Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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20 AÑOS DEL PRESTIGE

Por Julen Rekondo: Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente

Se cumplen ya veinte años de aquel 13 de noviembre de 2002 en que el petrolero monocasco Prestige se accidentó en una tormenta mientras transitaba cargado con 77.000 toneladas de fuelóleo frente a la Costa da Morte, en el noroeste de la península Ibérica. A partir de esa fecha, el Prestige se hundió definitivamente partido en dos frente a las costas gallegas, después de seis días en que el barco mantuviera un rumbo errático porque el Gobierno del PP no supo muy bien qué hacer con él, mientras vertía parte de su cargamento.

El hundimiento de la carga que llevaba el Prestige causó una de las catástrofes medioambientales más grandes en la navegación, por la cantidad de contaminantes liberados, así como por su extensión, ya que se extendió desde el norte de Portugal hasta las Landas en Francia, pasando por la costa vasca.

La tragedia no había hecho sino comenzar con el hundimiento del Prestige. Una de las mayores catástrofes ecológicas empezaba a tomar cuerpo en forma de una impresionante marea negra que asoló primero las costas gallegas, siguió por las asturianas, cántabras y vascas, penetrando de lleno en el Golfo de Bizkaia, a merced del viento y las corrientes marinas.

Con la catástrofe medioambiental, económica y social, comenzamos a oír algunas palabras como chapapote, monocasco y batiscafo, entre otras. Precisamente, la palabra chapapote ha dado el nombre a la edición de un libro publicado recientemente con ocasión de los veinte aniversarios del hundimiento del Prestige, Chapapote (Libros del K.O, 2022), en el que han participado die periodistas de diferentes medios que ofrecen su mirada sobre esta tragedia. Algunos de ellos cubrieron la información hace 20 años, pisando fuel en aquellos días aciagos, y otros son mucho más jóvenes. “Hemos tratado de combinar periodistas más experimentados con otros más jóvenes, que aportasen visiones desde diferentes temas relacionados con el Prestige”, explica Xosé Manuel Pereiro, coordinador de la edición, que hace 20 años cubrió la información para TVE y para El País, en declaraciones al diario Público. Además de Pereiro, entre los periodistas más veteranos que colaboran en el libro están Manuel Rivas, que realiza la introducción a modo de prólogo o Xosé Hermida, encargado de analizar la parte política. Otros que colaboran en Chapapote y que vivieron de cerca informativamente la catástrofe son Gonzo, que reflexiona sobre la parte periodística, Silvia R. Pontevedra o Arturo Lezcano. Tal y como se dice en el libro, fue una movilización sin precedentes.

Pero también en Euskadi. El litoral vasco también sufrió las consecuencias de la marea negra ocasionada por el Prestige. En mi opinión, fue muy positiva “la diligencia de las autoridades vascas, que unida a la experiencia de Galicia y a la tradicional organización de los arrantzales consiguió paliar en parte los efectos del desastre, aunque las pérdidas ecológicas y económicas fueron enormes. Desde un principio, la actitud del Gobierno vasco y del resto de las instituciones fue apostar por la adopción de medidas de carácter preventivo y de coordinación. De esta manera, se movilizó a un importante número de arrantzales que, a través de embarcaciones de diferente tamaño, se dedicaron a recoger la máxima cantidad de fuel antes de que llegase a la costa vasca. Se calcula que se pudo recoger en el mar, antes de que impactara en el litoral vasco, la mitad de todo lo vertido, unas 21.000 toneladas (de las 77.000 que contenía el buque). Se reciclaron y se recuperaron el 60% de las mismas, algo que a juicio de la asociación internacional de buques tanqueros que evaluaban por todo el mundo este tipo de accidentes era la primera vez que veía algo similar”.

Muy al contrario, se podía leer recientemente un reportaje en “El Confidencial” en el que se decía que en Galicia “buena parte de los residuos relacionados con aquellas tareas o extraídos del propio pecio, hasta un total de 10.000 toneladas, permanecen sin tratar transcurridas casi dos décadas, almacenados en una balsa de aguas pluviales, en la planta de desechos industriales de Somozas (A Coruña), sin que se cumpliese con la obligación de tratamiento y valorización”.

La gestión del naufragio del Prestige implicó a unos cuantos altos cargos políticos del Gobierno español y de la Xunta de Galicia, presididos respectivamente por José María Aznar y Manuel Fraga Iribarne. Tirando de hemeroteca, nos encontramos con declaraciones, como la de Mariano Rajoy, entonces portavoz del Gobierno español, que tras el naufragio negó en reiteradas ocasiones que hubiera una marea negra, y que es recordado por su frase de los “hilillos de plastilina”, un intento de manipulación burda para trazar una cortina de humo sobre las toneladas de fuel que emanaban del barco hundido.

Pero no le fueron a la zaga otros cargos políticos del PP, como Fraga Iribarne, presidente de la Xunta de Galicia, que, según diversos analistas políticos el Prestige le supuso el inicio de su declive político, ya, que después de revalidar su quinta mayoría absoluta, su nefasta gestión del Prestige le llevó tres años después a perder las elecciones en Galicia. A pesar de que empezó a hundirse el Prestige, y las noticias alarmantes que llegaban, Fraga Iribarne no dudó en irse de cacería ese fin de semana, y tardó ocho días en visitar las localidades afectadas.

Otro tanto hizo, el entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, que también se fue de cacería ese fin de semana, y cuando se le preguntó porqué no se había quedado para gestionar la catástrofe siendo el máximo responsable del transporte marítimo en el Estado español, llegó a responder porque “no creyó que su presencia fuera a ser de utilidad”.

Podemos seguir con más declaraciones, como la de Miguel Arias Cañete, entonces ministro de Agricultura y Pesca del presidente Aznar, que llegó a decir quince días después del naufragio que “el vertido es importante, pero no se trata de una marea negra”.

Pero también nos encontramos con miembros del PSOE, como Francisco Vázquez, alcalde socialista de A Coruña, aunque ahora parece ser que ya no está en el PSOE, que tuvo mucho que ver con la decisión de alejar el barco de la costa, porque fue uno de los primeros que advirtió al Gobierno de Aznar que no permitiera darle refugio en A Coruña. Después llegó a decir que “se cañoneara el Prestige para incendiar la carga, para que no se produjera la contaminación”.

Sin duda, la catástrofe del Prestige nos debe hacer memoria de esa tragedia, pero también de la movilización que hubo, para que un desastre así no vuelva a repetirse.