Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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Sobre Inna Afinogenova, Pablo González, Rusia y la criminalización del pacifista                                                                         

Por  Antonio Maestre vía elDiario.es

Para poner una letra escarlata sobre la frente de alguien es necesaria una información lo suficientemente armada como para que no quede ningún atisbo de duda sobre su veracidad. Las conjeturas y opiniones no pueden servir para censurar las opiniones de nadie, los periodistas sabemos que en tiempos de guerra eso tiene peligro de muerte y no podemos ser parte de esa maquinaria que afecta a compañeros. Pablo González está preso en Polonia y Evan Gershkovich está preso en Rusia, ambos acusados de espiar para el enemigo. Pero son periodistas haciendo su trabajo. Pablo González escribió en su blog en 2016 sobre la filtración de una lista que incluía a periodistas y tuiteros enmarcándolos como cercanos a Rusia o Ucrania y sobre la preocupación que le producía ser señalado por este tipo de listas cuando trabajaba sobre el terreno: “Me sabe mal que alguien cercano y conocido me incluya en listas que me posicionan en un bando u otro. Como periodista que hace trabajo de campo en Ucrania y otros países del área, encuentro que eso me pone en el punto de mira de manera intencionada. Es algo que me decepciona de esas personas y me preocupa para el futuro”. Años después se ha tornado trágico ese temor porque lleva más de un año en prisión preventiva a la espera de juicio. Solo un juicio justo puede determinar si alguien es culpable, con Pablo González solo operan sospechas, conjeturas y filtraciones interesadas.

Aquella lista fue creada por Nicolás de Pedro, uno de los expertos que Marc Marginedas ha utilizado para afirmar que Inna Afinogenova, periodista de Canal Red y excargo directivo en Russia Today, sigue operando como agente de propaganda de Vladimir Putin. Creo que es preciso denunciar que sus guerras no pueden convertirnos a los periodistas en soldados. 

La última filtración considera a Pablo González un espía del Departamento Central de Inteligencia de Rusia (GRU) que realiza informes de activistas, lo que es uno de los ejemplos más intolerables de periodistas criminalizando a compañeros sin que haya posibilidad de juicio justo. Una filtración a un medio ruso alternativo vinculado a Rusia Libre no puede ser motivo para que en España demos carta de naturaleza a una acusación tan grave sin posibilidad de defensa.

La causa contra Pablo González aún es secreta después de más de un año y tres meses y a esa información filtrada solo han podido tener acceso la fiscalía y los servicios de inteligencia ABW de Polonia. Los documentos de los que se habla eran conocidos por la defensa de Pablo González desde hace unos siete meses, pero no han podido estudiarlos. Una de las cosas que más sospechosas resulta sobre la información filtrada es que el documento que supuestamente habría realizado Pablo González, que habla perfectamente ruso, para su controlador en el GRU, también ruso, estaba escrito en inglés. La filtración no es casual. En la vista de la última prórroga para su continuación en prisión el juez le dijo a la fiscalía que necesitaría datos concretos relevantes para lograr una nueva prórroga. En estas condiciones, es completamente intolerable que haya periodistas que participen como correas de transmisión de la represión publicando información filtrada por los servicios de inteligencia de Polonia para mantener en prisión a nuestro compañero Pablo González. 

Mi posición sobre el pacifismo en el conflicto entre Ucrania y Rusia ya la he expresado en multitud de ocasiones, creo que desde occidente es una postura cómoda que ignora la situación real del pueblo ucraniano. Pero por encima de todo soy un demócrata y los debates con quien no piensa como yo quiero dirimirlos de manera honesta sin que eso suponga un peligro para el trabajo ni la libertad de mis compañeros. Creo que hay que ayudar a Ucrania porque pienso que no hacerlo es ayudar a Rusia. Pero hay una línea que no voy a tolerar que se traspase, la criminalización del disidente. En especial cuando piensa distinto a mí, porque no soy igual que ellos. Los compañeros que piensen que el pacifismo es la opción a defender tienen todo el derecho a hacerlo sin que eso suponga que se les ponga una diana por colaboracionistas cuando lo hacen de manera argumentada, poniendo por delante sus valores y ejerciendo el libre derecho a la expresión. Un debate de ideas sano hace imprescindible que aquellos que pensamos diferente pongamos el cuerpo frente a los que quieren expulsar del debate público a quien defiende posiciones fuera de los marcos mainstream. No sé si algunos harían lo mismo por el resto, pero no es tolerable que se pongan máculas con informaciones dudosas. 

La información de Marc Marginedas sobre Inna Afinogenova no pasa los filtros necesarios para ser publicada como información. Puede ser aceptable como un análisis o una opinión, porque hay datos suficientes para expresar que el pasado como propagandista de Inna Afinogenova en RT puede seguir operando a favor de Rusia por otras vías. Pero es una opinión, no puede considerarse información, para eso es preceptivo algo mucho más firme. A pesar de ser tremendamente endeble tiene una fuente identificada más que la que publicó Seymour Hersh, porque si ha sido posible identificar que la veracidad de la fuente es cuestionable y no puede ser considerada por sí sola sustento de una información es porque estaba consignada con nombre y apellidos, algo que ni siquiera aparecía en la publicación de Seymour Hersh. Lo que no pueden ser ninguna de las dos son informaciones relevantes lo suficientemente sólidas para tomarlas como un hecho probado, por mucho que alimenten los propios sesgos o sirvan para el debate político, partidista, personal y cobrarse deudas pendientes. Es completamente desolador el panorama del debate al que nos enfrentamos cada día. 

