Por Julen Rekondo.
La crisis climática es una realidad innegable que está alterando significativamente los patrones climáticos en todo el planeta. Uno de los fenómenos más destructivos asociados a este cambio es la creciente e intensidad de las lluvias torrenciales, que a su vez ha agravado el impacto de las inundaciones y riadas, como es el caso de la dana en Valencia el pasado mes de octubre.
Como cada año, la asociación británica internacional Christian Aid ha publicado un informe en el cual viene a decir que la dana de valencia está entre las diez catástrofes climática globales con mayor impacto económico en 2024, cuyas repercusiones económicas estimadas son alrededor de más de 4.000 millones de euros. En 2023 este mismo estudio colocó en novena posición la sequía que atravesaba España.
Hay diversos expertos que consideran que Christain Aid ha dado unos datos un tanto conservadores sobre las pérdidas económicas en la dana de Valencia, pues los daños económicos podían situarse por encima de los 10.000 millones. Hay, además, cada vez más voces que defienden que se debería de contabilizar de forma más completa esos daños, como por ejemplo, teniendo en cuenta la paralización que supone la actividad económica, las pérdidas económicas por el turismo, el valor ecosistémico perdido, las merma en la producción de cultivos, etcétera.
“Una vez más, este informe nos muestra que el cambio climático ya está teniendo un costo insoportable para nuestras vidas. En los últimos 12 meses, el clima extremo mató a miles de personas en todo el mundo y provocó daños masivos a nuestras ciudades y ecosistemas naturales”, lamentó Davide Faranda, director de investigación en física del clima en el Instituto Pierre Simon Laplace (Francia), al conocer los resultados.
Estados Unidos ha sido quién más pérdidas económicas ha tenido por los fenómenos meteorológicos extremos. Las tormentas que han ido azotando el país durante todo el año han supuesto alrededor de 60.000 millones de dólares de pérdidas económicas, lo que supondría alrededor del 85% del PIB de un país como Eslovenia.
El Huracán Milton, que también ocasionó graves daños en Estados Unidos, ocupa el segundo lugar en cuanto a las consecuencias económicas que produjo, estimadas también en un valor de alrededor de 60.000 millones de dólares.
Así mismo, el Huracán Helena, uno de los más destructivos desde el Katrina, arrasó, de igual modo territorios estadounidenses y, paralelamente, sacudió lugares de México y Cuba. Estas tres catástrofes se cobraron la vida de un total 345 personas.
Otros lugares del mundo que salen gravemente damnificados económicamente este año a consecuencia del clima extremo son varias zonas de Asia, como China, país en el que 315 personas fallecieron a consecuencia de las inundaciones que tuvieron lugar entre junio y julio, y donde se generó un coste económico de alrededor de 15.600 millones de dólares. Por otro lado, en el suroeste asiático el Tifón Yagi se cobró la vida de más de 800 personas. Las consecuencias en términos económicos fueron de 12.600 millones de dólares. Las Islas del Caribe y Brasil sufrieron también graves pérdidas por ciclones o inundaciones.
En el séptimo lugar, ya en Europa, se encuentra la Tormenta Boris, que ocasionó estragos en el centro de Europa llevándose un valor aproximado de 5.200 millones de dólares. En el noveno se sitúa la catástrofe que provocó las inundaciones de Baviera, en Alemania, región que perdió lo equivalente a unos 4.450 millones de dólares. Sumando estas dos catástrofes a la de la DANA, la pérdida económica de Europa equivale a unos 13.870 millones de dólares.
Pero ninguna región del globo se libró de estos sucesos en 2024. Aunque el top ten se centra en los costes financieros, que suelen ser más elevados en los países más ricos porque tienen valores inmobiliarios más altos, algunos de los fenómenos meteorológicos extremos más devastadores en 2024 afectaron a los países más pobres, que han contribuido poco a causar la crisis climática y tienen menos recursos para responder.
La atmósfera tiene hoy una concentración de dióxido de carbono (CO2) de 442 ppm (partes por millón), y en 2022, los niveles de CO2 superaron los 418 ppm, frente a las 317 pp registrados en 1960. Una concentración por encima de 450 ppm, que estamos muy cerca, si se traspasa, el mundo se adentrará en un territorio ignoto, no conocidos en los últimos tres mil millones de años, de consecuencias muy catastróficas.
Incluso si hoy mismo se dejase de emitir dióxido de carbono, la temperatura de la Tierra continuaría aumentando, pues no se ha alcanzado el punto de equilibrio entre la energía que llega del Sol y la que emite nuestro planeta correspondiente asa concentración.
La situación actual induce a considerar que no se va a poder controlar la subida de la temperatura global media de la Tierra. EE.UU. va a tener un presidente el 20 de enero que no tiene ninguna intención de eliminar la quema de combustibles fósiles. India, con una población que alcanza los 1.400 millones de habitantes, depende del carbón para el 70% de sus necesidades energéticas. Por su parte, China va a seguir con el carbón y el petróleo a pesar de sus esfuerzos por instalar las renovables.
El cambio climático intenso seguirá haciendo estragos a nivel de pérdidas humanas y daños económicos, mientras no se aceleren los planes de adaptación al cambio climático. Las Cumbres del Clima no parece que vayan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero cada país, cada comunidad, y, entre ellas Euskadi, si que pueden adoptar medidas eficaces como respuesta a los escenarios climáticos actuales o esperados. Hoy, aún hay tiempo. Si esperamos dos o tres décadas, volveremos a llegar tarde.
Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente