
Y en adelante pongamos el foco, los medios para tener una mejor salud de la población basada en la prevención y no en la curación que tanto coste tiene, amén de limitaciones. No se necesitan ni más hospitales ni más medicinas para enriquecer a los que ya lo son, necesitamos más conocimiento y cultura sobre qué genera las enfermedades, cuáles son los orígenes. Esto ya se hacía en Oriente hace miles de años. Una medicina no basada en la especialidad, ya que el ser humano es un todo indivisible y armónico: cuerpo, mente y espíritu inseparables.
Cuántas cosas saben estos hermanos colibrís tras tantas correrías por sus selvas. Cierto es que tenemos muchas coincidencias y me siento cómodo con sus reflexiones. Me indican que con esto no queremos molestar a nadie ni queremos convencer a nadie de nada. Queremos hacer uso de la libertad de expresión y pensamiento.
¡¡¡LA VIDA ES PARA VIVIRLA¡¡¡