Por Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
El Día Mundial del Agua se celebra cada 22 de marzo, con el objetivo de llamar la atención sobre la importancia de este elemento y también para defender la gestión sostenible de los recursos hídricos. El Día Mundial del Agua es una iniciativa de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), la UNESCO, la WWF (World Wildlife Foundation) y el Consejo Mundial del Agua. Juntos, estas organizaciones trabajan por un gran objetivo, que no es otro que asegurarse de que todas las personas del mundo tengan acceso a agua limpia y segura para 2030. Y conseguirlo sin dañar al medio ambiente.
Por eso, este año 2023 el lema es «La importancia del agua», como premisa para recordar la relevancia del agua dulce a la que todavía cerca de 2.200 millones de personas no pueden acceder.
Sin duda, el agua va a ser clave para poder abastecer a millones y millones de personas en las próximas décadas, y más en una situación de emergencia climática en la que estamos, donde las sequías y las inundaciones serán cada vez más frecuentes e intensas y, por tanto, debemos estar preparados.
En el caso de Cataluña, la Generalitat el pasado 28 de febrero anunciaba “restricciones de agua muy severas en 224 municipios por la grave sequía, el periodo más largo sin lluvias desde que existen registros (1905), y que se alarga desde hace ya 30 meses. La decisión de pasar a la siguiente fase de alerta (excepcionalidad) en el sistema del Ter-Llobregat, que abastece Girona, Barcelona y toda su área metropolitana, entre otros municipios, ha sido tomada por la escasez de agua en las cuencas internas (están al 28% de su capacidad). Con esta nueva fase, en torno a 6 millones de personas tendrán prohibido regar los jardines privados y públicos (hasta ahora solo podían hacerlo dos días), y las restricciones en el riego agrícola aumentarán del 25 al 40%, entre otras limitaciones. En cuanto al consumo doméstico se establece un máximo de uso de agua en casa de 230 litros por habitante y día (ahora está en 250), aunque en la práctica esta limitación apenas se notará en los hogares ya que la media de consumo diario en la comunidad se sitúa en torno a los 117 litros diarios”.
En el caso de Euskadi, no se ha llegado de ninguna manera a la situación de Cataluña -estamos en la llamada zona húmeda del norte peninsular-, aunque la expresión de hace no mucho tiempo de que en nuestra comunidad “sobraba agua”, es mejor desterrarla. Aunque, también hemos padecido momentos muy problemáticos, cuando el 10 de octubre de 1989 más de un millón de personas se vieron afectadas por los cortes de agua en sus casas por la severa sequía que venía padeciendo Euskadi. O más recientes, pero circunscrita a la comarca de Busturialdea, cuando el pasado verano el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia decidió elevar al nivel 3 (de un total de cuatro) el riesgo de sequía en la citada comarca y aumentar las restricciones de suministro, hasta que se puso en marcha el trasvase por barco desde el puerto de Santurtzi a Bermeo de hasta dos millones de litros diarios de agua para garantizar el abastecimiento en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai.
Pero, en general, se puede decir que Euskadi se ha caracterizado por disponer de unos recursos hídricos continentales abundantes, aunque también hay que decir que la distribución de recursos en el territorio varía sensiblemente de forma geográfica y estacional.
La crisis climática, sin duda, va a complicar mucho más la situación, y se le acusa de estar en el origen de las sequías más frecuentes. También ha intensificado las inundaciones, con los impactos que ocasionan desde el punto de vista social, económico y medioambiental.
El último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPPC) prevé que la temperatura de media del planeta ascenderá entre 1,8 y 4ºC para el año 2100 (tomando como referencia la temperatura media del período 1980-2000). Además, se prevé que el aumento medio del mar en todo el mundo se sitúe entre 0,4 m (para el escenario de emisiones más bajo, en el que las emisiones de CO₂ tendrían que reducirse a cero neto para 2050) y 0,8 m (para el escenario de emisiones más alto) por encima de la media de 1995-2014, y aumentarán los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones.
Estas y otras consecuencias también afectarán a los recursos hídricos de Europa, que interactúan, a su vez, en un amplio espectro de ámbitos: económico, social, político…De este modo, el agua resulta vital para la salud pública, el medio ambiente, la biodiversidad, la industria y la navegación.
Es por ello por lo que resulta necesario adaptar la gestión de los recursos hídricos a los impactos esperados en el futuro, algo en lo que ya se trabaja a escala europea. Las consecuencias del aumento global de las temperaturas sobre los recursos hídricos no sólo se refieren al espectro puramente meteorológico, sino que también afectarán a la calidad del agua y del medio ambiente acuático.
En el caso de Euskadi, según los estudios y los datos que maneja el Gobierno vasco, se prevé una reducción anual de la precipitación y, especialmente, durante los meses de verano, que en nuestro caso se calcula entre un 15 y un 30% para el escenario de final del siglo XXI. Las temperaturas máximas extremas a fin de siglo podrán subir entre 1,5ºC y 4ºC; y las mínimas entre 1 y 3ºC. Este aumento térmico podría conllevar una mayor evapotranspiración y un mayor riesgo de incendios forestales.
Otro de los impactos está en los recursos costeros por efecto del cambio climático, que se estima un ascenso en el nivel del mar de 62 cm, sin embargo, el rango probable (aquel que presenta una probabilidad de 66-100%) oscila entre 45 cm y 82 cm en el periodo 2081-2100. Este aumento del nivel del mar se estima que provoque el retroceso de la línea de costa en zona de playas entre 11 y 13 m para mediados del siglo XXI, cambios en la morfología litoral y pérdida de estabilidad y rebase de obras e infraestructuras costeras (compensables con un aumento en el área de las mismas de entre el 6 y el 20%).
A la hora de arbitrar una estrategia de respuesta, es fundamental acentuar las políticas de mitigación y adaptación, que son los dos pilares en que se basa la lucha contra el cambio climático.
Pero, también, el ciclo integral del agua urbana debe continuar con las políticas que propician el uso responsable del agua por la ciudadanía a través de las herramientas de educación y sensibilización promovidas desde el sector público y ONG, además de las herramientas económicas; la aplicación de métodos para reducción de pérdidas en los sistemas de aguas aplicables por parte, tanto de las empresas gestoras, como de los usuarios; la mejora de la depuración de las aguas y la aplicación de técnicas de drenaje urbano sostenible que naturalicen nuestras ciudades y municipios que nos hagan más resilientes frente a las inundaciones.
Otra cuestión importante son las tecnologías limpias que implican directa o indirectamente un ahorro de agua, que cada vez están más introducidas en los procesos productivos. Los mayores avances en ese campo han sido alcanzados en el sector industrial de nuestra comunidad, especialmente por parte de los grandes grupos e instalaciones industriales, condicionados por una estricta gestión de costes y a la vez sometidos a prácticas de gestión medioambiental en el marco de sus respectivos Sistemas de Gestión Medioambiental. Otro instrumento de la gestión del recurso agua es la reutilización directa de agua depurada para usos poco exigentes (riego, recarga de acuíferos, etcétera). La Unión Europea ha regulado recientemente la reutilización de agua para agricultura, pero ha dejado a los estados europeos su propia iniciativa respecto a otros usos.
Avanzar en estos aspectos de la gestión del agua, será clave para hacer un uso sostenible de los recursos hídricos ante los impactos que ocasionará el cambio climático.