100 años de Chillida: de escutor universal a pensador genial…
“Soy como un árbol, con las raíces en un país y las ramas abiertas al mundo”. Esta es la frase que hemos seleccionado de las muchas pronunciadas por Eduardo Chillida Juantegui (10-Enero-1924–19 agosto 2002) al cumplirse el pasado 10 de enero los 100 años de su nacimiento, siendo, como se ha dicho a raíz de esa celebración, uno de los artistas europeos más universales e influyentes del siglo XX…
Con sus raíces en el País Vasco, con sus benditas manos y universal influencia, manos que, primero, abrazaron el balón de fútbol en la Real Sociedad de San Sebastián, y, luego, los horizontes artísticos de todo el mundo, transformándolos en lugares únicos para el encuentro de la sociedad universal… Chillida realizó la primera de sus más de doscientas exposiciones en 1954… y recibió los más importantes galardones que se concedieron a un artista, y sus obras se extienden por museos, colecciones privadas y espacios públicos de cuatro continentes… Y este año, con motivo de cumplirse los cien años de su nacimiento, además de diversas actividades en medio mundo, el rey Felipe VI inauguró una gran exposición con la colección de Telefónica…
Monumento a la Tolerancia (Sevilla)
La celebración de este centenario es “una conmemoración impulsada por la Fundación Eduardo Chillida, y una ocasión para difundir no solo su obra, sino también sus valores, sensibilidad y aportaciones a la historia del arte contemporáneo” (…). Y se está haciendo y celebrando con un completo programa de exposiciones dedicadas a sus obras de arte y su pensamiento tan vasco como universal, y se hace como “una oportunidad para acercar la creación de Chillida a una amplia diversidad de culturas, generaciones y orígenes a lo largo del mundo” (…) Un Eduardo Chillida que, a lo largo de su larga trayectoria logró prestigiosos premios como el de la Bienal de Venecia, el Kandinsky y el Príncipe de Asturias…
El firmante de este artículo, como periodista en activo, tuvo la ocasión de entrevistar a Eduardo Chillida en varias ocasiones y, también, como responsable de la Comunicación en el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, con Joseba Arregi de consejero y portavoz de ese Gobierno, presenciar inauguraciones de obras del genial artista como la del “Gure aitaren etxea” de Gernika y “La casa de Goethe” en Frankfurt… La primera de ellas (“La casa de nuestro padre”) fue presentada en Hernani en 1987 y posteriormente en Gernika, donde permanece en el Parque de los Pueblos, al lado de la casa de Juntas y el Árbol de Gernika… La obra fue encargada por el Gobierno Vasco para conmemorar el Cincuenta Aniversario del bombardeo de Gernika. Se trata de un monumento dedicado a la paz y diseñado para que desde su ventana se pudiera ver el Árbol de Gernika, situado a unos pocos metros… La obra, de hormigón, que mide casi ocho metros de altura y 18 de perímetro, trata de simbolizar, en palabras del escultor, a un País Vasco orientado hacia el arte. La escultura tiene la forma de una proa abierta para testimoniar la voluntad de avanzar del pueblo vasco…
El escultor dijo que concibe su obra como una casa y un barco abiertos, en un espacio que se activa extraordinariamente al bordear la escultura. Los muros están abiertos por un enorme hueco que para Chillida representa la ventana que comunica con el árbol de Gernika. La estela funeraria de acero instalada en uno de los muros de la obra, «un símbolo de paz», trata, según el escultor, de establecer un contrapunto con el árbol de Gernika, un diálogo con el entorno, y todo ello constituye el eje y el punto de referencia de la obra…
Chillida afirmó en su inauguración, que “esta escultura, asentada en el universo simbólico del árbol de Gernika, es una de mis mayores alegrías” (…) Los 46 metros cúbicos de madera seleccionada y tratada, los 7.000 tornillos y los 3.500 tirafondos empleados en el encofrado dan idea de la envergadura de esta grandísima obra escultórica.
Dibujante de niño. portero de la Real y artista universal
Eduardo Chillida nace en 1924, en un hotel de su abuela, a la que calificó de fuerte, buena, de gran fortaleza y bondad, como suelen ser las vascas… y que trasladó a su nieto durante un tiempo a Francia… Sus padres tenían enorme amor a la música y al arte… Su padre fue militar y su madre del Orfeón Donostiarra… “Yo dibujaba desde muy niño; apasionado, y luego descubrí que eso se llamaba arte” (…).
