José Antonio Ardanza Garro (Elorrio, 10 de junio de 1941-Gautéguiz de Arteaga, 8 de abril del 2024) lehendakari del Gobierno Vasco catorce años, entre 1985 y 1999, la presidencia más larga en Euskadi hasta la fecha, no pudo, por tan solo trece días, celebrar el reducido éxito de su partido en las recientes elecciones vascas… Unas elecciones en las que solamente votaron el 62,52%, con 1.070.467 votos, 12% más que en 2020, y en la que EAJ-PNV, con 370.554 votos (el 35,22%), consiguió 27 escaños de los 75 totales, cuatro menos que en las elecciones anteriores, y empató a escaños, otros 27, con EH BILDU, seis más que en las elecciones de 2020, con un total de 341.735 votos (el 32,48%), imponiéndose en dos de las tres circunscripciones: Gipuzkoa y Álava, donde consiguió en esta ocho escaños, dos más que en las elecciones anteriores, un 29,4% … Del resto de los partidos, el PNV perdió cuatro escaños, el PSE alcanzó 12, dos más que en el 2020; el PP 7 escaños, uno más; Sumar, uno; y Vox otro… El crecimiento de esos partidos señalados se debe a que Podemos perdió los 6 que tenía…
Volviendo a recordar a José Antonio Ardanza, que es el que centra la atención de este artículo, por su fallecimiento reciente y su mucha aportación durante 14 años como lehendakari, época en la que este periodista tuvo relación profesional por ser responsable de comunicación del Departamento de Cultura, Turismo, Juventud y Deportes… entre los años 1987 y 1996, en los que se gestó el Museo Guggenheim Bilbao, entre otras muchas iniciativas en las que participó José Antonio Ardanza… Su extensa vida política se puede sintetizar con estas palabras: fue un modelo como político tanto para nacionalistas como no nacionalistas, hombre implicado en la paz y la convivencia de los ciudadanos, sobre todo en los duros años del terrorismo… De él, aparte de su entregada tarea durante esos 14 años, quedan varios libros, entre los que recordamos “Pasión por Euskadi”, “Memorias”, “El compromiso del lehendakari que gobernó para todos los vascos” (…)
“El buen sentido y la prudencia de Ardanza”
Recuerdo un artículo del sociólogo y catedrático Emilio Lamo de Espinosa en enero de 1998, en el que escribe sobre la aportación del lehendakari José Antonio Ardanza al conmemorar los 10 años del Pacto de Ajuria Enea, es decir, el acuerdo para la Normalización y Pacificación de Euskadi… Esas fueron sus palabras: “A pocos meses de abandonar la presidencia del Gobierno Vasco, Ardanza ha hecho más que un testamento. Al leerlo se tiene la sensación de que es el resultado de una lenta reflexión y maduración, calentada por la intensidad emocional que vive este país, pero cristalizada y pulida por el buen sentido y la prudencia… Por todo ello, todos le echaremos de menos porque ha sabido mantener el gesto moderado, la frase prudente y una actitud tolerante, abierta y humana, justo lo que el País Vasco necesita a raudales, sabiendo no sólo asumir sino liderar el «basta ya» de la sociedad vasca” (…)
De lo mucho que se recordó a Ardanza una vez que dejó la presidencia del Gobierno Vasco, hay una frase del gran político Joseba Arregi (1946-2021): “Creo que algunos gobiernos, como el de Ardanza, tenían un intenso trabajo y una voluntad integradora de intentar ser gobiernos de todos, pero siempre en una cierta ambigüedad e incapacidad, a pesar de todo, de deslegitimar a ETA” (…)
Las dudas en torno al Museo Guggenheim Bilbao
Probablemente otra época complicada de la presidencia del ex lendakari fue la de los años de relaciones con los propietarios y dirigentes norteamericanos del Museo Guggenheim, para conseguir la aprobación y construcción del entonces polémico Museo en Bilbao, cuando la mayoría de la población vasca, incluida la política, la artística y la informativa, estaban en contra y se oponían con claridad…
Siempre recordaré la fecha del 28 de febrero de 1992 de la firma del acuerdo con la institución del Museo Solomon R. Guggenheim, localizado en el número 1071 de la Quinta Avenida de Nueva York, fecha en la que coincidimos con el lehendakari en el hotel neoyorquino y en el desayuno se lamentó Ardanza de que no había dormido en toda la noche, pensando: “lo firmo, no lo firmo” … y afortunadamente lo firmó junto al presidente de la Fundación Guggenheim: Peter Lawson-Johnston… Y a partir de entonces comenzaron las obras en Bilbao, siempre gracias a las gestiones y los sufrimientos de Joseba Arregi, por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, y Juan Luis Laskurain, por la Consejería de Hacienda de la Diputación Foral de Bizkaia…
Tras la inauguración del Guggenheim Bilbao, a la que la mayoría de los que trabajamos en su realización no fuimos invitados, este periodista escribía: “El Museo se convertirá no sólo en un gran proyecto de envergadura artística y cultural, y por tanto social, sino también en un medio de imagen y comunicación del País Vasco, que, en palabras del lehendakari José Antonio Ardanza, será un foco de proyección en el mundo, que, además de identificar a Bilbao y a todo el pueblo vasco, contribuirá decisivamente a la reordenación urbana de la ciudad, con su entorno más próximo, el Gran Bilbao, de más de un millón de habitantes, y estimulará y potenciará la economía del País Vasco”…
