Por Montxo Urraburu
Abstemios, mendigos, vecinos y miles de paseantes incurrimos en la ingenuidad de cruzarnos deseos de felicidad para el año a estrenar. Ahí es nada,12 meses, 365 días seguros e ininterrumpidos de felicidad. ¡Qué atrevidos!, disponer así del futuro sabiendo que no somos dueños del tiempo, si no que sucede a la inversa.
El comienzo del nuevo año parece que nos anima a pensar en que nada es imposible. Si estas motivado, serás capaz de alcanzar cualquier cosa que te propongas. En lo que no pensamos es que, la motivación necesita ir acompañada de la determinación y de la voluntad. Creo que, la vida del hombre depende de su voluntad; sin voluntad, su vida queda abandonada al azar.
No nos gusta mucho echar la vista atrás, por eso, estos días preferimos marcarnos nuevos retos para el año que entra. Algo que nos sucede todos los años y que no siempre cumplimos. Nos da miedo hacer repaso y balance de lo vivido . Y es que, al cambiar de calendario es cuando, de verdad, valoramos lo sucedido a lo largo del año que despedimos, es como, añadir a nuestra existencia una nueva hoja de servicios. Y, si somos honestos, si no nos hacemos trampa, quizá nos arrepintamos de algunas cosas. No sería bueno que traicionásemos a nuestra conciencia, suponiendo que la tengamos. Y, sobre todo, piensa que el pasado fue lo que fue y que el futuro siempre será incierto .
El futuro será ya presente y será, una vez más, un sentimiento que nos impulsa a la vida, y a todo lo que significa: el trabajo, la amistad, la solidaridad con los demás. Evidentemente, no todo es generosidad en este tráfico de agasajos. La tradición, el compromiso, la rutina y la presión social suele pesar más que el deseo sincero de hacer feliz a alguien. Tengo la sensación de que sobrevivimos peor que nunca. No existe comunicación entre las personas, ni amabilidad ni respeto y la mayoría tienen colesterol.
Solo somos solidarios y comprensivos con las guerras, catástrofes televisadas y con los que salen del armario.
A pesar de todo ¡ FELIZ 2023 !