Chillida, de joven, fue portero de fútbol en la Real Sociedad, “me gustaba mucho jugar al fútbol, no verlo… Fue hasta la lesión en la rodilla, lesión gravísima, hasta el punto de que tuve que abandonar el fútbol…Me lo pasaba muy bien y he hecho otros deportes, fue un trauma enorme al principio, aunque luego me convencí de que esos dramas lo han sido para bien… Portero de fútbol y escultor, las mismas condiciones” (…)
Este periodista fue también portero de fútbol y en esos años coincidió con la manera que tenía de pensar Chillida, yo lo fui de chaval en el equipo campeón infantil en Castilla y León, y luego de estudiante en Osasuna, entrenando a diario, hasta que comprendí que en Pamplona estaba para ser periodista… Y eso sí, coincidí con lo que opinaba Eduardo Chillida: “El portero de fútbol está en una situación muy especial, en la zona tridimensional del campo… El área y el arco de la puerta hacen un diedro (ángulo formado por dos planos que se cortan) en el cual ocurren todos los fenómenos graves del fútbol, todos ocurren allí, el resto del campo es la preparación para lo que pasa en las áreas. Y esa es una zona tridimensional, una zona espacial, en la cual intervienen también los movimientos del balón, que es el protagonista del fútbol. Y el balón donde es más activo y definitivo es en el área, donde convergen el tiempo y el espacio, por lo tanto, este tipo de intervenciones espacio/temporales son las que me he encontrado toda la vida en mi trabajo” (…)
Esa opinión de Chillida coincidía con la mía y comentamos en una ocasión como el portero es el que tiene más visión de todo el campo, sobre todo en su área, y ha de controlar a toda la defensa, incluso chillándoles, como hacía un gran portero donostiarra: Luis Miguel Arconada…
En 1943, con 19 años, Eduardo Chillida estudia arquitectura, pero no acaba porque empieza, como artista, a esculpir… Una de sus primeras exposiciones fueen Madrid, en 1954, pero antes lo hizo en Alemania, donde este periodista, como ya hemos señalado, pudo presenciar, en 1986, lo mucho que se le apreciaba, y fue con motivo de la inauguración de la escultura titulada “La casa de Goethe”, en homenaje al genial escritor, en pleno centro de Fráncfort y con el mismo nombre que el que tiene Johann Wolfgang en su casa de la ciudad de su nacimiento…
Esta “Casa de Goethe” es una obra de hormigón que pesa 35 toneladas, tiene 8 metros de altura, 6 de longitud y 3 de separación entre sus muros. Queda embarrancada, en 1986, como una pequeña capilla vibrando con intensidad geométrica frente al viejo templo de la ópera de Frankfurt, y a la sombra del enorme edificio del Deutsche Bank. En la ciudad alemana, el artista, ante la sorpresa de los periodistas, explicó: “He sido portero de fútbol y, gracias a ello, aprendí a conjugar el espacio, el tiempo y las formas geométricas; aprendí a distinguir y unir estos considerandos para evitar que el balón entrara en mi meta” (…) En otra ocasión, en la misma Alemania, Chillida afirmó: “Creo que los creadores y artistas vascos nos hemos ganado el espacio en Europa. Ahora no solo hemos de demostrarlo sino también darlo a conocer, buscarlo y satisfacerlo” (…) Y añadía: “Mis obras son un proceso creativo logrado al conjugar el espacio, el tiempo y las formas geométricas”
Y recordamos también, aparte de otras inauguraciones, como las esculturas en Donostia, que comentaremos, lo que Chillida trató de hacer del caserío más hermoso, el de Zabalaga, junto a un eterno paisaje en plena “naturaleza”, que es la palabra más utilizada por los artistas, aseguraba el propio artista…
En todos los lugares, Chillida trabajaba con una triple estela: la de la paz, la vida y la tolerancia. Y en todos los casos, preguntándose con asombro “lo que no sé” y por eso sus obras “son el resultado de “mi deseo de conocer” (…) Lo que si supo fue que “lo que es de uno no es de nadie”, y por eso convirtió el arte, el de la escultura y el de grabar en la generosidad de sus orígenes: la obra pública y la obra múltiple, demostrando con ello que su camino fue siempre en dirección hacia los demás, a todos nosotros… Y lo hacía, según sus propias palabras, como buen vasco, con una especial manera de concebir las cosas a gusto de los demás, y para ello bastaría recordar la obra “El Peine del Viento de San Sebastián” (1975-77), obra monumental que forman tres esculturas de acero incrustadas en rocas frente al mar, al final de la playa de Ondarreta… Y hay otras esculturas consideradas como geniales, la “De música” en Dallas (1989) 0 el “Elogio del horizonte”, en Gijón…
“Escultor de cinco estrellas”
Antonio Beristaín (1924-2009), catedrático de Derecho Penal y creador de, Instituto Vasco de Criminología publicó un extraordinario artículo sobre Chillida, en el que escribía: “La obra y la vida de Eduardo nos ha brindado de manera extraordinaria: luz, música, armonía, gozo, amor… Con su hacer limpio y altruista, ha abrillantado cinco estrellas: arte, verdad, música, profecía, fraternidad” (…) Y añadía: “Por eso hemos de darle gracias a Dios por Eduardo… Él nos ha acercado la mística, la poesía de san Juan de la Cruz, su fe ilustrada y jubilosa, como las Cantatas de Bach… Su compromiso privado y público en favor de la paz, fruto de la justicia y la libertad. Gracias a Dios por Eduardo. Él ha practicado la fraternidad, el altruismo excéntrico, el vivir para los demás, que aconsejaban sus admirados Ignacio de Loyola y Pedro Arrupe. Por eso, el mimetismo de Zabalaga con el espacio abierto de la mar, maestra de Eduardo. Por eso, en el aeropuerto de Bilbao permanece su abrazo de bienvenida a todos”.