No podemos nunca olvidar lo que declaraba entonces el popular empresario bilbaíno Pedro Ruiz Aldasoro, el que descubrió el interés de la sociedad Guggenheim norteamericana al conocer el interés por instalarse en Europa: “Para entender ese interés que adquirió la idea de que el museo se creara en Bilbao fue, sobre todo, debido al derrumbe dramático de un modelo industrial ya pasado”, y añado yo: a la inteligencia y apuesta de los pocos políticos que intervinieron en el acuerdo, sobre todo: Laskurain y Arregi” (…)
Ardanza se enfrentó a la crisis de los 90
A finales del invierno de 1990, precisamente Juan Luís Laskurain remitió una carta a la Fundación Guggenheim informando del interés de Bilbao por dar establecimiento a un museo con esa firma. El 8 de abril de ese año, Thomas Krens se entrevistaba con el lehendakari José Antonio Ardanza, máxima autoridad política en Euskadi, y se llegaba a un acuerdo para estudiar la viabilidad del proyecto, que posteriormente se firmó inicialmente en el hotel López de Haro de Bilbao… Tal y como se explicó entonces: «A Thomas Krens lo llevamos directamente a Vitoria, en helicóptero, para que no viera la capital vizcaína previamente y no se hiciera una idea negativa de la ciudad antes de firmar el acuerdo”…
José Antonio Ardanza con Ibarretxe y Urkullu
En esa década de los 90 la situación en el Gran Bilbao, capital económica del País Vasco, era desalentadora: habían pasado los años de la economía protegida, que encubrían la realidad de la “crisis del petróleo” que azotó al mundo hacia 1973; ETA había hecho estragos entre la clase empresarial cn la imposición del pago del llamado “impuesto revolucionario” y, además el País Vasco vivía inmerso en el doloroso proceso de “reconversión” que había llevado a cerrar Euskalduna, astillero emblemático; Altos Hornos estaba ya herido de muerte, y, con ambos, toda la industria tradicional de maquinaria, siderurgia, bienes de equipo, neumáticos y papeleras, que constituían lo más tupido del tejido industrial vasco… El camino desde el centro de Bilbao hasta el mar por cualquiera de los dos márgenes de la Ría, constituía un espectáculo penoso, pues recordaba un pasado repleto de esplendor y vida, transformado en un vacío en ambas márgenes de la ría…
Con el cierre de las empresas en Bizkaia, la tasa de desempleo había llegado a situarse en el 31% y el malestar de la sociedad era palpable… Para paliar la situación, tanto el lehendakari Ardanza como todo el Gobierno vasco puso en marcha tres herramientas a ser elementos de choque: El Plan de competitividad, con un fuerte componente de cambio tecnológico, acompañado de fuertes inversiones en infraestructura; una potenciación de la estructura fiscal y financiera pública; y el Plan Comarca de formación…
Evidentemente la supervivencia de la industria pasaba por su internacionalización, pero los proyectos en los que se pensaba para salir de la crisis no acababan de cuajar: la McDonell Douglas, que se iba a instalar en el País Vasco disfrutando de ventajas fiscales, desestimó la operación; la idea que perseguía el ingeniero José Ignacio López de Arriortúa de instalar la Volkswagen en Amorebieta no prosperó. Muchos otros proyectos se quedaron en maquetas o pendientes: el Centro Cultural de la Alhóndiga, la Intermodal, la recuperación de los terrenos que había ocupado Euskalduna, etc. Bilbao parecía la ciudad de las ilusiones rotas…
Con este panorama los estudios encargados a universidades y centros de investigación mostraban una ciudad post industrial y aconsejaban convertirla en una ciudad de servicios: la base de la recuperación pasaba por apoyarse en centros de investigación de tecnología avanzada y en lugares donde se estimulase la creación y la distribución de cultura… Había que diseñar la ciudad y dotarla de un poderoso punto de referencia que anunciara al Mundo que el País Vasco resurgía de sus cenizas y se preparaba inteligentemente para afrontar el futuro. En ese contexto, tanto el lehendakari Ardanza como, sobre todo, el entonces consejero de Cultura del Gobierno Vasco, Joseba Arregi; como el diputado de Hacienda de Bizkaia, Juan Luis Laskurain, trabajaron frente a la mayoría de la sociedad vasca para conseguir el Museo Guggenheim y superar la crisis, transformando además la ciudad de Bilbao… De todo ello, ese periodista fue testigo directo…
Primera piedra del Guggenheim con Ardanza, Pradera, Ortuondo y Gehry
Nunca olvidaremos las publicaciones de aquellos años en los que se gestó y construyó el Museo Guggenheim Bilbao, y por eso las archivaos y conservamos, con la idea de convertirlas algún día en una publicación… Recordamos, por ejemplo, un artículo de José Luis Villacorta en el que subrayaba: “la puesta de largo del Guggenheim congrega al mundo de la cultura, la política y las finanzas, y lo hace con palabras del lehendakari Ardanza retratando a una ciudad que lava su imagen convirtiendo las antiguas fábricas, transformadas con el paso del tiempo en chatarra, en acero, símbolo del progreso”…
José Antonio Ardanza siempre estuvo con la idea de ese progreso de modernidad, coincidiendo fundamentalmente con otros pocos políticos de su partido: el PNV… Ese trabajo marca los muchos años en los que el exlendakari vivió dedicado completamente a su pueblo, el vasco, pueblo que le admiró constantemente… Por tanto, su recuerdo permanecerá en la historia vasca… Descanse en la paz, bien merecida… Que así sea…
José Manuel Alonso