Asociación Vasca de periodistas - Colegio Vasco de periodistas

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CAIGA QUIEN CAIGA

M.Urraburu

¿De cuantas maldades se compone el éxito?.

Existe una ambición sana que nos empuja a la superación, al esfuerzo, pero también la ambición de quien solo aspira a ascender sin reparar en los medios empleados. La figura que mejor encarna el concepto negativo de la ambición es el trepador. La persona que pone toda su atención e invierte toda su energía en alcanzar puestos más altos dejando a un lado los principios morales y saltándose todas las reglas del juego. Son ambiciosos y audaces. Desde la escuela ha aprendido las primeras técnicas para sacar provecho del compañero al que pedía prestado los apuntes, o a quien dejaba la parte más pesada e ingrata de los trabajos en grupo que luego ellos presentaban al profesor como propios. Para ellos solo hay triunfo propio si está acompañado de derrotas ajenas.

Pocas veces el trepador muestra sus cartas, y muchas veces no es posible reconocerlo hasta que ha acabado su labor, dejando unos cuantos cadáveres en el camino. Son convenientes las personas que le sirven de trampolín, e inconvenientes
las personas que les producen atascos. Para sacar los máximos frutos de este comportamiento es preciso arrimarse a los mejores; en este sentido, la táctica de arribista se ha de mover entre la simulación de la amistad y la colaboración y el uso bien dosificado de la descalificación. El trepador no conoce las relaciones desinteresadas, la lealtad, el compañerismo ni el respeto a la labor del otro: solo ve en cuanto le rodea una oportunidad para el ascenso. El trepa también sabe hacerse el simpático. Su estrategia necesita que los demás confíen en él y bajen la guardia. Por eso es lo suficientemente camaleón para aceptar, ante cada persona, la que inspire mayor confianza. La ambición en el trepador esconde sentimientos de inseguridad y de inferioridad. El trepador es un parasito sin escrúpulos, dispuesto a saltar por encima de cualquiera con tal de conseguir sus propósitos. Otra de las conocidas por su uso habitual es la calumnia, urdida con fines prácticos y bien conocida por su uso habitual como mecanismo de ataque al rival en cualquier esfera de competencia. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “ piensa mal y acertaras” que hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. El Código penal define la calumnia como” la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad”. El trepador, formado en la intrigas, capaz o inútil, ha engañado tanto que acaba teniendo la desconfianza, junto con la lista de empresas y de personas a las que defraudo’, como compañera inseparable. Solo les queda buscar un hueco en algún partido político. Están entrenados.