Un gran sueño: la montaña de Tindaya
Ya hemos señalado que el escultor falleció a los 78 años, en gran parte, como se ha dicho, al no cumplirse uno de sus grandes sueños como artista: su obra dentro del vaciado de la montaña de Tindaya (Fuerteventura), bajo el expresivo título de “La montaña sagrada” (…) Se trataba de crear en el interior de esa montaña un cubo vacío de cincuenta metros de lado, equivalente a un edificio de diecisiete plantas… Se trataba de su obra más monumental y su gran ilusión por realizarla movía, como se dice literalmente, grandes montañas… Eduardo lo explicaba con estas palabras: “mi única ambición es crear un espacio útil para toda la humanidad, de tal manera que cuando un ser humano entrara en ese espacio sintiera en su plenitud la pequeñez humana… Y si Tindaya se hace será la culminación de un gran sueño, uno de los proyectos más importantes de mi vida” (…) Esa obra, de hacerse, sería, como señalaba el pintor Pedro González: “una obra señera no solo para Canarias sino para el arte mundial” (…)
Florencio Martínez: “Palabra de Chillida”
No podemos concluir sin hacer referencia a un gran amigo y compañero: Florencio Martínez Aguinagalde (1967-2017), por su especial admiración hacia Eduardo Chillida, hasta el punto de que publicó un hermoso libro, fácil de leer, titulado, ¡cómo no!, “Palabra de Chillida” (…) Y lo hizo con un poema coincidente y que recojo en parte: “El asombro ante lo que desconozco fue mi maestro / Escuchando su inmensidad / he tratado de mirar, no sé si he visto” (…) Ver, admirar, dudar, conocer, observar, transmitir, preguntarse constantemente y con asombro, como ya hemos indicado, “lo que no sé y he de saber y sentir para transmitir a los demás”… Y por eso Florencio fue periodista que buscó, incansable, respuestas a los acontecimientos, explicaciones a los sucesos, admiraciones a las obras creativas… Y de todas ellas y sobre todo las de Eduardo Chillida…
Según Florencio, la obra de Chillida “Gure aitaren etxea” trata de simbolizar un País Vasco orientado hacia el arte. Y esa fue precisamente la orientación que tuvo la vida y el trabajo de Florencio, del que siempre recordaremos un texto relacionado con lo que él calificaba como El inconfundible aroma de un Chillida: “Ha hollado todos los campos posibles en el territorio artístico de las tres dimensiones y abierto campos insospechados hasta él en el mundo de grabado (…) No es de extrañar, en fin, después de tantos chillidas esparcidos por el ancho mundo a lo largo de cincuenta años, una persona medianamente avisada no pueda distinguir a la legua el aroma de un chillida… Porque Chillida sólo hay uno y si no es un chillida es un plagio” (…) Y ferviente alavés de Vitoria y un devoto incondicional de Donostia, y era frecuente que recordara aquel 1977, en que –escribe— “las olas del Cantábrico y el viento del Oeste inauguraron el Peine del Viento en San Sebastián, la obra que Eduardo Chillida llevaba lucubrando para su ciudad desde 1952..
Frases y pensamientos de Eduardo Chillida
Eduardo Chillida se preguntaba con asombro sobre “lo que no sé” (…) Afirmaba que “no se debe olvidar que el futuro y el pasado son contemporáneos con el presente” (…) Tenía frases como estas que recojo: “Cuando conocí la tierra con la que yo quería trabajar, le puse la mano encima y enseguida me di cuenta, por el oído, que me decía que era posible mi obra con ella” // “El arte está ligado a lo que no está hecho, a lo que todavía no creas. Es algo que está fuera de ti, que está más adelante y tu tienes que buscarlo… De otra manera, uno estaría todo el tiempo repitiéndose” // “Un hombre, cualquier hombre, vale más que una bandera, cualquier bandera” // “No olvidemos que original viene de origen” // “Lo hice mejor, porque no lo conocía e iba cargado de dudas y de asombro” (…)
Según Javier Olaechea, el legado de Chillida “no es ni abstracto ni incomprensible, es la clave que sujeta uno de los últimos puentes que nos vinculan y nos hermanan unos a otros…, y que seguirá pidiéndonos que nos atrevamos a comprendernos, pensarnos y querernos…Y que habite en nuestras vidas el ejemplo que nos dio” (…) Que así sea…
José Manuel Alonso