Una de las piezas sobre Inna Afinogenova donde se dice que los expertos consideran que la periodista sigue ejerciendo propaganda no puede ser considerada más que un texto sobre la opinión de expertos que han dejado ya en entredicho su labor. Llama poderosamente la atención que Marginedas haya recurrido a Nicolás de Pedro como experto porque el analista incluyó en una lista al propio Marginedas como próximo a Kiev. Si la opinión de de Pedro sirve como argumento de autoridad para designar el papel de Afinogenova en la actualidad, serviría para decir que Marginedas ejerce su labor de periodista de forma parcial. Yo no lo creo así, creo que Marginedas es un buen periodista que en esta ocasión hizo varias informaciones erráticas. Su pieza sobre el hecho de que en 7NN había una ciudadana rusa llamada Liu Siuvaya haciendo propaganda de Putin es una obviedad que no merece comentario; deducir que como ahora Canal Red tiene a otra ciudadana rusa haciendo análisis sigue actuando como propagandista del régimen es una correlación de causalidad que no soporta el mínimo razonamiento crítico más allá de que ambas son rubias y rusas.  

Inna Afinogenova no puede obviar que hasta el día de antes de la invasión rusa ella trabajaba como subdirectora de la página web de RT en Español, de la cadena de propaganda de Vladimir Putin, siendo una correa de transmisión de la información que emanaba del Kremlin para todos los países de habla hispana. La periodista se burlaba de las informaciones que advertían de la invasión de Ucrania por parte de Rusia el día antes de que los misiles cayeran sobre Kiev. Solo por ese hecho debería reconocer que fue parte importante de la maquinaría propagandística de Moscú que influía en la opinión de quien la escuchaba para minusvalorar la amenaza que suponía Vladimir Putin. No sé si en algún momento Afinogenova ha pensado si su trabajo en RT influyó de manera determinante en el desarrollo del conflicto si, como dicen de manera recurrente, los poderes de comunicación tienen tanto poder. Afinogenova no ha sido una  trabajadora más de RT, era una directiva, alguien que tenía la capacidad para movilizar a miles de personas, para contratar colaboradores, para marcar la opinión que se tenía sobre Rusia y para hacer pasar por aceptable un régimen que mataba periodistas por ser críticos con la dictadura. Lo mejor que le ha pasado es que su trabajo anterior en RT no sea accesible al haber sido censurado, porque no tendría defensa posible. Pero sus mensajes burlándose de quien advertía de la inminente invasión rusa como parte de una campaña de propaganda otanista siguen presentes en su perfil de Twitter. Nunca jamás denunció lo que ocurrió en Novaya Gazeta o la represión de periodistas como Anna Polikovskaya. Esto es lo que hizo, y sobre lo que hizo no hay dudas, pero afirmar que sigue haciéndolo merece pruebas sólidas por la gravedad de la acusación que no puede despacharse con textos llenos de insinuaciones, conjeturas e interpretaciones. 

Su pasado en RT merece menos soberbia en la actualidad a la hora de afrontar las críticas de quienes consideran que su epifanía no es creíble. Personalmente, no me la creo, pero eso es solo una opinión y como no tengo información para afirmar que no es más que una periodista que es lo que dice ser y que se fue de RT porque estaba en contra de la guerra tengo que defender su derecho a ejercer su labor a pesar de estar completamente en contra de sus posiciones. Yo critico sus posiciones, ella las mías y punto. Creo que sus posiciones operan en favor de los intereses de Rusia, defender que a Ucrania no hay que armarla beneficia directamente a Rusia. Sea por los motivos que sea, porque nace de unos valores honestos de pacifismo y antimilitarismo, por compromiso o por equivocación o porque sabe que la única manera de seguir trabajando fuera de Rusia en favor de sus intereses es defender la no intervención, porque todos comprendemos sin problema que si Ucrania no tiene armas para defenderse el mayor favorecido de esa situación es Rusia. Creo firmemente que cuando existe un agente imperialista que invade un pueblo soberano, adoptar una posición de punto intermedio, como es la de la paz en abstracto, juega a favor de los intereses del agente invasor. 

Es una evidencia que Afinogenova no podría haber trabajado en España en las actuales circunstancias por mucho que se pueda opinar que el discurso pacifista opera en favor de Rusia. O se tiene información fiable para afirmarlo o no se puede escribir tal cosa. Se puede hacer un análisis del discurso y concluirlo, eso forma parte del debate, igual que es aceptable que alguien opine que los que pensamos que hay que ayudar a Ucrania favorecemos los posicionamientos de la OTAN. Porque es cierto, porque los discursos cuando hay una posición dilemática acaban favoreciendo a un actor u otro aunque se hagan desde razonamientos antagónicos. Ahora bien, eso no convierte a nadie en agente de la OTAN ni del GRU. Somos periodistas dando nuestra opinión, haciendo análisis o escribiendo información. Todos tenemos derecho a hacerlo, Inna Afinogenova también, aunque estemos en desacuerdo.